Sangre derramada en toda Palestina en los 75 años de la Nakba
Más de 130 palestinos han sido ya asesinados por las fuerzas de ocupación israelíes solo en 2023. En los últimos días de una nueva ola de bombardeos criminales en Gaza, 31 de sus habitantes perdieron la vida, incluidos niños y mujeres. Una de las mayores injusticias de la era contemporánea lleva siete décadas y media funcionando a todo vapor.
Han pasado 75 años desde la Nakba, catástrofe palestina desde la formación del Estado racista de Israel a través de la limpieza étnica planificada el 15 de mayo de 1948. En ese período, en apenas seis meses, las bandas paramilitares sionistas –fuertemente armadas por la Unión Soviética bajo Stalin, a través de Checoslovaquia– expulsaron violentamente a 800.000 palestinos de sus tierras y destruyeron casi 500 aldeas. Unas 20.000 personas fueron asesinadas en el proceso, incluidos genocidios deliberados en decenas de aldeas que sirvieron como propaganda para la limpieza étnica.
La sociedad desde entonces ha estado completamente fragmentada. Hoy hay 13 millones de palestinos, la mitad en campos de refugiados/diáspora, privados del legítimo derecho de retorno. La otra mitad –en áreas ocupadas en 1948 o en 1967¬– enfrenta racismo institucionalizado, apartheid, colonización continua y limpieza étnica.
En los 75 años de la Nakba, los palestinos se ven abandonados por la llamada comunidad internacional, con razón, ya que esta sigue siendo históricamente cómplice de la catástrofe; resistir para ellos no es una opción, es su existencia. La juventud que no tiene nada más que perder ha dado su vida por la libertad, incluso más recientemente adoptando formas de resistencia armada.
Para quien tuvo robado hasta el mañana, parafraseando al poeta palestino Mourid Barghouti, la muerte está al acecho desde su nacimiento. E Israel ha asesinado de diferentes maneras: a principios de mayo, el sheikh Khader Adnan pereció después de 87 días de huelga de hambre, en la celda donde fue arrojado sin ninguna acusación formal –en el sistema de detención administrativa en el que más de mil presos políticos palestinos están sometidos, de un total de 4.900, incluyendo mujeres y niños. Era su duodécimo paso por las sórdidas cárceles israelíes y su sexta huelga de hambre contra la injusticia que, como su pueblo, vivía. El sheikh Khader Adnan –que era panadero en su aldea, Arraba, y distribuía pan a los niños– murió de hambre.
Crisis interna
La resistencia y la indignación por el asesinato de quien era bastante popular entre los hombres y mujeres palestinos, ha sido utilizada como excusa para que Israel se defienda. De hecho, las vidas palestinas no importan; la masacre en curso en la estrecha franja de Gaza, donde viven hacinados 2,4 millones de palestinos –y bajo un inhumano asedio desde hace 16 años–, pretende desviar la atención sobre la crisis interna que enfrenta el sionismo sin máscaras, con la “extrema derecha” en el gobierno, en un intento también por revertir la caída libre del apoyo a Netanyahu y su coalición. La búsqueda de ganancias políticas a expensas de la sangre palestina no es nada nuevo.
Según un informe publicado en Al Jazeera, una encuesta del Canal 2 de la televisión pública sionista reveló que 74% de los israelíes considera que el gobierno lo está haciendo mal. Son meses de gigantescas protestas contra la pretendida reforma judicial propuesta por Netanyahu, a las que se han sumado y han liderado reconocidos asesinos del pueblo palestino. El pasado 6 de mayo, más de 100.000 personas salieron a las calles de Tel Aviv, izando la bandera sionista bajo el lema de que la llamada democracia israelí está amenazada: una farsa. No hay democracia bajo apartheid. Cualquier denuncia, aunque sea mínima, de la segregación y el racismo intrínsecos a un Estado colonial como Israel, enclave militar del imperialismo en la región de Medio Oriente y el Norte de África, no es bienvenida entre quienes defienden su “democracia” etnocrática.
