Por Oksana Pugach
Mientras los soldados ucranianos, en su mayoría obreros que hasta hace año y medio no eran parte del ejército, avanzan hacia el sur y el este en el marco de la tan ansiada contraofensiva, el régimen de Putin descarga su ira sobre la retaguardia destruyendo viviendas, escuelas, fábricas, matando o mutilando niños y civiles de todas las edades y en todas ciudades del vasto territorio ucraniano.
Nos tocó convivir y compartir la angustia de los habitantes de Krivyi Rih ante el sonido de las alarmas antiaéreas diurnas y nocturnas. Y el dolor ante los restos humeantes de los que hasta hace poco eran viviendas populares en el Quartel 98 en una zona céntrica.
Además de destruir viviendas populares, el ejército invasor explotó la usina de Nueva Kakhovka, en el rio Dnipro, al 6 de junio. Lo hizo de la única manera posible, desde adentro, puesto que ocupada está por las fuerzas rusas. Muertes y destrucción en los dos márgenes del río abajo, afectando las comunidades ribereñas, 600 mil hectáreas de producción agrícola y desastroso impacto ambiental que llega al Mar Negro. Río arriba, el vaciamiento de la gigantesca laguna con impacto en el abastecimiento de agua.
Los cortes y la falta de agua afectan gravemente no solo la vida cotidiana, sino la cosecha, en Jerson y Zaporozhie, de frutas de estación y verduras frescas que el pueblo estuvo esperando todo el largo invierno.
Por los mismos motivos, todas las grandes empresas industriales que consumen grandes volúmenes de agua aprovechan para justificar que bajaran al mínimo su producción, y envían a los obreros a sus casas con salarios reducidos a la mitad. Y eso durante 2 meses como máximo. Y después quedan suspendidos sin salario durante 3 meses más. Si no lo aceptan pueden renunciar y pedir su liquidación.
Esto configura una presión económica adicional para enrolarse «voluntariamente» en la fuerza armada. Por si estos incentivos no alcanzan, en especial para los más jóvenes (menores de 22), se intensificó el control de la evasión y los motivos para exceptuar del servicio.
Sin embargo, hay que remarcar que la voluntad de combatir es mayoritaria. Ante cada misil que impacta aumenta exponencialmente el odio al enemigo invasor. Y la sed de venganza hace que muchos de los heridos y mutilados en el frente pidan volver al combate, ni bien consiguen una prótesis.