¿Qué votamos para enfrentar el ataque que viene?
Massa “lo dio vuelta”, contra el pronóstico de todas las encuestadoras. Ante el estancamiento de Milei y el retroceso de Bullrich, Unión por la Patria sumó cerca de 3 millones de votos más, lo que le permitió ubicarse en primer lugar, compartiendo el ballotage con el liberal.
Esto deja un final abierto, con posibilidades para cualquiera.
El pueblo argentino tiene que elegir entre dos proyectos patronales, sumisos del FMI, que solo prometen más padecimientos al pueblo trabajador.
¿Qué cambió?
Una parte de quienes se abstuvieron o votaron en blanco en las PASO, ahora fue a votar. Y en general, lo hizo por Massa.
El signo distintivo de las PASO fue la bronca contra las dos alianzas que gobernaron el país en los últimos 20 años. Esa bronca se expresó de dos maneras.
Un sector, con peso en sectores juveniles despolitizados, permitió a Milei salir primero en las PASO, contra todo pronóstico.
Otro sector, se expresó en la altísima abstención y voto en blanco. Fueron millones de ex votantes de Alberto y Cristina, completamente decepcionados del gobierno actual, y que no querían votar a la derecha.
Parte de estos últimos, percibió el peligro que representaba Milei y su plan. Y acudieron a votar por Massa, sin ninguna expectativa, con desprecio por el candidato panqueque, para que no gane Milei.
Las PASO estuvieron marcadas por una “ola” de rechazo a UP y JxC.
Estas elecciones, por una “contraola” que enfrentó a Milei y encumbró a Massa. Y que“pulverizó” a Juntos por el Cambio, que posiblemente deje de existir como lo que fue.
Este fenómeno se dio por una combinación de hechos. En primer lugar, el propio Milei, que nunca ocultó su programa y objetivos antiobreros y contrarios a los más elementales derechos democráticos.
En segundo lugar, el peronismo supo remarcar los aspectos más reaccionarios de ese discurso.
Junto a eso, un sector mayoritario de la gran patronal y el imperialismo se “jugaron” por Bullrich y atacaron a Milei, temerosos que un gobierno suyo intentara enfrentar de golpe al conjunto de la clase obrera y el pueblo.
Los trabajadores argentinos, pese a las traiciones del peronismo y la burocracia sindical, no están derrotados. Un ataque demasiado rápido y despiadado, puede desencadenar una reacción difícil de controlar. El 2001 está aún en la memoria. Y sin ir tan lejos, las jornadas de diciembre del 2017, que según Macri “quebraron” su gobierno. TN y La Nación militaron intensamente para perjudicar al liberal.
El resultado quedó como quedó, con final abierto.
¿Y ahora?
Veremos si la “contraola” de rechazo a Milei se mantiene y profundiza, o no. En cualquier circunstancia, el suyo es un proyecto macabro, de reivindicación de la Dictadura militar y las peores recetas económicas, calcadas de Martínez de Hoz o Menen-Cavallo, los gobiernos que más daño hicieron al pueblo trabajador.
Un proyecto de vuelta atrás de las conquistas democráticas que tanto nos costaron, como el derecho a luchar, o, en otro terreno, el aborto, la ESI, etc.
Ningún trabajador, joven o mujer que reclama y sufre debería votarlo. Es cierto que millones de jóvenes, e incluso de trabajadores, lo votaron creyendo que representa un cambio. Sería en efecto un cambio, pero negativo.
Muchos lo votaron por enfrentar a la “casta”, a los políticos y sindicalistas. Sin embargo, quiere cambiar una casta por otra: es admirador de la casta militar, empleado de los grandes empresarios, y se juntó con Barrionuevo.
La mayoría de la clase trabajadora, por su parte, opta por votar a Massa, para que no gane Milei o “la derecha”. Lo harán sin ninguna confianza. Nadie desconoce que Massa es hombre ligado a Washington, al riñón del FMI y los yanquis. Y que en Argentina es un mimado de los grandes capitalistas nacionales y extranjeros. Es un agente de ellos. Además, el kirchnerismo -que aún mantiene una cierta confianza de un sector de los trabajadores- quedará más debilitado en un gobierno Massa.
