Entre el 26 y el 27 de septiembre pasado, varios estudiantes normalistas de Ayotzinapa, estado de Guerrero, fueron atacados por elementos de la policía municipal.Al menos 6 murieron y 43 permanecen perdidos. Luego, se conocerían los vínculos entre los gobiernos municipales de Iguala y otras municipios aledaños con el crimen organizado, principalmente con el cártel conocido como Guerreros Unidos. En la región, en todo México e incluso a nivel internacional se desarrolla una campaña que exige el esclarecimiento de los hechos y el castigo a los responsables de este crimen. Presentamos un artículo del GSO, organización mexicana de la LIT sobre el caso.
¿Empezaron los estallidos sociales? Conforme pasan las semanas se le complica al gobierno federal el caso Ayotzinapa. En los primeros días se divulgó la versión de que todo se debía a un presidente municipal, el de Iguala, que aliado con el crimen organizado –específicamente a Guerreros Unidos– había ordenado a la policía municipal reprimir y desaparecer a un grupo de estudiantes como venganza porque los normalistas estaban apoyando a un cártel contrario. Es decir, el móvil, según esta fantasía, sería la venganza.
Poco a poco va formando la idea de que se trata de un genocidio del tipo del 10 de junio de 1971, donde el Estado no asumía la responsabilidad pero con ello enviaba un mensaje acerca de los métodos que estaba dispuesto a emplear contra los disidentes.
Sin embargo, al parecer la respuesta que está encontrando el Estado en las masas parece estar rebasando sus expectativas. En efecto, desde el 2 de octubre se ha venido gestando un movimiento que se extiende por todo el país, con paros estudiantiles en medio país. El 6 de octubre un paro abarcó ocho estados. Al día siguiente se generalizaron las movilizaciones en Oaxaca, Chiapas y el mismo Guerrero. En los días posteriores se fueron extendiendo hacia el norte, en estados como Baja California, Chihuahua y Zacatecas. La acción más importante hasta ahora ha sido el paro estudiantil del 15 y 16 pasados que abarcó a escuelas de 40 universidades en varios estados y se tiene pensado que el segundo paro, del 22 y 23, abarque más estados y escuelas. De ser así, estamos ante la posibilidad –a menos que haya una respuesta medianamente satisfactoria—de que se convierta en el paro estudiantil más grande desde 1968 sin que tengamos aún claro hacia dónde desembocará.
En este sentido podemos manejar algunas hipótesis: si las masas que se movilizan empiezan a identificar que el autor intelectual es Peña Nieto, la indignación será mayúscula y pondrá contra las cuerdas a su gobierno. Dicha situación es posible pues en cada mitin o marcha se hace esta alusión. Es decir, estaríamos en el umbral de una grave crisis política, que se retroalimentaría con la agudización de los factores de crisis económica (hoy expuesta por el bajo crecimiento económico que hace que el país se tambalee peligrosamente en la orilla de un crecimiento de cero, aderezado con la devaluación que sufre el peso en las últimas semanas [y] la baja en los precios del petróleo).
Otra posibilidad es que presenten a algunos imbéciles que se auto-inculpen y junto con ello haya una versión creíble de las causas que los motivaron para llevar a cabo la masacre. Aunque, de cualquier forma, habrá una franja de la población que no se acabará de tragar el cuento. En esta línea quizá no encuentren nunca vivo al ex presidente municipal de Iguala (porque ya lo ejecutaron, lo mismo que a la esposa) o lo presenten muerto como producto “de un enfrentamiento” con las fuerzas federales. Sabe demasiado para dejarlo vivo.
Las causas de la guerra sucia
La situación de conjunto del país tiende a deteriorarse sin que haya posibilidades de mejoría. Con ello, la mayoría de la población seguirá su marcha fatal hacia la miseria, la promiscuidad, el hacinamiento, la ignorancia, la insalubridad y la violencia. Por estas razones el Estado tiene necesidad de “apretar” los instrumentos de “control de multitudes” cada vez más desesperadas, olvidadas y empobrecidas. Por estas razones estamos en la vía de que los estallidos sociales sean la respuesta a una dictadura que únicamente tiene como salida o “solución” la violencia. Lo de Guerrero es una muestra donde muchos estados se pueden ver a futuro (probablemente sea el estado de México el próximo o uno de los próximos por el grado que ha alcanzado la agudización de las condiciones sociales).
Tlatlaya e Iguala son dos ejemplos de un Estado que está entrenándose para matar como única salida. Son el ejemplo de la limpieza social en que se ha embarcado el régimen y que solamente las masas podrán frenar.
