A tan sólo dos meses del día internacional del Orgullo LGBTIQA+, a sólo una semana del aniversario de muerte del reconocido activista por los derechos LGBT Carlos Jáuregui, nos encontramos con un mensaje de odio a la diversidad que no es casual ni aislado.
El día de ayer, 26 de agosto, en una de las paredes del estacionamiento del famoso boliche de @turca_queen, apareció un fuerte mensaje de violencia hacia el colectivo LGBTIQA+. Pintado sobre un mural conmemorativo con los colores de la bandera del orgullo, el mensaje decía “Junio ya pasó, agosto va a pasar. Ya va siendo hora de que vuelvan al placard.”.
Este acto por supuesto no es el primero del que la Turca (como la conocemos popularmente a Ana Laura Nicoletti) es la víctima. Hace un año un grupo de fanáticos religiosos realizaban un ritual para “curar la homosexualidad” a las puertas de la disco.
Sin embargo, esta vez no es un simple mensaje inocente, es un mensaje eminentemente político en contra de los derechos conquistados tras años de lucha contra la persecución estatal y religiosa. Derechos que están peligrando porque la derecha reaccionaria está creciendo, apoyada en la bronca que justamente les trabajadores tenemos contra quienes nos han gobernado y empobrecido durante todos estos años. La derecha avanza porque aprovecha el descontento popular para manipular e imponer sus planes de dominación.
Tenemos que tener claridad sobre quiénes promueven este tipo de ideologías. Porque hoy se alinean detrás de un discurso por “la libertad”, pero pretenden encerrarnos e invisibilizarnos cuando ya dijimos que “al closet no volvemos más”. A estos sectores no les gusta la libertad de decidir sobre nuestras propias vidas, la libertad de decidir sobre nuestros propios cuerpos. No les gusta nuestro orgullo de mostrarnos como somos. Los sectores de ultraderecha aprovechan el crecimiento electoral de candidatos como Milei o Bullrich para descargar su odio con atentados del estilo que sufrió el mural de @carla.korla. No debemos permitir que sigan avanzando contra nuestros derechos. Por eso hoy más que nunca debemos redoblar nuestros esfuerzos para organizarnos y enfrentar tanto política como ideológicamente contra ellos.
Por otro lado, no podemos confiar en el gobierno actual, con Massa a la cabeza, ni en la justicia del Estado. Porque el oficialismo nos está obligando a pagar una deuda ilegítima con el FMI a costa de bajar nuestro nivel de vida, empujando a amplios sectores de trabajadores hacia la marginalidad y reduciendo el presupuesto para combatir la violencia y los crímenes por discriminación. Y la justicia siempre mira para otro lado, y muchas veces es la misma policía la que nos violenta, nos mata o nos desaparece. ¿Y el empresariado? Los empresarios sólo lucran con el slogan de la inclusión de las personas LGBTIQ+. Porque a la hora de la devaluación, todos juntos aumentaron sus precios, pero no los salarios. Ellos también son cómplices para empobrecernos.
En conclusión, nuestra defensa no debe ser sólo del colectivo, sino también de nuestras familias, amistades, compañeres de trabajo y de los sindicatos. La lucha es del conjunto de la clase trabajadora independientemente de los empresarios que lucran con el “mercado LGBTIQ+”.