Massa y Milei no son lo mismo, tienen proyectos diferentes, pero ninguno es favorable a los trabajadores.
Con todo respeto, les decimos que no es salida. Pagará la deuda con nuestro esfuerzo. Quitará derechos, no parará la inflación. Es decir, seguiremos perdiendo salario y condiciones laborales, pese a medidas como las que tomó los últimos meses, parciales e insuficientes, que fueron campaña electoral. Con Massa seguiremos barranca abajo. Con él, continuarán al frente de los sindicatos los dirigentes patronales que los usurpan. Y lo peor es su promesa de gobierno de “Unidad Nacional”: un plan para gobernar junto a los radicales como Gerardo Morales, dirigentes del PRO, grandes empresarios y burócratas sindicales.
Lamentablemente, votarlo a él es apoyar y fortalecer un futuro gobierno que solo traerá más penurias. Que seguirá con un proyecto sumiso al FMI, que llevó la inflación por las nubes, y un aumento brutal de la pobreza, ya habló de Reforma Laboral, “premio por presentismo” a los docentes, prometiendo persecución a las luchas.
Es mentira que sirve para “enfrentar la derecha”, porque Massa mismo es un dirigente de derecha.
Para enfrentar a la derecha, estaremos en la calle los socialistas revolucionarios, junto a cientos de miles de trabajadoers y jóvenes peronistas, como lo hicimos en el 2001, o contra Macri en las jornadas por las cuales nuestro partido pagó con persecución y cárcel de dos dirigentes: Sebastián Romero (el del mortero) y Daniel Ruiz.
No votamos a ninguno
Por eso, llamamos a no votar, hacerlo en blanco o anular el voto. Para enfrentar a Milei y rechazar a la vez a Massa. Porque siendo diferentes, son ambos patronales y responsables de la catástrofe que es nuestro país. Insistiremos que la única salida para el país es una revolución socialista, un gobierno de los trabajadores y el pueblo.
El día después de las elecciones, gane quien gane, estaremos juntos en las fábricas y en las calles, en las universidades y escuelas, en cada barrio, enfrentando juntos los planes de hambre que nos impone el FMI y sus políticos, más allá de sus diferencias.
¿LA IZQUIERDA VOTA A MASSA?
Ante la brutal polarización, la izquierda mantuvo su caudal electoral. Sin embargo, no podemos ignorar que fueron elecciones que “patearon” el tablero en el que se jugaba desde hace 15 años. La bronca y el rechazo a todos fue fuerte, así como la demanda de cambio. Y no de cambio gradual o relativo, sino de un cambio profundo.
Esto representó una oportunidad para la izquierda. Más allá de si daría más o menos votos, estaba la ocasión de presentarse con un perfil revolucionario claro, disruptivo, de enfrentamiento completo con lo que existe. Con un programa por una revolución obrera y socialista, que expropie a todos los grandes capitalistas en beneficio de las mayorías. Con una reivindicación clara, categórica, de la lucha del pueblo palestino. Un campaña, en síntesis, revolucionaria.
Se perdió la oportunidad. Algunas frases ingeniosas como el “gatito mimoso” no pueden ocultar que no logró ubicarse como un punto de referencia más amplio ni en las elecciones ni hacia el futuro.
Ahora se abrió un debate en los principales partidos, sobre el ballotage. Está planteada la posibilidad que algunos o todos los partidos de izquierda voten a Massa. Sería grave que, presionados por el carácter de este ballotage, el FIT-U decidiera abandonar su principal capital: la independencia de clase. Además de la adaptación al régimen de democracia patronal, representaría un voto a una variante patronal, al peronismo nada menos. Y a un peronismo que es gobierno, que está en el poder. Es decir, sería un voto al gobierno actual. No pueden hacer eso en nombre de quienes los votamos hace años. No en nuestro nombre.