Toda esta política forma parte de las líneas de contrainsurgencia que el imperialismo viene instrumentando desde 1971, cuando gobernaba Richard Nixon, aquel a quienes muchos decían que no tenía razón y que exageraba su paranoia respecto a la capacidad de insurrección de las masas ante los cambios que requería la economía mundial, y que desde entonces estaba claro que traería consigo mayor pobreza y peligro para los sistemas y la vida de todo el planeta.
Noam Chomsky dice que las fallidas consecuencias de la lucha antinarco fueron “intencionales”, con un propósito diferente al anunciado: “sirvió para controlar y anular esfuerzos autonómicos de comunidades campesinas y beneficiar a poderosos intereses, en particular los de grandes empresarios agrarios y del sector financiero y bancario, que se benefician del mercado creado por los traficantes” (Chomsky, La Jornada 13/5/12). De aquí podemos entender lo que significaron las guardias de autodefensa que al combatir a las bandas del crimen organizado combatían estos intereses del gran capital, por eso era urgente su desaparición o cooptación.
En esta línea hay que tomar en cuenta que desde 2002, cuando reinaba Vicente Fox, las fuerzas armadas quedaron subordinadas al Comando Norte del Pentágono, y que por lo tanto cualquier estrategia de carácter militar, semimilitar o paramilitar está determinado desde el norte. Aquí es donde entra Ayotzinapa, porque ningún presidente municipal, ni siquiera uno del PRD, se puede echar encima el boleto de asesinar a 50 estudiantes. Ni siquiera el gobernador del estado (por eso no quiere renunciar, debido a que se niega a poner la cabeza, y por eso lo defiende el PRD). Más bien, Aguirre Rivero fue el tonto útil, porque además de pocas luces adolece de afición por el poder y le gusta sentir que la vida de otros depende de él. Mejor imposible para cargar con los muertos.
Hoy la guerra sucia incluye cien mil muertos, treinta mil desaparecidos, Tlatlaya, Ayotzinapa, ejecuciones extrajudiciales, paramilitarismo, masacres, asesinatos, tortura, acoso de activistas de derechos humanos y opositores políticos, fraudes electorales, represión sistemática a los movimientos de resistencia, etc.
Morena y la levedad del ser
Desde diciembre de 2011, a raíz del asesinato de dos normalistas de Ayotzinapa, cuando AMLO [Andrés Manuel López Obrador] se vio obligado a definir si condenaba el asesinato, solamente propuso “una investigación exhaustiva” y nunca dijo nada más. Dicha conducta llevaba a “sospechar” que AMLO mantenía fuertes lazos políticos con Aguirre Rivera desde que aquél dio su bendición para que fuera candidato del PRD a la gubernatura. Incluso Aguirre incluyó gente de AMLO en su gabinete, como Lázaro Mazón –gran amigo del ahora despreciable presidente de Iguala– en la secretaría de salud. Por ello Mazón se convirtió en la carta fuerte de Morena para la gubernatura en Guerrero luego que dejara el hueso Aguirre Rivera. Hoy, de la misma forma que en diciembre de 2011, López Obrador dice “no voy a pegarle a Ángel Aguirre. Sería una politiquería y no voy a hacerle el juego a la banda de Los Pinos” (Programa radiofónico El Wueso, 14 de octubre de 2014).
El resto de la izquierda, por ejemplo el Frente Popular del DF y el Frente Amplio Social o el PT, y menos que menos Convergencia, dijeron nada en diciembre de 2011, y ahora apenas se escuchan. Estos hechos abonan su cuota al desencanto de la población y con ello a la crisis política.
¿Qué hacer?
Las movilizaciones se han extendido por todo el país, las protestas internacionales aumentan día a día y estamos en el umbral probable de más y mayores estallidos sociales. Si la tendencia crece es probable que podamos echar abajo este plan de contrainsurgencia (que además es una exigencia del imperialismo para iniciar la inversión en masa en el terreno de las industrias extractivas) que lleva a cabo el Estado.
Por tanto, debemos retomar la campaña y elaborar un volante con la reiteración del llamado a la huelga nacional estudiantil y una asamblea nacional obrera, campesina, indígena, estudiantil y popular, que apruebe un plan de lucha contra el Estado y sus planes de hambre y entrega.
Por otro lado, debemos convocar a todos nuestros simpatizantes a una reunión para el próximo sábado a las 16 horas en el SUTIEMS [Sindicato de la Unión de Trabajadores del Instituto de Educación Media Superior]para organizar nuestra participación en los próximos acontecimientos.