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ELECCIONES SINDICALES Y DE LA CGT, POR UNA ORGANIZACIÓN OBRERA PARA LUCHAR

Las actividades sindicales estuvieron “congeladas” por la pandemia. No hubo durante un año y medio asambleas ni plenarios de delegados “legales” en ningún gremio, como tampoco elecciones en los Sindicatos a nivel nacional, ni de seccionales, ni de Comisiones Internas y Cuerpos de Delegados en fábricas y establecimientos.

Todas las conducciones se mantuvieron con “mandato prorrogado” decretado por el Gobierno, que a la vez les mantuvo todos sus privilegios, a través del usufructo del aparato sindical para sus beneficios personales, las obras sociales controladas con sus ganancias millonarias para prestaciones lamentables, etc. Y las conducciones devolvieron gentilezas, batiendo el récord histórico de entrega de beneficios a favor de las patronales.

La ofensiva empresaria, bajo el argumento de la “crisis”, descargaron un ataque brutal sobre nuestras espaldas. Despidos, suspensiones con altas rebajas salariales, flexibilización y precarización, formas de contratación en condiciones de esclavitud. El resultado: el 50% de la clase trabajadora está en negro, sin convenios y la baja del salario fue abrupta: se perdió un tercio del poder adquisitivo, un 70% gana por debajo de la línea de pobreza.

Nos vimos obligados a resistir esos ataques -donde pudimos- de manera atomizada, por fábrica y casi siempre enfrentando el ataque combinado de las patronales con el Gobierno -a través del Ministerio de Trabajo y todos los beneficios que dio a los empresarios-, y de la propia burocracia de los Sindicatos, que si dijo presente fue solo para arrodillarse ante la patronal y hacer listas de despidos. En esas luchas, fue surgiendo un activismo que sufrió en carne propia el papel del gobierno de Alberto -al que mayoritariamente había votado- y de los burócratas peronistas. En el resultado electoral y la enorme abstención se expresó esa experiencia.

Nunca como ahora los trabajadores odiamos tanto a esos dirigentes. Si libremente se pudiera elegir representantes, no quedaría ninguno de estos traidores.

Ahora, se abre nuevamente la actividad sindical legal. Y con ello, se viene un reguero de elecciones en todos los sindicatos, a todos los niveles. Todo ello bajo la tutela y legalidad del Estado, los ministerios y la Justicia de la patronal, que jamás estuvo ni estará del lado de los trabajadores. Y en noviembre, la “normalización” de la CGT.

Un peligro, ¿una oportunidad?

En este marco, en los próximos meses se harán elecciones de los Sindicatos industriales, los estatales y de servicios. Y se está produciendo una crisis, con luchas entre fracciones burocráticas por el “queso”. En la UOM, por ejemplo, en diferentes plenarios de delegados realizados para elegir Juntas electorales, se dieron peleas entre diferentes alas de la conducción. Eso está pasando en otros gremios.

La burocracia sindical querrá en primer lugar arreglar asuntos internos, para luego intentar barrer toda Comisión Interna que no sea totalmente sumisa. Se abre un peligro, que es que aprovechen este proceso para sacarse de encima al activismo.

Pero a la vez, su crisis y la bronca de la base puede darnos una oportunidad para agrupar a los mejores compañeros, ver si es posible la pelea, o como mínimo organizarnos para luchas futuras.

En Sanidad Capital, por ejemplo, se logró formar una lista de oposición con peso de la izquierda. En las elecciones docentes, también hay una pelea en curso contra la conducción que avaló la presencialidad criminal a la que Gobierno y oposición condenaron a los contagios a pibes y docentes. En esa pelea, aparecen nuevas experiencias que pueden superar la profunda adaptación a un sindicalismo corporativo y atado a la legalidad de las corrientes “multicolor” (ver artículo de elecciones en Tierra del Fuego).

Pero es a nivel de fábrica, de Comisiones Internas y Cuerpo de Delegados donde puede llegar a expresarse, si existe, ese activismo. En Felfort, por ejemplo, se dio un nuevo triunfo de la CI combativa de la Lista Transparente en las elecciones de la Alimentación. En diversas fábricas, el activismo se intenta organizar, para ver las condiciones de dar batalla. Y donde no hay condiciones, seguir organizado.

Es así, porque esos organismos son los más pegados a la base, y donde se expresa más directamente tanto la voluntad del conjunto, como la bronca contra los dirigentes vendidos.

En ese marco, la definición de la cúpula nueva de la CGT aparece como algo muy lejano para nuestra clase. Es claro que necesitamos no solo una nueva dirección sindical y política, sino nuevas organizaciones obreras, adaptadas a la lucha contra el sistema patronal, y no dependientes de él.

Durante unos meses, esta pelea atravesará a la clase obrera argentina. Necesitamos dotarnos de un programa y una política para ella. Éste es un primer artículo en tal sentido, y continuaremos siguiendo el proceso y profundizando la posición de los socialistas revolucionarios ante la organización obrera.

UN NUEVO PROGRAMA PARA UNA NUEVA ORGANIZACIÓN OBRERA

Los sindicatos fueron una conquista de los obreros para la defensa de sus intereses inmediatos, en el marco del capitalismo. Los empresarios y sus gobiernos al principio los combatieron. Pero luego optaron por convertirlos en auxiliares del sistema de explotación. Para eso, corrompieron a los dirigentes y “estatizaron” las organizaciones sindicales, sometiéndolas a la legalidad burguesa. Hoy se trasforman cada día más en organismos controlados por la patronal para someter a los trabajadores[1].

Con la actual crisis capitalista y la excusa de la pandemia, que lleva a los gobiernos de todo el mundo a intentar aumentar sus ganancias liquidando toda conquista, rebajando salarios, con reformas laborales para devolvernos a condiciones de principios del siglo 19, es más claro que nunca que no se trata solo de cambiar los dirigentes de los sindicatos, sino de revolucionar completamente las formas y objetivos de la organización obrera[2].

En próximos artículos profundizaremos sobre esto. Nos limitamos por ahora a recalcar que nuestro programa tiene que iniciar por la más absoluta independencia de los sindicatos del Estado capitalista, y la mayor democracia sindical. Y cultivar los métodos de lucha con acción directa, de autoorganización, de coordinación de las luchas entre distintas fábricas junto a desocupados y todos los sectores oprimidos, el Frente Único obrero, fortaleciendo la autodefensa de las organizaciones, los reclamos y las decisiones de los trabajadores.

Eso comienza por barrer a los burócratas de los sindicatos. Pero solo comienza por allí, hasta lograr organizaciones obreras democráticas y de lucha contra el sistema capitalista, y por la independencia de nuestro país.

[1] “Existe una característica común en el desarrollo, o más correctamente en la degeneración, de las modernas organizaciones sindicales en todo el mundo; su acercamiento y su vinculación cada vez más estrecha con el poder estatal” – Los sindicatos en la época del imperialismo – 1939 – L.Trotsky

[2] Como dijo Trotsky: “No pueden seguir siendo reformistas, ya que las condiciones objetivas no dejan ningún lugar para cualquier reforma seria, duradera. El papel de los sindicatos en nuestro tiempo es, pues, o el de servir como instrumento secundario del capitalismo imperialista para la subordinación y el disciplinamiento de los obreros y para obstruir la revolución, o, por el contrario, el sindicato puede convertirse en el instrumento del movimiento revolucionario del proletariado”.