Durante 2016, año que Francisco bautizó como Jubileo de la Misericordia, todos los sacerdotes del mundo podrán absolver a las personas que confiesen el pecado del aborto.
Es la primera vez que un Papa toma una determinación así. Para el código de derecho canónico el aborto es un pecado grave y merece excomunión, la expulsión de la Iglesia, y el perdón está reservado a los obispos.
En tanto que a los abusadores de niños, como el cura Grassi o a los torturadores como Von Wernich, preso por genocida, la Iglesia no prevé excomulgarlos, la máxima pena es que no puedan ejercer como sacerdotes.
Todos los medios celebran la noticia. ¿Significa esto que la Iglesia cambia de posición respecto del aborto?
El Papa responde a la gran presión social que existe en varios países donde el aborto no es legal, particularmente en América Latina y a situaciones en países donde el aborto es legal, en que la Iglesia ha intentado hacer retroceder ese derecho y ha sido derrotada por la movilización, como sucedió en España con la Ley Gallardón.
Pero las niñas y jóvenes pobres que se practican abortos ilegales y mueren a las puertas del hospital donde acuden cuando ya es tarde por temor a ir presas, las mujeres que sufren violaciones y quedan embarazadas, las que no tienen acceso a la educación sexual ni a los anticonceptivos, las obreras que trabajan por contrato y serían despedidas si continúan con su embarazo, no necesitan ser perdonadas. Necesitan educación sexual para prevenir, anticonceptivos para no abortar y derecho al aborto legal, seguro y gratuito, para no morir.
En Argentina, donde se realizan 500.000 abortos clandestinos por año, este debate está silenciado por las campañas electorales del kirchnerismo y de la oposición patronal.
Aprovechemos la proximidad del ENM para reabrirlo en los lugares de trabajo y estudio y exigir que se retome en el Congreso, donde un proyecto de legalización del aborto ya lleva cinco presentaciones sin siquiera debatirse.