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EL PLAN GRABOIS: ¿SOLUCIÓN O TRAMPA?

El dirigente de la CTEP, Juan Grabois, presentó junto a Pablo Moyano (Camioneros), Gerardo Martínez (UOCRA), Sasia (Unión Ferroviaria), y dirigentes del SMATA y de movimientos sociales (CCC, Barrios de Pie, Movimiento Evita, MTE, Frente Darío Santillán) el “Plan Marshall criollo”[1].

El plan, que debería comprometer inversiones por $750.000 millones anuales, fue consultado con Alberto Fernández y Cristina, y cuenta con el apoyo de las poderosas entidades empresariales, la oposición macrista y la bendición de la Iglesia católica.

El solo anuncio de crear millones de puestos de trabajo y desarrollar 4.000 asentamientos urbanos con parques industriales en el tercer cordón del Gran Buenos Aires y el interior del país para “repoblar” suena atractivo, en especial para cientos de miles de familias de desocupados que sobrevivimos en malas condiciones en el conurbano.

¿Será la solución para el problema del trabajo, el techo y la tierra -las “Tres T”- a que hace referencia el Papa, de quien Grabois es un colaborador destacado? ¿Qué tipo de proyecto puede tener el apoyo a la vez del oficialismo, la oposición macrista, los empresarios, la patota sindical, la Iglesia y una serie de movimientos sociales?

No todo lo que reluce es oro

El plan consiste en relocalizar millones de habitantes de las barriadas pobres en asentamientos urbanizados en pequeños pueblos del interior, o las zonas más alejadas del Gran Buenos Aires. Serían 170.000 empleos en blanco formales, más 4 millones de “empleos sociales”, con un salario de $10.000, para obras de construcción o esos “parques industriales”.

Es decir, se trata de poner a trabajar toda esa población, en condiciones informales, sin convenio, sin legislación laboral, totalmente precarizada, con salario deprimido. ¿Al servicio de quién? De manera directa, a las empresas que se localicen en esas zonas. Y más en general, al conjunto del empresariado multinacional y nacional. Sería una masa de trabajadores a bajo costo, para ser explotados en condiciones que la actual legislación argentina no permite. Se trata de imponer por una vía indirecta una enorme reforma laboral y flexibilización para un sector de los trabajadores, aceptando y naturalizando la precarización más absoluta.

El proyecto recuerda a las “maquilas” mexicanas (ver recuadro). Es evidente que esos nuevos parques industriales atraerían inmediatamente a cientos de empresas, que cerrarían sus plantas actuales para reubicarse en esos “parques industriales”, para cambiar sus actuales trabajadores, muy “caros”, por estos nuevos esclavos modernos.

Es decir, los nuevos puestos de trabajo precarios reemplazarán otros tantos trabajadores formales, bajo convenio. A la vez, con sus salarios deprimidos y condiciones laborales desrreguladas, tirarán “para abajo” las negociaciones salariales del conjunto de los gremios y presionarían para la pérdida de toda conquista laboral.

Como objetivo complementario, lograría que gran parte de la población más pobre abandonara la zona de Buenos Aires, lo que resulta muy conveniente para impedirles protestar o movilizarse por sus derechos ante el poder político central, previniendo nuevos 2001.

La razón de fondo de la unidad lograda por este proyecto, es que ganan todos. Los empresarios tendrán condiciones mucho más favorables. Los movimientos sociales, tendrán cautivos sus adherentes para siempre, además de “currar” con la gestión del proyecto. Los sindicatos, también sacan su tajada y ampliarán su base de recaudación, además de sus acuerdos con las patronales. La Iglesia, quedará con el mérito de haber hecho una “buena obra” para la economía patronal, habiendo velado por el “derecho al trabajo”. Y todo el régimen político, porque alejará de las instituciones centrales una masa popular revoltosa, que pelea por sus derechos, y que produjo un 2001.

