La derrota del PJ provocó un tembladeral en el principal aparato político que viene garantizando la gobernabilidad en la Argentina. Ya empezaron los pases de facturas. El kirchnerismo culpa a Scioli de la derrota por ser demasiado tibio y “poco defensor del modelo”. Y desde el sciolismo anuncian en la pelea por el ballotage “Scioli volverá a ser Scioli”, es decir, empezará a despegarse de Cristina intentando captar el voto opositor. Aníbal Fernández, quien podría decirse que fue el padre de la derrota, habla de “fuego amigo” y de supuestas “traiciones” al interior de su fuerza política. Viniendo de su propia boca y de un partido donde se pasan de un lado a otro al mejor postor sin ningún tipo de problema puede resultar curioso. Es solamente otro símbolo de este sistema decadente.
Esto no significa que no van a dar pelea. Más allá de disputas internas, el aparato del PJ, herido y con crisis internas, volverá a unificarse para dar pelea, por lo cual no puede descartarse que gane finalmente Scioli las elecciones. De todos modos debe remontar una cuesta muy pronunciada, un 65 % de votos en contra, y a dirigentes opositores como Massa y Stolbizer insinuando que apoyarán a Macri en la segunda vuelta.
Gane quien gane las elecciones en el ballotage solo podrá gobernar mediante un complejo y trabajoso sistema de acuerdos políticos, como el que está llevándose adelante ahora mismo en la Provincia de Buenos Aires para aprobar el presupuesto 2016. Si gana Scioli encontrará a los principales distritos del país bajo control de la oposición, y si gana Macri, deberá acordar sí o sí con el PJ para evitar que el país se le haga ingobernable. En un cuadro de crisis mundial del capitalismo, el agravamiento de la crisis económica, la escasez de reservas en dólares, la escalada inflacionaria, pone a la burguesía ante un complejo panorama, opuesto al que el país tuvo en los diez años anteriores.
En la última década el kirchnerismo gobernó con el control mayoritario del poder, el parlamento, los distritos y las gobernaciones. Ahora, tras las elecciones presidenciales del 2015, la Argentina enfrenta la disyuntiva de llevar adelante el ajuste más importante de los últimos tiempos con un PJ golpeado y un régimen político inestable, que únicamente podrá sostenerse con interminables y trabajosas negociaciones entre el PRO, el PJ, los opositores y la burocracia sindical.
Por otro lado, hay que señalar que el despegue electoral de Macri y el avance del PRO, brinda la chance al propio régimen político imperante de empezar a recomponer una alternativa política a escala nacional por fuera del FPV, que permita ir diluyendo la fragmentación que actualmente ofrecen las alternativas patronales en el mapa político del país. Esto no es nuevo. Desde hace años “Néstor”, “Cristina” y “Mauricio” vienen trabajando en esta falsa polarización, intentando volver a la vieja alternancia entre dos partidos, como la que había antes del 2001. Más allá de los arrebatos desesperados, fue el propio kirchnerismo quien fortaleció al PRO como la alternativa electoral que puede sacarlo del poder.