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HUMO SOBRE EL AGUA: EL CAPITALISMO CONTRA EL MEDIO AMBIENTE

No, no estamos hablando de la canción del grupo británico Deep Purple. Se trata de los incendios en los humedales del Delta del Paraná, concretamente entre Rosario y Victoria. Incendios que comenzaron alrededor de febrero y aún no pueden controlar. Al día de hoy son más de 100 mil hectáreas las afectadas.

Las consecuencias no son solo terribles para la flora y fauna de las islas que se ha visto diezmada, sino también repercute en la salud humana. En la ciudad de Rosario se realizan 50 consultas médicas por día relacionadas con afecciones pulmonares a causa del humo. Si bien en general no provoca más que malestar o fastidio, en personas con afecciones respiratorias crónicas puede llegar a causar complicaciones. Todo agravado por el contexto de la pandemia de COVID-19.

¿Quién es responsable?

La quema de pastizales es una práctica agrícola que suele realizarse alrededor de septiembre para volver a plantar con el brote. Sin embargo, lo que señalan las hipótesis es que se realizaron mucho antes este año para expandir la frontera agraria para el cultivo de soja.

Si bien gobiernos municipales, provinciales y nacionales amenazaron con tomar acciones como multas contra quienes queman, los resultados no son visibles y los incendios siguen avanzando. Ni siquiera las brigadas que se enviaron de las Fuerzas Armadas han solucionado el problema.

Una vez más la lógica capitalista se muestra en todo su esplendor. No importan los daños que se provoquen para generar ganancias. El cultivo de soja en Argentina ocupa más del 50% del suelo dedicado a la agricultura. Soja que se destina mayormente a la exportación. Además, acelera la desertificación del suelo. La quema indiscriminada en los humedales favorece las inundaciones en áreas metropolitanas.

El boom económico de la soja que supuso la implementación de los agrotóxicos durante el Gobierno de Menem (con el actual funcionario albertista Felipe Solá a la cabeza, como Secretario de Agricultura durante seis años), ha generado una política de desmonte a lo largo del país.

Es la misma razón la que impulsó los incendios en el Amazonas durante el año pasado, la búsqueda de conseguir más tierras para aumentar el negocio. Y no es para producir más y mejores alimentos para la población, sino para enriquecerse a costa de la destrucción de recursos naturales.

 

Defender la salud y el medio ambiente

Por todo lo expuesto anteriormente, poner un freno a los incendios no solamente tiene que ver con proteger las especies que habitan los humedales, sino también con defender las condiciones de vida del pueblo trabajador que es azotado por las inundaciones o por los efectos del humo.

Mientras los gobiernos dan manotazos de ahogado y los dueños de las tierras continúan quemando, los trabajadores tenemos que comenzar a tomar el problema en nuestras manos.

¿Cómo puede ser que las fuerzas de seguridad actúen tan rápido en los barrios obreros para perseguir a compañeros, o para reprimir movilizaciones, pero no hayan detenido a quienes siguen especulando con los recursos naturales para llenar más sus bolsillos ya repletos?

Hay que formar comités en los barrios con los desocupados para que vayan con en brigadas a las islas a combatir los incendios. Hay que exigirle al Estado su equipamiento y capacitación, así como el pago de sus salarios. Que los costos sean cubiertos a partir de la expropiación de las fortunas de los terratenientes responsables por los incendios.

Pero la existencia del capitalismo seguirá poniendo en peligro al medio ambiente, pues la lógica de aumentar las ganancias ante todo y sin medir las consecuencias seguirá poniendo en jaque al planeta.

Un gobierno de los trabajadores, en el que la economía se organice alrededor de las necesidades del pueblo y no de las ganancias de unos pocos, permitiría un aprovechamiento adecuado de los recursos naturales. Hay que poner manos a la obra y construir una alternativa que haga realidad ese objetivo.