Se cumplen cien años del nacimiento de una de las mujeres más notables de la política argentina en el siglo XX, cuya corta vida tuvo todos los elementos necesarios para convertirse en la leyenda y figura que el peronismo construyó; remarcando sus costados más emotivos y personales, y dejando de lado todo aspecto polémico, para poder usarla no solo como bandera propia, sino como un símbolo de contención para aquellos sectores que tendían a romper la disciplina peronista, y buscar una alternativa revolucionaria, e incluso para atraer nuevos sectores en lucha a ese desprestigiado movimiento. Por eso es necesario confrontar el mito con la Evita real, para desnudar la realidad del peronismo y sus sucedáneos, garantes del dominio patronal e imperialista sobre nuestro país
Por Nepo
Nacida en Los Toldos, cerca de Junín, un 7 de mayo de 1919, fruto de una relación extramatrimonial de un estanciero con la hija de unos peones rurales, y habiendo accedido al mundo de la actuación en su adolescencia; Evita pasó de ser una nena humillada en una familia humillada por su condición de hijos “extramatrimoniales” hasta llegar al centro del poder. De ser una simple actriz; a ser el eje de una obra de asistencia social sin precedentes en un país con grandes bolsones de pobreza. De la frivolidad, a la oradora que se ganó el amor de los sectores más postergados y el odio de las clases dominantes. Y todo eso en solo 33 años de vida, sellados con su trágica muerte.
Todos estos factores, son más que suficientes para forjar un ícono, una figura que represente los valores y visiones de cualquier movimiento, y así lo hizo el peronismo: el culto a la personalidad de Perón y Evita, que ya era fuerte, dio un salto con la muerte de esta; plasmado en un multitudinario sepelio, y en el embalsamamiento de su cadáver, con la idea de que permaneciera como centro de culto en la CGT. Y la brutalidad gorila del golpe del ´55, cebado contra su cuerpo; no hizo más que acrecentar la leyenda.
El lado oscuro de un ícono
Así, en base a este relato de discursos fogosos, odio de los poderosos, y ayuda a los más necesitados; el ala izquierda del peronismo se construyó la imagen de Evita “revolucionaria”, que fue sobreviviendo, mutando, hasta la fecha; incluso presentándola como luchadora por los derechos de la mujer.
Pero la Eva Perón verdadera poco tenía en común con este imagen. La Eva Perón de verdad es la que encarnó el apoyo peronista a la dictadura de Franco en España. La Eva Perón de verdad, militó abiertamente favor de la sujeción de la mujer al marido y a las tareas domésticas. La Eva Perón de verdad se ganó el fastidio de lo mejor del activismo obrero debido a su autoritarismo y patoterismo.
La “dueña” de la CGT
Pero su papel político más destacado (y justamente, el que peores consecuencias tuvo para la clase trabajadora) fue como parte central de la política de Perón para hacer de la CGT un órgano dependiente del gobierno.
La CGT, pese a su relación estrecha con Perón desde los días en que era ministro, mantenía una relativa independencia en los primeros años, contando incluso con una organización política: el Partido Laborista. Pero Perón no podía tolerar un movimiento obrero poderoso y autónomo; por lo que decidió disolver el Partido Laborista, e imponerle a la CGT dirigentes escogidos por él.
En este proceso Evita fue fundamental. Así lo decían los compañeros del PST, partido antecesor del PSTU: “Evita jugó un papel importante en este engranaje [de domesticación de la CGT]; su carácter plebeyo, por el cual era odiada por toda la oligarquía y la pequeña burguesía, y su paternalismo hacia los sectores más atrasados del proletariado, estuvieron al servicio del control totalitario del movimiento obrero. Fue el aspecto emotivo, demagógico, de ese proceso que reemplazo la lucha de clases por las concesiones otorgadas desde arriba”
No necesitamos figuras fabricadas
Esto no quita el gran e imprescindible trabajo realizado por la Fundación Evita, que sacó del hambre a miles de personas. Ni tampoco justifica las barbaridades de la oligarquía contra Eva Perón, motivadas tanto por el odio a los pobres como por su desprecio a las mujeres; característicos del sector que aún sigue teniendo el poder en el país.
Pero tampoco podemos permitir que se la presente como una heroína incuestionable, especialmente si quienes lo hacen tienen el objetivo último de imitar lo que Evita hizo con la CGT: abortar cualquier intento de autoorganización de la clase obrera y el pueblo pobre, para someterlo a un partido patronal.
No necesitamos que una “abanderada de los humildes” sometida a un líder mesiánico invente un capitalismo generoso que nos brinde concesiones: ya probamos ese camino, y el peronismo nos quitó y nos quita el doble y el triple de lo que les dio a nuestros antepasados. Lo que necesitamos, es organizarnos para arrancarle a la patronal todo aquello que producimos y nos roban. Necesitamos que las trabajadoras no solo no queden encerradas en sus casas, sino que estén en la primera fila de la lucha; ajustando cuentas con siglos de opresión y explotación. Y no necesitamos líderes patronales mesiánicos, sino que la clase obrera y el pueblo trabajador gobiernen este país a través de sus organizaciones; con sus mejores luchadoras y luchadores agrupados en un partido que luche no por un capitalismo más generoso, sino por un mundo libre de explotación e injusticias, un mundo socialista.