Se acerca el día en que en Diputados se votará a favor o en contra de la legalización del aborto.
Las iglesias, sobre todo la Católica, no han dejado de opinar en distintos ámbitos. El cardenal Mario Poli, arzobispo de Buenos Aires, en el Tedeum del 25 de Mayo, citó al Papa Francisco: “La defensa del inocente que no ha nacido debe ser clara, firme y apasionada, porque allí está en juego la dignidad de la vida humana, siempre sagrada”. “Que vivan los dos. Para Dios no hay excluidos», agregó el cardenal, en una clara referencia al debate sobre la legalización del aborto. (Clarín 25/5/18).
La Iglesia dice estar “a favor de la vida”. ¿Qué vida?: “¿la de los inocentes?”… ¿los mismos inocentes, por ejemplo, que al llegar a una edad de 10 u 11 años son víctimas de abusos sexuales por los sacerdotes de la misma Iglesia Católica que dice preocuparse por ellos?
Se oponen al aborto los curas abusadores
Es tan hipócrita esa preocupación, que el mismo Papa defendió primero a rajatabla a los curas y obispos que habían encubierto a sus pares abusadores en Chile, durante su gira por la región. Y luego tuvo que desdecirse por la presión de los familiares que no se conformaron con los dichos de Francisco de que “no había pruebas”. Siguieron insistiendo y movilizándose hasta obligarlo a pedir la renuncia de los 34 obispos chilenos que hicieron silencio ante esos denigrantes abusos.
Nuestro país por supuesto no escapa a esa situación. Desde el cura Grassi, hasta los casos más recientes de Paraná: “Tres sacerdotes ya enfrentaron a la justicia, el último de ellos el pasado lunes, cuando un tribunal ordenó encerrar durante 25 años a Justo José Ilarraz, culpable del abuso de siete seminaristas menores de edad que estaban a su cuidado. El año pasado, fue el cura colombiano Juan Escobar Gaviria, también condenado a 25 años por abusar de cuatro monaguillos. Y está a la espera de un juicio el sacerdote Marcelino Moya, por dos casos.” (El País, 22/5/18).
La Iglesia es una institución internacional y estas situaciones vienen ocurriendo desde hace mucho, pero por los miedos, presiones y la vergüenza de las víctimas recién hace unos años comenzaron a saltar las denuncias en EEUU, Irlanda, Australia, Colombia, Ecuador y podría seguir una larga lista. A medida que se van conociendo casos les da fuerza y valentía a otros para denunciar, pero hay muchísimos que aún no se animan.
Separación de la Iglesia y el Estado
Es macabro escuchar al obispo en la Catedral pidiendo por los “inocentes”, según él, víctimas de la legalización del aborto, pero callando ante los curas abusadores y violadores. La Iglesia tiene una impunidad increíble. Los gobiernos no solo la subsidian con cifras millonarias mientras ajustan a los trabajadores y pobres atacando constantemente sus conquistas y su propia vida. También la encubren, aunque mantenga en sus filas perversos o genocidas y cómplices de la dictadura.
Las trabajadoras y trabajadores debemos tomar partida en esto. Más allá de las creencias personales, el debate sobre el aborto legal debe hacerse sin la injerencia de la Iglesia Católica ni otras iglesias. Es antidemocrático que los dogmas religiosos se impongan sobre cuestiones de decisión íntima. Nuestro derecho a elegir el momento de la maternidad no puede regirse por una institución que protege a violadores y abusadores. Y que además, al oponerse a la legalización, lejos de preocuparse por la vida, defiende los intereses de las grandes corporaciones farmacéuticas y clínicas abortistas que lucran con la clandestinidad.
Es necesario luchar por la separación de la Iglesia del Estado y para que vayan presos todos los curas pedófilos y sus encubridores.
Es necesario que sigamos en las calles por el derecho al aborto legal seguro y gratuito. Basta de mujeres pobres presas o muertas por abortos clandestinos e inseguros.