Javier Milei dice que no hay “Plan B”. ¿Se trata de una “locura” del presidente? ¿A qué se refiere? ¿Por qué los sectores más concentrados de la economía -mineras, petroleras, finanzas, agro- lo apoyan, pese a que saben del riesgo de que su “motosierra” provoque grandes luchas e inestabilidad?
En los años ‘80, los centros financieros internacionales y los países centrales -que se veían venir la crisis económica de principios de este siglo- se pusieron de acuerdo en un giro económico mundial, que se conoció como “neoliberalismo” y luego “globalización”.
Esos acuerdos, expresados más tarde en el Consenso de Washington (“fundamentalismo de mercado”), consistían en apertura total de los mercados, la colonización más completa, privatizaciones y desindustrialización de los países subdesarrollados y los ex Estados Obreros (China, Rusia, etc.), el control de todas las materias primas, la flexibilización laboral absoluta y demás. Una verdadera “motosierra” mundial.
Todos los gobiernos entreguistas de los países semicoloniales (entre ellos Argentina), se pusieron a cumplir con los deberes que les imponían esos centros internacionales, que presionaban mediante la tenaza de la Deuda Externa y otros mecanismos.
Algunos, como el Chile del régimen pinochetista o el Perú de Fujimori, con dictaduras, pudieron imponer prácticamente toda la agenda, transformando sus países y sus pueblos en cotos de negocios al servicio de las multinacionales.
Otros, como Argentina, intentaron hacerlo en “democracia”. En nuestro país, fue la década menemista, con todas sus medidas y la Constitución de 1994, negociada con el radical Alfonsín, que abrió el país al saqueo de los recursos naturales por parte de las mineras y petroleras imperialistas.
Pero la resistencia de la clase obrera y el pueblo puso límites. Menem no logró completar, ni mucho menos, los dictados del Consenso de Washington. La lucha popular abrió el proceso que desembocó en el Gobierno de De La Rúa y su caída.
Los Kirchner siguieron aplicando ese plan. Pagando la Deuda, respetando la inmensa mayoría de las privatizaciones menemistas, favoreciendo la entrada de más mineras que saquean nuestros recursos y destruyen el medio ambiente. La ruta marcada por el Consenso de Washington no se detuvo ni un minuto. Sin embargo, por efecto del 2001, tuvieron que pausarlo.
La gran crisis mundial del 2008-9, junto a la puja mundial imperialista (ahora con la entrada en escena de la potencia China), los obligó a acelerar el proceso. Pusieron la “motosierra” a máxima velocidad.
La encrucijada capitalista
Macri 2015 tenía como objetivo completar lo que Chile o Perú habían aplicado 20 años antes. Era la necesidad absoluta de la clase capitalista internacional y nacional para nuestro país. Se propuso llevar adelante sus famosas “Reformas” (previsional, laboral, tributaria).
Avanzó bastante, pero quedó lejos de lograr su objetivo. Los paros generales y las gloriosas jornadas del 18 de diciembre del 2017 (por las cuales nuestro partido mereció cárcel de algunos de sus dirigentes y persecuciones hasta hoy) le dieron el “tiro de gracia” al intento. Macri reconoció públicamente que ese día “se quebró su Gobierno”.
El Gobierno peronista continuó (a su ritmo) las modificaciones, pero la gran tarea siguió pendiente. La envergadura de la crisis económica de nuestro país es producto de estas contradicciones. Eso sumado a la profundización de la crisis mundial, no dejó lugar a medias tintas. El capitalismo está pagando el precio de no haber logrado imponer toda la agenda neoliberal hace rato.
La ubicación que el sistema imperialista le da a la Argentina en la división internacional del trabajo es proveedora de materias primas, crecientemente desindustrializada y con niveles de vida cercanos a países como Perú o Chile (es decir, muy por debajo de nuestros niveles históricos). Deben lograrlo ya mismo.
Por eso, no hay Plan B. El Gobierno tuvo que recortar su paquete inicial, para que pase en el Congreso. Mantuvo los aspectos nodales centrales (Reforma Laboral, saqueo de los recursos naturales, recorte de libertades). Y volverá a la carga con el resto, como las facultades votadas para que haga lo que quiera.
Enfrentarlo con un proyecto opuesto
Tenemos que derrotar el proyecto de Milei. Es decir, derrotar al propio Gobierno, que no se moverá de su plan.
Pero no se trata de destruir la “motosierra”, para volver a la “tijera”. Por un lado, porque el peronismo ha seguido el mismo plan, a su propio paso. Así mismo, la encrucijada capitalista los obligaría a ellos, de ser Gobierno, a aplicar un ajuste similar al de Milei.
Para terminar con la decadencia de nuestro país y el retroceso constante del nivel de vida hace falta otra política: expropiar a todas las multinacionales y grandes capitalistas nacionales, dejar de pagar la Deuda fraudulenta, y poner todos los recursos al servicio de un plan económico obrero y popular.
Eso se llama socialismo, la única salida de fondo para la crisis a favor de la clase obrera. Esa es la razón de la campaña de Milei contra el socialismo.
Todo el que defienda al capitalismo (como hacen desde Cristina y Massa hasta Grabois), defiende en esencia lo mismo que Milei.