La provincia de Entre Ríos se encuentra movilizada, por aberrantes casos de femicidios ocurridos allí: ocho en 27 horas.
La cantidad de víctimas, el ensañamiento con que nos matan, nos violan, nos desfiguran, dan cuenta de un genocidio contra las mujeres. Como si quisieran hacernos desaparecer, como si cada herida infringida fuera parte de una destrucción consciente de nuestra feminidad.
Y Macri sigue aplicando su plan, los gobernadores, intendentes y parlamentarios apoyan un presupuesto para combatir la violencia machista que es una limosna, el aparato judicial continúa impune, sordo, ciego y putrefacto; todos permiten que esto siga sucediendo, como el telón de fondo de las noticias de la tarde. Prendo la tele y algún tipo le da una palmada en la cola a una piba a las doce del mediodía, mientras ella le sirve el café y él discurre amablemente sobre cosas que sí importan, no como esa piba a la que muestran como un pedazo de carne a disposición de quien quiera tocarlo. Y Juliana Awada que hizo su fortuna sobre el trabajo esclavo de costureras jóvenes y extranjeras, ahora hace una huerta en la quinta de Olivos y pretende erigirse como modelo de mujer. Y Susana le dice a miles que está bien ser mujeriego, peor sería que te gustaran los hombres; y que cachetearse dentro de la pareja cuando uno es joven es normal. Luego nadie entiende por qué pasan las cosas que pasan. Hay que indignarse, pero hay que indignarse antes del asesinato. Y después. Y mientras tanto.
Las movilizaciones de las últimas semanas en Paraná y en Concepción del Uruguay demuestran que las trabajadoras no aflojamos en la defensa de nuestros derechos. Ante un estado ausente, que destina millones a las empresas privadas (como la Ley de Presupuesto votada en el Congreso Nacional, que le condona 19 mil millones de pesos a las empresas proveedoras de energía eléctrica, aún habiéndoles aprobado ya el aumento de tarifas) salimos a las calles a decir #NIUNAMENOS. Las manifestaciones no son parte de un fenómeno fugaz; por el contrario reflejan el hastío y la crisis de un modelo que no puede garantizarnos nada y que nos exige todo, incluso nuestra propia vida.
El problema del machismo, que es la ideología que se esconde detrás de los femicidios, no se soluciona con más cupo en las listas para acceder al parlamento, no se soluciona con más mujeres en puestos de poder. Merkel es mujer y es la cara principal del ajuste en Europa. Cristina es mujer y nunca dió la pelea a fondo por los derechos de las mujeres a una salud reproductiva integral, que incluya la interrupción voluntaria del embarazo. Vidal es mujer y fue en contra del protocolo de aborto no punible. Algo no está bien en el discurso feminista que dice que el problema de las mujeres lo resolvemos las mujeres.
La violencia contra las mujeres la paramos entre todos los trabajadores. Somos quienes dimos cátedra el pasado 19 de Octubre, organizándonos por iniciativa propia, muy a pesar de las centrales sindicales, quienes se negaron a sacar un Paro Nacional por #NiUnaMenos.
Que las movilizaciones se repliquen en todo el país. Que no les demos tregua hasta que se declare la emergencia por violencia de género, hasta que los obliguemos a darnos la plata y los recursos que necesitamos. Que no nos callen más. Que no nos maten más.