Es decir, ganan todos los privilegiados, perdemos todos los trabajadores. Los que serían “beneficiarios” del plan, porque se condenarían para siempre a ser trabajadores esclavos, sin defensa: agarran esto o se quedan sin nada. Y el conjunto de la clase obrera, porque estará más precarizada, con un sector semiesclavo, y presionada a aceptar condiciones laborales cada día más desfavorables.

Un viejo plan de la Iglesia y el Banco Mundial

Este plan no es invento nuevo. Ya antes del 2001, a través de Cáritas, la Iglesia había propuesto algo parecido. En verdad son proyectos impulsados en conjunto con el Banco Mundial[2], para actuar ante la desocupación y precariedad creciente, previniendo explosiones sociales.

Una parte de estos mecanismos se utilizó en el 2001. Fueron los “planes sociales” generalizados, junto a una política de “microemprendimientos” financiados por el Estado. Nada de todo eso resolvió la situación de millones de pobres, que ante la nueva crisis están indefensos. Pero en ese momento permitió encontrar una salida capitalista a la crisis. La AUH posterior tuvo el mismo objetivo.

El objetivo de fondo es aprovechar la crisis y la miseria para imponer un cambio de calidad de las relaciones capital-trabajo. Es una vía de lograr las reformas laborales y  estructurales que disminuyan el costo laboral para favorecer las inversiones, a través de una recuperación cualitativa de la tasa de ganancia capitalista. Dicho de otro modo, que los capitalistas salgan de la crisis, haciéndosela pagar a la clase obrera.

No hay milagros: la única salida es obrera

Este plan no es ninguna solución. Al contrario, de aplicarse será un paraíso para los patrones y un infierno para los trabajadores. La solución no vendrá de un acuerdo con los empresarios, los partidos patronales, la Iglesia ni la patota sindical.

Necesitamos empezar a debatir una salida obrera a la crisis, que parta de poner todas las riquezas que producimos los trabajadores al servicio de las necesidades de la mayoría de la población. Para eso, hace falta luchar, derrotar a las patronales, sus partidos y  la burocracia sindical traidora, para imponer un plan económico  y un gobierno de los trabajadores, que desarrolle la producción expropiando a los capitalistas, deje de pagar la deuda y expulse a las multinacionales, iniciando el camino al socialismo.

¿Qué son las “maquilas”?

Se llama “maquila” en general a la tercerización de parte del proceso productivo de una determinada mercancía.

Específicamente, se popularizó a partir de la década del ’60 en el norte de México (Tijuana, Ciudad Juárez, etc.). Allí, enormes establecimientos con mano de obra intensiva y barata (mayoritariamente femenina), reciben materia prima de empresas norteamericanas y realizan parte de la fabricación del producto. Luego se extendió a  otros países. Las empresas multinacionales de EEUU aprovechan de ese modo la  mano de obra barata de países subdesarrollados.

Para favorecer la radicación, México abrió zonas libres de impuesto, donde se trabaja en condiciones de hacinamiento, con horarios indefinidos, sin derechos laborales ni sindicatos. Es semiesclavitud moderna, para la ganancia capitalista creciente.

Los polos industriales en nuevos asentamientos que propone Grabois, con empleo informal y bajos salarios, se parecer mucho a esto.

 

 

[1] En referencia al Plan Marshall financiado por EEUU en la posguerra mundial. Aunque se presentó como un plan para reconstruir Europa, en verdad tuvo un doble objetivo: favorecer la implantación de empresas yanquis para aprovechar los salarios deprimidos de los países europeos luego de años de fascismo y nazismo, e impedir el avance del comunismo en Europa.

[2] Ver: “Informalidad: escape e inclusión” , publicación del Banco Mundial (http://documents1.worldbank.org/curated/en/889371468313790669/pdf/400080PUB0SPAN101OFFICIAL0USE0ONLY1.pdf)