GORBACHOV: LA FIGURA CLAVE EN LA RESTAURACIÓN CAPITALISTA EN LA EX URSS

Falleció ayer en Moscú, a los 91 años, Mikhail Sergeevich Gorbachov quien fuera presidente de la ex Unión Soviética a finales de la década de 1980 e inicios de la de 1990. Los medios occidentales le rinden homenaje como “uno de los hombres más importantes de la historia mundial de fines del Siglo XX”. En Rusia y en el ámbito de la ex URSS, su recuerdo no es tan agradable.

 

Gorbachov había nacido en el interior de Rusia. Se afilió muy joven a la Komsomol (juventud comunista) en el marco del dominio absoluto del país por parte del aparato burocrático estalinista. Desarrolló una extensa y exitosa carrera en el Partido Comunista (PCUS), que culminó con su elección como Secretario General, en 1985. Poco después también sería electo presidente de la URSS.

La perspectiva histórica permite comprender que el ascenso de Gorbachov a las máximas instancias de poder representó un proyecto muy preciso: restaurar el capitalismo en la ex URSS. Es decir, transformar una economía centralizada y planificada desde el Estado en lo que se denomina eufemísticamente “economía de mercado” (al servicio de la ganancias del capitalismo). Este proyecto recibió el nombre de Perestroika.

Se cumplía así una de las alternativas planteadas por el revolucionario ruso León Trotsky en su libro La Revolución Traicionada, en la década de 1930: o la clase obrera echa a la burocracia estalinista del poder y retoma el camino de la construcción del socialismo o esta burocracia acabaía restaurando el capitalismo.

El proyecto de Gorbachov era seguir el modelo que se había aplicado en China desde 1979, bajo la dirección de Deng Xiaoping: restaurar el capitalismo asociándose al imperialismo, pero manteniendo el control del aparato del Estado por parte del Partido Comunista. Sin embargo, mientras en China el modelo había sido plenamente exitoso, en la ex URSS se complicó mucho.

Por un lado, se abrió una disputa entre distintas fracciones de la burocracia tanto por el ritmo del proceso de restauración como por el usufructo de sus beneficios. Por el otro, las masas de la URSS salieron a enfrentar las consecuencias económico-sociales de las medidas restauracionistas y la pérdida de conquistas que estas medidas implicaban, y también a exigir mayores libertades democráticas tras décadas de estalinismo.

El resultado fue que el régimen estalinista-restauracionista del PCUS colapsó y en 1991 se disolvió la URSS. El proceso ya había tenido expresiones en otros países del llamado Bloque del Este: por ejemplo, la caída del Muro de Berlín en 1989 y la posterior reunificación de Alemania bajo dominio imperialista.

La disputa entre las fracciones que diputaban el botín de la restauración se acentuó y se hizo más violenta. Una situación que se cerró con el predominio de la fracción de Vladimir Putin, luego de la guerra contrarrevolucionaria en Chechenia. En este sentido, podemos decir que Putin y su régimen dictatorial, al servicio de un grupo de oligarcas burgueses, es uno de los herederos de Gorbachov.

Nos hemos referido a la pérdida de conquistas que para los trabajadores y las masas significó la restauración capitalista en rubros como salud y educación públicas o derecho al trabajo. En términos macroeconómicos, entre 1985 y 1991 el PBI cayó un 11% y el valor del rublo frente al dólar se redujo cien veces. Para los trabajadores y las masas, estos números tenían un significado muy duro: caída abrupta de las expectativas de vida, disminución de la población, aumento exponencial de lacras sociales como el alcoholismo y la prostitución…

Mientras tanto, el imperialismo homenajeó a Gorbachov por los “servicios prestados”: en 1990 le otorgó el Premio Nobel de la Paz; en 1995, Portugal lo condecora con la Gran Cruz de la Orden de la Libertad… Luego de su fracasado intento de volver a la política rusa (en 1996 su candidatura presidencial obtuvo apenas 1% de los votos), creó una fundación con su nombre y se dedicó a dar conferencias por el mundo, recibiendo decenas de miles de dólares por cada una de ellas.

La figura de Gorbachov se fue apagando y salió de las primeras planas de los medios de prensa; solo era recordada en los aniversarios de hechos históricos como la caída del Muro de Berlín o la disolución de la URSS. Hoy, los medios imperialistas le rinden homenaje y derraman una lágrima en su nombre. Nosotros repudiamos su nefasto papel en la historia como representante de una burocracia que acabó liquidando la más importante experiencia que, hasta ahora, produjo la historia de la humanidad en su intento de avanzar hacia el socialismo. No derramamos una sola lágrima por su muerte. Por el contrario, como dijo un poeta “No son estos los muertos que lloramos”.