ÉXODO JUJEÑO: UNA HAZAÑA OLVIDADA

Un 23 de agosto de 1812 comenzaba el «Éxodo Jujeño»: la evacuación hacia el sur de toda la población de San Salvador de Jujuy, comandada por Manuel Belgrano: una acción que fue la clave para asegurar nuestra Primera Independencia, pese a los obstáculos de los ricos y el poder porteño.

El Alto Perú, hoy Bolivia, estaba siendo duramente golpeado por la represión colonialista en el momento en que el gobierno surgido de Mayo de 1810 le dio a Belgrano la orden de hacerse cargo de los ejércitos patriotas que luchaban allí. La derrota en Huaqui había agravado la situación de las fuerzas revolucionarias, y los ejércitos del Rey amenazaban a las actuales provincias del norte. Para completarla, desde Buenos Aires no solo no enviaron refuerzos, sino que mandaron la orden de evacuar.

Tierra arrasada

Sin dejar de protestar por tener que abandonar a su suerte a los revolucionarios altoperuanos, Belgrano se dispuso a cumplir la orden de evacuación del Primer Triunvirato. La idea era no dejar nada que pudiera servirle a los realistas en su invasión: ni comida, ni agua, ni bienes. Todo debía despacharse hacía el sur o llevarse puesto.

El pueblo pobre se sumó sin inconvenientes. Aparte de que no tenían nada que perder evacuando, sus simpatías estaban con la revolución contra un orden colonial que los condenaba a una vida miserable.

Pero entre los ricos, la cosa era diferente: más allá de que había no pocos partidarios de la tiranía española, el solo hecho de ceder el control sobre sus propiedades les parecía el mayor de los horrores. Para estos no había ningún interés mayor que el de sus propios negocios, y a ellos pretendían subordinar la vida política: cualquier parecido con la política de los «anticuarentena», no es ninguna casualidad.

Pero a diferencia de los políticos serviles a los empresarios de la actualidad, a Belgrano no le temblaba la mano: simplemente amenazó con fusilar a quien pusiera obstáculos o se negara a cumplir la orden. Esa actitud salvó cientos de vidas… y a la propia Independencia.

El éxodo se planta en Tucumán

El pueblo jujeño se puso en marcha ese 23 de agosto, comandado por Manuel Belgrano y custodiado por una partida al mando de Díaz Vélez, que le cerró el paso a los españoles derrotándolos en Las Piedras (Salta).

Viendo esto, teniendo en cuenta el esfuerzo del pueblo jujeño, y contando con el fervor patriótico del pueblo tucumano, Belgrano decidió desobedecer la orden del Primer Triunvirato de continuar la evacuación hasta Córdoba, y se plantó en Tucumán para enfrentar a las fuerzas coloniales que los superaban en armas y en número… y las derrotó categórica y decisivamente.

La batalla de Tucumán invirtió el curso de la guerra revolucionaria hacia el lado de la Independencia, y reforzó las posiciones políticas de los partidarios más decididos de la revolución. Y todo gracias a los aciertos estratégicos de Belgrano: un abogado sin mayor formación militar, pero con una clara visión política.

El pasado y el presente

Está gran hazaña olvidada, que ayudó a consolidar la Independencia en el norte de la actual Argentina, se logró “pese a” y “no con la ayuda de” los sectores más ricos y acomodados de esa región y del país.

Aún cuando estas clases sociales estaban llamadas a ser quienes dominasen el país por nacer, aún cuando entre sus filas contaban con sectores verdaderamente revolucionarios, esas clases sociales demostraban ya su cobardía y mezquindad. La masacre que hoy la familia Blaquier y sus políticos, abandonando al pueblo jujeño a la muerte por Covid-19, no es más que una expresión actual de eso.

El camino trazado por Belgrano, de poner a los recursos de la economía al servicio de la liberación nacional y del fin de la opresión social, hoy exige organizar la pelea por una Segunda y Definitiva Independencia. Derrocar el poder político de la patronal imponiendo un gobierno de los trabajadores y el pueblo. Ese es el objetivo del PSTU.