La llamada Campaña del Desierto, dirigida por Julio A. Roca, hace más de 100 años podría resumirse así: 14000 originarios muertos, 14600 tomados como esclavos para las plantaciones y obrajes del norte, madres separadas de sus hijos, obligadas a trabajar de sirvientas.
Reparto entre 1800 estancieros, locales y extranjeros, de 42 millones de hectáreas apropiadas a los pueblos nativos.
La historia continúa. Como entonces, el demonio son los despojados.
Hace pocos días, Milagro Sala, luego de una huelga de hambre, fue devuelta de la cárcel común a prisión domiciliaria. Se la hostiga por llenarle de aymaras la protesta social al Gobernador Morales de Jujuy. Recibe un trato mucho peor que genocidas como Etchecolatz.
Ahora, es Jones Huala, dirigente mapuche. La Corte Suprema falló por su extradición a Chile, por un hecho de 2013, acusado de “delito de incendio en lugar habitado y tenencia ilegal de arma de fuego de fabricación artesanal”.
Legalmente solo le quedaría apelar a Macri. Parece broma. El mismo poder que lo criminaliza, es hoy el único que podría dar el sí a su petición de ser juzgado, como argentino, en nuestro país.
Luego de ese fallo de la Corte, 20 policías ingresaron con violencia a la casa donde estaba arrestado y lo trasladaron al Penal de Esquel. El pretexto es que podría fugarse durante la espera de la decisión final.
Es el segundo juicio de extradición que sufre Jones Huala. Se lo quiere penar por una causa de la que fuera sobreseído en el juicio anterior, al revelarse una trama estatal de espionaje provincial y nacional, persecución, complicidad judicial y torturas a un miembro de su comunidad para que revelase su paradero. ¡Un escándalo!
Desde junio de 2017 está preso por este segundo juicio. Se lo detuvo en Chubut, muy cerca del antiguo emporio británico Tierras del Sud Argentino, que superexplotó por más de un siglo a peones, muchos tehuelches y mapuches, en condiciones laborales cuasi esclavas. Esas tierras fueron parte de las “conquistadas” por Julio A. Roca y actualmente son propiedad de familias multimillonarias, como Benetton y Lewis.
La verdadera disputa con Jones Huala, es ser líder de la comunidad mapuche que reclama para sí esos territorios, como parte de su legado ancestral, en ambas márgenes de la Cordillera, tierras a las que se les prohíbe el ingreso con matones y policías rentados.
La causa que Macri y Bachelet le armaron es una farsa. A falta de pruebas de su responsabilidad, se inició una campaña furiosa de calumnias y acusaciones de terrorismo. Una edición de Clarín tituló: “Facundo Jones Huala, el mapuche que le declaró una guerra de fuego a Argentina y Chile”.
Lo de Jones Huala es una vergüenza, un atropello. Tenemos que rechazar la extradición, exigir su libertad inmediata y la de todos los presos políticos. Y seguir peleando por el cese de la persecución a Sebastián Romero y a los luchadores obreros y populares. Hay que unir los reclamos de los pueblos originarios a los tantos que tenemos, los trabajadores de Argentina y Chile. Defenderlos es defendernos de los planes hambreadores de Macri, Piñera y el FMI.