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FRENTE AL REBROTE DE CASOS

¡Vacunas para todos y todas!

La Argentina se encuentra indudablemente atravesando la segunda ola de contagios de COVID-19. Un promedio de 12 mil casos detectados diarios y el haber superado las 45 mil muertes lo confirman. La tasa de positividad  ha superado el 20% a principio de año en algunas regiones como en la Ciudad de Buenos Aires, cuando los especialistas recomiendan que no supere el 10%. Esto indica que la cantidad de testeos realizados es muy baja en relación a lo que se necesita. Pero hay más, tomando las cifras desde el comienzo de la pandemia, la positividad total alcanza el 80%.

Mientras tanto en el mundo se han descubiertos nuevas cepas, más contagiosas. Algunas de ellas ya están circulando en Argentina. Se vuelven a cerrar fronteras, y regresan varias restricciones. Pero el capitalismo no quiere parar.

Gobiernos como el de Fernández eligen limitar la vida nocturna (y a medias, por la presión del turismo y los empresarios gastronómicos) como si el virus solamente se transmitiera de noche. Como si viajar a trabajar en un vagón o en un colectivo repleto no sea peor que una fiesta clandestina, o como si los lugares de trabajo no fueran foco de contagio. O como si los chicos que cada vez insisten más en mandar a las escuelas no transmitieran el virus.

Una vez más cuidarse del virus es un privilegio de quienes más tienen, de los poderosos. Trabajadores y trabajadoras nos vemos obligados a caminar por la cuerda floja entre contagiarnos o no trabajar y quedarnos sin techo y sin un plato de comida para nuestras familias.

Esta fue una constante de este Gobierno durante la pandemia. Mientras los empresarios podían realizar tranquilos la cuarentena en sus casas, el Gobierno habilitaba cada vez más ramas y servicios como esenciales, mandando al pueblo trabajador a contagiarse con la excusa de protocolos en la mayoría de los casos insuficientes, en lo que denominamos una fase empresarial, hoy debe haber una cuarentena rigurosa, con el 100% de los salarios garantizados, 82% de jubilación, ningún despido y 30.000 de IFE mensual para todos aquellos que no tienen ingresos.

Comenzó la vacunación

Frente a esta situación, la carta ganadora del Gobierno para no volver hacia atrás fue la llegada de la vacuna. La vacunación ya comenzó en varios países del mundo y se anunció como “el principio del fin de la pandemia”.

Sin embargo, la realidad es que tan solo 300 mil dosis están aplicándose en el país en este momento. La producción de vacunas a nivel mundial está muy por detrás de la necesidad y, aun así, los gobiernos como el de Alberto Fernández insisten en avanzar hacia la “nueva normalidad”.

Y esto obedece a un hecho. En la sociedad capitalista, aún con una pandemia que se ha cobrado la vida de millones, hasta la salud es un negocio. Por eso tenemos a una variedad de empresas farmacéuticas en una carrera por desarrollar la mejor vacuna para facturar millones con ella. En vez de poder contar con el trabajo en equipo de los mejores científicos de todo el mundo para llegar a la mejor solución. La misma lógica se aplica a la producción y distribución de la vacuna.

Los estados invierten, las universidades investigan y avanzan en los resultados, pero las ganancias van a los bolsillos de los dueños de Pfizer, AstraZeneca o Moderna. En algunos casos como el de nuestro país, es el Estado quien paga millonarias sumas por la vacuna. Durante la negociación con Pfizer, por ejemplo, se filtró que la multinacional exigía, entre otras cosas, una ley de glaciares como garantía. En otros lugares, la distribución comenzará siendo privada. O sea, accederán a la vacuna quienes puedan pagarla.

El pueblo trabajador no puede esperar en base a la rentabilidad del negocio farmacéutico. No podemos seguir perdiendo la vida, mientras los empresarios están cómodos en sus mansiones lujosas. Ellos, que no dejaron de lucrar aún con la pandemia y la crisis, tienen que ser los responsables de garantizar la vacunación. Que sean las grandes multinacionales como las mineras y petroleras en la Patagonia, o General Motors en Rosario quienes tengan que poner el dinero para compra y distribución de las vacunas mediante aumentos de las regalías, impuestos progresivos, etc.

 

La vacuna debe ser de la clase obrera

La vacuna debería ser patrimonio de la humanidad y no de un puñado de multimillonarios. Por eso planteamos la que se declare de utilidad pública las vacunas para que se reproduzca sin objeciones ni litigios legales comerciales por las patentes o regalías leoninas a laboratorios multinacionales, necesitamos la unificación de todos los sistemas de salud del país, para que entre otras cosas se trabaje sobre una única vacuna lo más eficiente posible, y su producción en masa inmediata, en cada lugar donde sea posible, está medida se debe realizar con la expropiación y estatización de todos los laboratorios, fábricas de medicamentos y establecimientos clínicos bajo control de los trabajadores.

Para esto es necesario romper todas las cadenas que nos atan a las potencias imperialistas, a las multinacionales y los grandes bancos. Dejar ya mismo de pagar la estafa de la deuda externa.

Necesitamos una verdadera cuarentena

Mientras no se pueda garantizar la vacunación masiva, es necesario instalar una cuarentena como debió ser desde un principio, garantizando el sustento para todas las familias trabajadoras, pobres y para los pequeños comerciantes. Y que solamente sigan funcionando los servicios realmente esenciales. Parte de esto es terminar con la farsa de la vuelta a clases presenciales, y también de la virtualidad, que en las condiciones en las que se dio, no garantiza ninguna calidad educativa para los chicos y precariza a los docentes.

Que los dirigentes sindicales y sociales se pongan al frente

Exigimos que inmediatamente los sindicatos, los movimientos sociales, las centrales y las comisiones internas se pongan en movimiento para defender la vida del pueblo trabajador. La salida a la pandemia debe ser discutida en cada puesto de trabajo, en cada barrio, en todo lugar donde se pueda. Y tenemos que empezar a organizar la pelea por poner en marcha esa salida.

Debemos confiar en nuestra propia fuerza

Esta guerra al virus la podemos ganar si los trabajadores y las trabajadoras logramos impulsar la lucha por expropiar la vacuna para el bienestar de la sociedad, que esta pelea no es aislada de las demás peleas que se llevan adelante por salarios, por el medio ambiente, contra el hambre y los despidos, los derechos de nuestras compañeras mujeres y la juventud.
Por eso hay que unificar todos los reclamos comenzando porque la vacuna sea para todos, que el estado la garantice de una vez pero como no confiamos en ellos también debemos poner en pie comités de control para dar seguimiento para que se aplique en barrios, escuelas y fábricas.
Sabemos que el virus no respeta fronteras, los trabajadores y trabajadoras tampoco los respetamos por eso esta pelea es a escala internacional con todos nuestros hermanos y hermanas de Latinoamérica y el mundo.