Hablar sobre Ivana es un desafío. Contar su historia tantas veces repetidas y tantas veces contada. Contar y compartir su historia con respeto y al mismo tiempo denunciar al sistema que impunemente nos somete y nos oprime a todas las mujeres.
Ivana Rosales tuvo varias fechas de nacimiento. Hace 41 años se abría paso al mundo sin saber que se volvería bandera y estandarte. Nació de nuevo en el 2002 cuando sobrevivió al ataque brutal de su ex marido, Mario Garoglio, quien la estranguló con un alambre alrededor del cuello y luego la golpeó en la cabeza con una piedra, para finalmente meterla al baúl del auto. Volvió a nacer cuando la abogada defensora de Garoglio le gritó a los jueces “Juzguen como hombres”, quienes finalmente le dieron la pena de 5 años, que nunca cumplió porque se dio a la fuga. Se parió a sí misma como una militante de los derechos de las mujeres. Luego volvió a nacer cuando sus hijas le contaron que habían sido abusadas por su padre y emprendieron juntas una batalla judicial en su contra. Y finalmente, volvió a nacer el 06 de Septiembre de 2017. Nació para siempre en el corazón de cada uno de nosotros.
Ivana falleció producto de una caída en su casa, en un ataque de epilepsia, enfermedad que contrajo como resultado de la golpiza que le dio Garoglio cuando intentó matarla. Estaba embarazada. La hija mayor de Ivana se suicidó el año pasado. Por lo que Mario Garoglio, con el intento de femicidio que se terminó de consumar 15 años después, además es responsable de otras muertes. Y junto con él, es responsable el Estado, la justicia y todos los que con sus intervenciones revictimizaron una y otra vez a Ivana y exculparon al violento. Es el mismo estado y sus instituciones que el día siguiente de su muerte declara duelo y bandera a media asta, la que la obligó a permanecer presa en su propia casa por miedo a su agresor que estaba suelto por las calles. Es la misma justicia que en el día de hoy condena a 4 años de prisión en suspenso a un hombre por abusar de una nena de 9 años, es decir que lo encuentra culpable pero no lo deja preso ni un solo día. Es el Estado el eslabón más fuerte en la cadena de violencia en contra de Ivana, el que ahora se pavonea dando duelo por su muerte y al mismo tiempo sigue sosteniendo prácticas que violentan, someten y oprimen a las mujeres y a los hijos e hijas de violentos.
Es la misma Justicia neuquina que obligaba a Jesica Arroyo a revincular a su hija con el que las había apuntado con su arma reglamentaria. Es la misma justicia neuquina que mantiene a Melisa lejos de su hogar y de su fuente de trabajo, después de que ella tuvo que encadenarse al juzgado para que le restituyeran a su hijo al que habían entregado al violento.
Y no son solo nombres…cada uno de estos nombres expresa una lucha y una resistencia que llevamos adelante las mujeres en contra de este sistema que nos oprime y nos violenta solo por ser mujeres, trabajadoras y pobres. Y no son sólo nombres de mujeres y sus casos. Son nombres de mujeres valientes como Ivana, que han sido llamadas a la batalla y que con sus frentes bien en alto encabezan una pelea sin tregua. Y en cada una de ellas, vive la vida de Ivana, su voz y su historia, como alegato inmenso e infinito de nuestro derecho a la vida. Nuestro derecho a defendernos, nuestro derecho a una vida libre de violencias. Peleas que muchas veces son en soledad, la inmensa mayoría de las organizaciones sindicales y estudiantiles que hablan de defender los derechos de las mujeres, que tienen la fuerza para hacerlo en forma colectiva, se quedan en gestos protocolares, en acciones testimoniales, porque cuando las trabajadoras se ven enfrentadas con la violencia, con el abandono del Estado, no responden a la altura de las circunstancias, ni siquiera en la lucha cotidiana se dan políticas y estrategias para avanzar en los derechos de las mujeres trabajadoras.
Ivana Rosales falleció en Septiembre, cuando nacen las flores, cuando la vida vuelve a crecer luego del frío invierno. Que el calor de las que en tu lucha y en tu voz nos hemos llenado el vientre de esperanzas y de ganas de resistir y seguir luchando, sea el calor que te haga florecer como la flor más bella y fuerte del jardín de mujeres caídas en la guerra en contra del machismo. Y que florezcas siempre, en cada lucha, en cada mano amiga, en cada grito, en cada pared pintada, en cada una de nosotras… vivirás siempre.