Tras 195 años, el Gobierno Nacional reconoce al general Güemes como uno de los grandes próceres de la Primera Independencia, junto a San Martín y Belgrano. Y no es extraño que se haya tardado tanto en reconocerlo, porque su figura siempre fue incómoda para las clases dirigentes porteñas, dueñas de la historia oficial. No solo porque no querían reconocer la grandeza de un caudillo del odiado interior, sino porque Güemes le dio a la independencia su carácter más profundo de gesta popular, de revolución en todos los planos.
Es que este gran general, nacido en Salta en 1785 y héroe en las Invasiones Inglesas, no solo hizo que las desposeídos fueran los protagonistas de la guerra por la patria con sus métodos guerrilleros; sino que dio a esos gauchos la posibilidad de acceder a un sistema político y judicial bastante igualitario, en una región en la que aún hoy la ley es patrimonio descarado de los grandes propietarios. Y lo que es aún más osado, Güemes hizo que la oligarquía del Norte pagara la guerra a la fuerza, llegando a ordenar expropiaciones; hecho que los dueños del país jamás le perdonaron. Pero él había entendido, en los hechos, que para liberar definitivamente a nuestro país hay que enfrentarse con los grandes propietarios; que el camino a la libertad pasa por incautar sus propiedades, para ponerlas al servicio de nuestras necesidades. Güemes puso esto en práctica, y los ricachones de Salta prefirieron traicionar a la patria tendiendo una emboscada a este gran héroe antes que ver sus propiedades en manos del pobrerío.
Los que nos consideramos socialistas y revolucionarios debemos ver al general Güemes como un adelantado, como el hombre que demostró que no hay liberación nacional posible sin revolución social. Esa tarea queda hoy en manos de la clase social que lleva en sus venas la sangre de los gauchos guerrilleros de Güemes, los Infernales: La clase obrera y el pueblo trabajador.