Ernesto «Che» Guevara, la vida por un mundo socialista

 

Se cumple medio siglo del asesinato de una figura emblemática en la izquierda latinoamericana y mundial. El profesional universitario y rugbier criado en la clase media alta porteña, que terminó a la cabeza de la primera revolución socialista victoriosa del continente. El que elaboró teorías que se demostraron trágicamente erradas. El que renunció a sus privilegios para continuar la lucha por un mundo socialista. Sin alabarlo ni desdeñarlo, sin dejar de lado sus defectos ni sus virtudes; queremos recordarlo como un compañero caído, como un ejemplo de integridad revolucionaria y como un mártir de la revolución socialista.

Por: Nepo

Un 8 de octubre de 1967, Ernesto Guevara, el Che, era capturado por fuerzas especiales bolivianas, dirigidas por agentes de la CIA. Al día siguiente, sería ejecutado sin juicio alguno, y su cuerpo sería exhibido para luego ser enterrado en una fosa común, en la que fue hallado 30 años después: la misma práctica que fue- y es- usada en miles de casos de desaparición forzada.

Atrás había quedado un recorrido político y geográfico que lo llevó de ser un opositor a Perón quien abandonó una Argentina a punto de caer en las garras del imperialismo yanqui; a unirse a la guerrilla del Movimiento 26 de Julio comandada por Fidel Castro, que depuso al dictador Fulgencio Batista y llevó al poder, por primera vez en la historia moderna de nuestro continente, a los que nunca habían gobernado: las masas pobres y trabajadoras.

Conduciendo a Cuba al socialismo

El Movimiento 26 de Julio sufrió desde el primer momento el acoso del imperialismo yanqui, al que respondió con medidas anticapitalistas crecientes: primero fue la clausura de los antros de timba y prostitución de la mafia yanqui, luego la reforma agraria que dio tierras a los campesinos; y finalmente la expropiación de las principales empresas, la estatización del comercio con el extranjero y la planificación centralizada de las actividades económicas; confirmando así el carácter socialista de la revolución.

Cada una de esas medidas socialistas contaron con el Che entre sus impulsores; y a medida que el gobierno de Fidel Castro iba girando hacia la izquierda, Guevara iba ocupando lugares más importantes en el gabinete: pasando de impulsar la reforma agraria a dirigir la industrialización, para luego encabezar el Ministerio de Economía.

Desde esos puestos, se opuso a los planes “desarrollistas” del imperialismo, a los que desenmascaró en 1961 en una conferencia de la OEA en Punta del Este, y trató de impulsar la unidad económica de los países del tercer mundo como forma de mantenerse independientes tanto del imperialismo como del bloque soviético; mientras tanto, trataba de superar la dependencia cubana de la producción de azúcar, con una industrialización acelerada.

Fue en este último punto en dónde el Che mostró su punto débil, al querer imponer sus políticas e ideas desde arriba, sin la menor consulta a las bases obreras. Eso condujo al fracaso a la buscada industrialización, y a Cuba a la dependencia de la Unión Soviética; lo que en más de una manera fue una derrota política para Ernesto Guevara.

El Che nunca tuvo buenas relaciones con el estalinismo, pero se deterioraron definitivamente mientras se desempeñó como Ministro de Economía. Desde ese puesto acusó a la Unión Soviética de perjudicar a sus aliados, e incluso denunció -en sus “Cuadernos de Praga” -que los dirigentes soviéticos estaban restaurando el capitalismo con sus medidas económicas, algo que la historia terminó de confirmar algunos años después.

Su experiencia con la Unión Soviética terminó de convencerlo de que la Cuba socialista solo podría salvarse si se la revolución se expandía a otros países; con lo cual trató de poner en pie organizaciones revolucionarias internacionalistas como la OSPAAAL u OLAS (1).

El guerrillerismo: su mayor error

Desgraciadamente, esta ruptura revolucionaria con la política estalinista de “coexistencia pacífica” con el imperialismo, lo llevó a cometer su mayor error político: el desarrollo y difusión de sus teorías guerrilleristas, principalmente la teoría del “foco” guerrillero.

Esta teoría partía de tres premisas erróneas: el carácter excluyentemente rural de la lucha revolucionaria, la exhortación al enfrentamiento directo con las fuerzas armadas de los estados capitalistas, y la creencia de que la mera existencia del “foco insurreccional” podía generar por sí sola las condiciones para que se produzca una revolución(2): es decir, que “los de abajo” se cansen de sufrir la explotación, hambre y miseria; al punto de impedir a “los de arriba” el proseguir con normalidad su dominación y su saqueo a la sociedad.

Deslumbrados por los triunfos revolucionarios en Cuba, miles de jóvenes luchadores se lanzaron a organizar focos guerrilleros a lo largo del continente, con resultados catastróficos: una generación de valiosos revolucionarios exterminada, fortalecimiento del aparato represivo, dictaduras fascistoides…

El error del Che Guevara no era promover la lucha armada, ya que es la propia dominación del imperialismo y sus socios la que la impulsa, cada vez que recurre al asesinato en masa para defender sus privilegios: basta con ver lo que pasa en Cataluña o en Siria para confirmarlo. El error del Che, fue sostener que la acción militar de un puñado de iluminados- para colmo, basados en un medio rural en una época en que la población se estaba volcando ya a las ciudades, y en que la lucha la encabezaban los obreros y la población urbana- podía reemplazar a la lucha de las masas; a las que relegaba a un papel pasivo, de soporte a aquéllos.

Por esa razón, la corriente política que dio origen al PSTU y la LIT-CI rechazó siempre las teorías guevaristas. Para nosotros, como diría Marx, la liberación de los trabajadores es obra de los propios trabajadores, de su lucha; y el papel de la organización revolucionaria es convencer a sus mejores activistas de luchar por una salida socialista, organizándolos para llevar a cabo un programa político que tenga ese objetivo (3).

Un legado de integridad moral

 

Pero, aunque sus errores le trajeron a la revolución más problemas que soluciones, problemas que no se pueden relativizar ni exculpar,  no se puede dejar de reconocer que el Che vivió por y para la lucha revolucionaria por un mundo socialista. El haber tomado ese rumbo fue lo que lo llevó a impulsar el giro socialista en la Revolución Cubana, a romper con la transa de la Unión Soviética, y a tratar de impulsar la lucha guerrillera en otros países, lo que le costó la vida.

Fue un revolucionario recto y honesto, y así lo recordamos. No como un teórico ni un dirigente, sino como un ejemplo de moral revolucionaria, de integridad a imitar. Una moral que hace difícil imaginarlo- si hubiera sobrevivido-  junto a la camarilla cubana que devolvió la isla al capitalismo al tiempo que reforzaba su dictadura sobre el sufrido país; o involucrado en chanchullos políticos con gobiernos reaccionarios, como es el caso de la ex montonera Patricia Bullrich.

En ese sentido, en función de su íntegra entrega a la revolución, tal vez su mayor legado sea el que plasmó en la carta de despedida a sus hijos, a quienes pedía que “sean capaces de sentir en lo más hondo, cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte de la tierra. Esa es la virtud más linda de un revolucionario”. En la lucha por la regeneración socialista de la humanidad, hacemos nuestras estas palabras de Ernesto “Che” Guevara.