El 30 de marzo nos dejó nuestro querido camarada Roberto García. Robertito, como lo conocíamos, había salido de una compleja operación del corazón, cuyas secuelas derivaron en otra intervención que su cuerpo no aguantó.
Roberto comenzó su militancia en su temprana juventud, ligado a grupos anarquistas y al activismo sindical docente. La represión de la dictadura de Onganía lo llevó a “exiliarse” en la Patagonia, concretamente en un pequeño pueblo rural de Río Negro.
El exilio no lo hizo alejarse de la política, sino todo lo contrario. Se organizaba junto a algunos activistas que, identificados con posiciones de izquierda, no se veían convencidos por ninguna de las corrientes mayoritarias que actuaban en el movimiento obrero argentino (el peronismo, el guevarismo y el PC).
Roberto, junto a estos compañeros, impactados por los sucesos del Mayo Francés, se trasladaron a Viedma. Allí conformaron un grupo de teatro con el fin de actuar en los conflictos obreros. Y es en uno de esos conflictos donde conoce y es ganado por el PRT-La Verdad, partido antecesor del PSTU.
Una vida dedicada a la revolución
Es entonces cuando Roberto inicia un camino que seguiría durante el resto de su vida, ligado al trotskismo internacionalista. Después de la caída de la dictadura de Onganía, el PRT da paso a la formación del PST, y Roberto se va de regreso a Buenos Aires, concretamente a La Matanza.
Durante la Presidencia de Isabel Perón, es secuestrado y torturado por la Triple A. El siguiente golpe se lo daría la Dictadura Militar de 1976, que desapareció a su compañera Cristina, a quién recordaba hasta sus últimos días.
Cuando el MAS, sucesor del PST, estalló, Roberto encabezó junto a un puñado de compañeros, una defensa principista de nuestro partido internacional, la Liga Internacional de los Trabajadores, entendiendo que no es posible construir el socialismo a nivel nacional, y es necesaria una organización mundial. Es gracias a esa pelea que hoy la LIT-CI sigue en pie y tiene un partido en Argentina, el PSTU.
Todos estos golpes no lo hicieron flaquear sino todo lo contrario. Podemos recordar muchas de sus intervenciones en los últimos años, haciendo hincapié en poner nuestras vidas al servicio de la revolución socialista, y recuperar así nuestra tradición partidaria. Incluso en los últimos tiempos, cuando el cuerpo le jugaba en contra, se desesperaba por participar en los conflictos en barrios tomados amenazados por la represión, o contra el envenenamiento con glifosato que sufrían vecinos en Virrey del Pino.
Maestro de vocación
Maestro desde muy joven, Roberto fue uno de los principales impulsores de la corriente docente de nuestro partido. Fue parte de la fundación de SUTEBA y del histórico Maestrazo, enfrentándose a la dirección burocrática de Mary Sanchez.
El año 2000 le trajo un nuevo desafío, la conformación de la Lista Violeta, que recuperó la seccional La Matanza de SUTEBA, de la cual fue uno de sus principales impulsores y dirigentes. Bajo esa conducción, la seccional fue uno de los únicos sindicatos en movilizar a Plaza de Mayo el 19 y 20 de diciembre del 2001, enfrentando la represión del gobierno de Fernando De La Rúa. En el año 2014, impulsó e integró la Lista Multicolor que recuperó la seccional Matanza junto a otras seccionales.
Pero quizá su mayor orgullo personal estaba fuera de los logros sindicales. Comenzó su carrera docente siendo maestro de grado y se jubiló siendo maestro de grado en una humilde escuela de Villegas. Nunca buscó acomodarse en un cargo directivo y siempre los enfrentó cuando de defender a otro docente se trataba.
Por más Robertos
La firmeza con la que Roberto luchó durante toda su vida le valió el respeto, incluso de quienes combatía. Una prueba de esto fue su velorio, donde se hicieron presentes y tomaron la palabra, además de compañeros y dirigentes de otras organizaciones de izquierda, activistas sociales, etc, también dirigentes que han estado del lado opuesto de la trinchera durante gran parte de su vida, como es el caso de Roberto Baradel.
Robertito es un pedazo de la historia de nuestra corriente. Una historia llena de aciertos y errores, pero de lucha incansable por un mundo mejor. De cómo aún con todos los golpes recibidos, nos mantenemos firmes en la lucha por la revolución socialista.
El decía jocosamente que cuando se sentía triste o desanimado, se imaginaba que era el soldado ruso que alza la bandera roja cuando los nazis son derrotados en Berlín. Hasta el último momento mantuvo una confianza inquebrantable en la clase obrera. Tenemos que hacer nuestra esa confianza y seguir el camino que iniciaron él y muchísimos camaradas más.