La crisis interna se extiende al corazón del imperialismo, Estados Unidos. Miles de jóvenes y organizaciones judaicos como la Jewish Voice for Peace [Voz Judía por la Paz] y la Rede de Judeus Antissionistas [Red de Judíos Antisionistas] dicen: “No en nuestro nombre”. Muestra de ello es la repercusión de la protesta, que tuvo lugar el 11 de mayo, de más de dos docenas de periodistas exigiendo justicia en el caso del asesinato, de hace un año, de su colega palestina-estadounidense Shireen Abu-Akleh, cuando trabajaba en Jenin, por un francotirador israelí.
Más: el fracaso del congresista republicano Kevin McCarthy para impedir la celebración el mismo día 11 de un acto por el 75 aniversario de la Nakba promovido por la congresista demócrata estadounidense-palestina Rashida Tlaib, junto a la Voz Judía por la Paz, en las instalaciones del Capitolio. La sala, próxima al Senado de los Estados Unidos, estaba repleta.
Tlaib presentó una resolución a la Cámara de Representantes de los Estados Unidos por el reconocimiento de la Nakba. La propuesta dice que sin enfrentarlo y “remediar sus injusticias contra el pueblo palestino”, no se puede establecer una “paz justa y duradera”. El texto muestra que la Nakba está en la raíz del problema.
En el acto de este miércoles, Tlaib fue categórica: «Lo digo alto y claro al presentar una resolución histórica en el Congreso: la Nakba sucedió en 1948 y nunca terminó». La acción es parte del proceso de decadencia del sionismo en el seno de la sociedad, con sus crímenes contra la humanidad cada vez más difíciles de soslayar. Existe una creciente presión en el Congreso de los Estados Unidos contra el envío anual de miles de millones de dólares en ayuda militar estadounidense a Israel.
No obstante, y a pesar de la iniciativa de Tlaieb, el Partido Demócrata es plenamente cómplice de los crímenes y expolio cometidos por el Estado de Israel. Históricamente ha apoyado su financiamiento, y más recientemente las leyes que criminalizan en los EEUU toda crítica del sionismo. El pasado 25 de abril, el Gobierno de Biden sacó una declaración pública, “felicitando” al estado sionista por su 75 aniversario y “reafirmando la amistad duradera y compromiso a la seguridad de Israel” de su administración.
Solidaridad urgente
Esto se refleja en cada vez más victorias del movimiento BDS (boicot, desinversión y sanciones), como la cancelación de la Feria de las Universidades Israelíes en la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp) a principios de abril pasado y la suspensión de acuerdos entre la ciudad de Barcelona e Israel.
Fortalecer este movimiento y exigir de todos los gobiernos, cómplices del apartheid y la colonización sionistas, el fin de las relaciones con el racista Estado de Israel es parte de la lucha internacionalista contra la explotación y la opresión en cualquier parte del mundo. Una lucha conjunta con los aliados de la causa palestina, trabajadores y trabajadoras, sobre todo los que enfrentan el genocidio pobre y negro en las periferias y el exterminio indígena con las mismas armas israelíes, probadas en “conejillos de indias” palestinos y luego compradas por los gobiernos, y también contra los judíos antisionistas.
Al mismo tiempo, en el curso de esta lucha, es necesario resolver la crisis de dirección revolucionaria palestina, así como reconocer y enfrentar a los clásicos enemigos de la causa palestina, identificados por el revolucionario palestino marxista Ghasan Kanafani (1936-1972) en su obra A revolta de 1936-1939 [La revuelta de 1936-1939] (Editora Sundermann): además del imperialismo/sionismo, los regímenes árabes, que avanzan en su normalización con Israel; y la propia burguesía árabe-palestina, que antepone el lucro a la liberación de su pueblo. Ejemplos son empresarios que aprietan las manos manchadas de sangre palestina, como el multimillonario Bashar Masri, socio de Israel en la construcción de la ciudad planificada de Rawabi, al norte de Ramallah , ya objeto de denuncias de organizaciones palestinas sobre la normalización con el apartheid. En estos 75 años de continua Nakba, es urgente exponer los crímenes de lesa humanidad de Israel al mundo y ampliar la solidaridad internacional con el pueblo palestino. La inspiración es su heroica e histórica resistencia, que no se doblega. A ella, apoyo incondicional. Hasta la Palestina libre, del río al mar, con el retorno de los millones de refugiados a sus tierras.