El panorama político se va calentando. Ante el tsunami de COVID y los inicios de un colapso sanitario en la región más poblada del país, el Gobierno Nacional se vio obligado a tomar alguna mínima medida sanitaria, abandonando su plan que ni siquiera incluia la pandemia en el presupuesto 2021, y se picó.
Muy atrás quedó el clima de unidad nacional del principio de la pandemia y también parecen cosa del pasado las disputas “dialogadas” de hasta hace muy poco. ¿Qué pasó para que el clima cambiara? Varias cosas, pero hay una que es central: aunque aun con fecha incierta, lo electoral empezó a jugar y toda decisión tiene por detrás un cálculo de votos y de afianzarse en la propia base electoral.
Kicillof acusa a Larreta de hacer política con la pandemia, cuando en verdad este defiende una política similar a la que defendió su Ministro de Educación Nacional, Trotta, hasta el mismo día del anuncio sobre la suspensión de la presencialidad. Hasta el dirigente docente de provincia de Buenos Aires, Baradel, decía que en las escuelas no habia contagios para justificar que su Gobierno, el de su compañero Axel, tenía las escuelas abiertas. Ahora vuelven a intentar atacar lo logrado por los y las docentes del AMBA con la presencialidad “administrada”
Los que ahora dicen que la educación es más importante que la vida, Bullrich, Larreta, Acuña, etc. son los mismos que revientan la escuela pública dia a dia. Los que ahora se presentan como los principales defensores de la salud, los representantes del Gobierno Nacional, son los mismos que solo toman medidas que no perjudiquen la ganancia empresaria: en donde la pueden afectar se termina la defensa sanitaria.
La decisión de los poderosos del país, a un lado y otro de la grieta, está clara “que mueran los que tengan que morir” con tal de no “frenar” la economía y cumplir los acuerdos con el FMI. Es la “fase empresarial” de la pandemia. La oposición patronal asume claramente ese programa. El Gobierno nacional, por sus propias características y bases de apoyo, muestra otra postura y otro discurso, pero en los hechos las medidas que toma no frenarán el tsunami que está creciendo (ver página 3).
El dilema capitalista
La experiencia de la cuarentena del año pasado fue tan mala para la mayoría del pueblo trabajador que se vio más hundido en el hambre, la misera y la desocupación, que muchos y muchas en forma equivocada, prefieren que no haya medidas, para poder garantizar el sustento. De eso se aprovechan los empresarios y gobernantes para sostener que no haya ninguna medida en los lugares de trabajo, a pesar de la cantidad de contagios que se multiplican no solo en escuelas sino también en fábricas y comercios (ver página 4).
Es tan perverso el sistema capitalista que, a ambos lados de la grieta, nos obligan a elegir entre exponernos al virus o a la pobreza, cuando en verdad esa opción no es obligatoria. Nos fuerzan a ir a trabajar para que sigamos aumentado la ganancia empresaria, cuyo margen en las multinacionales, por ejemplo, no disminuyó ni siquiera en el peor momento de la pandemia. Como si fuera poco, obligarnos a trabajar exponiéndonos al virus, tampoco nos garantizan no caer en la pobreza. Con una inflación que sigue creciendo todos los meses, los aumentos salariales acordados en paritarias siguen a la baja (ver página 7)
¿Sería posible frenar la circulación de todo lo no esencial y sin condenarnos al hambre? Claro, recursos hay (ver página 6), el problema es que el mismo Gobierno que se dice ahora defensor a ultranza de la salud lo destina para pagos de intereses de deuda y no toca la ganancia empresaria: no es capaz de hacer cumplir el limitadísimo aporte solidario a las grandes fortunas, ni siquiera para concretar sus propias políticas
Hay que obligarlos
La situación es desesperante y los gobiernos y las dirigencias sindicales impulsan el sálvese quien pueda. Pero para el pueblo trabajador no hay salida individual que se sostenga a largo plazo, la salida es colectiva.
En las industrias y los servicios a la dirigencia sindical traidora ni se le cruza por la cabeza hacer algo frente al aumento de los contagios y también de las muertes que lloramos en los lugares de trabajo.
La presión de los trabajadores y las trabajadoras de la educación del AMBA, por fuera de la dirección traidora que repetía que en las escuelas de provincia de Buenos Aires no había contagios, obligó al Gobierno nacional a suspender la presencialidad en esa región, aunque, como señalamos antes, ya están hablando de presencialidad “administrada” luego del 30 (ver página 5)
La lucha de los trabajadores y las trabajadoras de la salud de Neuquén con un conflicto autoconvocado que lleva mas de 50 dias (ver página 9), es hoy el mayor ejemplo de cómo es posible rebasar a la dirigencia sindical traidora y desarrollar una lucha que comprometa a amplios sectores a pronunciarse a favor, y que aparezca en la escena nacional, por las pérdidas que se están produciendo en Vaca Muerta y porque está en juego la escasez de gas en el país, de no haber una pronta respuesta. También es un ejemplo de para qué tipo de peleas nos tenemos que preparar, largas y duras, porque los Gobiernos saben que si pierden en una, potenciará a todas las otras.
Con autoorganización, como en las autoconvocatorias de Neuquén, u obligando a las dirigencias sindicales, como los trabajadores y las trabajadoras de la educación del AMBA, que en Capital siguen enfrentando con paros los ataques de Larreta, tenemos que tomar la defensa de la salud obrera y popular en nuestras manos: obligar a tomar las medidas sanitarias que verdaderamente frenen el colapso de la salud y protejan la vida del pueblo trabajador y preparar acciones en la más amplia unidad para lograr,por ejemplo, que las vacunas que están produciendose en el país, sirvan para el abastecimiento interno y no para ser vendidas en el exterior (ver página 3). Tampoco para la izquierda debería ser momento de focalizar en mostrarse en función de la campaña electoral
Apoyar, unir hoy todas las luchas es una necesidad para torcer el brazo a los Gobiernos y los empresarios y para que no nos condenen a exponernos al virus o la miseria.