Un 27 de septiembre de 2005 moría a los 69 años José Francisco «el petiso» Paez, dirigente de los legendarios sindicatos de las fábricas de Fiat de Córdoba (conocidos como SITRAC-SITRAM); y después también dirigente y figura pública del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), antecesor de nuestro partido: una figura, un símbolo de las luchas de los obreros cordobeses en los años ’60 y ’70.
Páez fue parte del grupo de activistas que aprovechó el estado de rebeldía cordobesa tras el Cordobazo de 1969, para expulsar de la dirección a los burócratas de los sindicatos creados por la patronal de Fiat en las fábricas Concord y Materfer.
Convirtieron a esos gremios en un modelo de sindicalismo: de lucha antes que de negociación, de decisiones tomadas por asamblea y no de acuerdos hechos a puertas cerradas en oficina, de guerra a muerte contra la patronal en lugar de colaboración, y de dirigentes que viven como los trabajadores, en lugar de sindicalistas millonarios. Un sindicalismo por y para los trabajadores.
Con su acercamiento a la corriente política que fundaría el PST, Páez le sumó a este activismo sindical, la militancia por la organización de la insurrección obrera para la revolución socialista. Frente a quienes proponían que la salida era la guerrilla u otras formas de aislar a los luchadores, o quienes se ilusionaban con el regreso de Perón, Paez defendió que la única salida era que los trabajadores y el pueblo derrocasen directamente al poder político patronal e impusieran el gobierno de sus propias organizaciones.
Una trayectoria militante
Paez defendió y representó estos puntos de vista en toda su actividad, desde las luchas sindicales hasta las actividades electorales; con lo cual se volvió un blanco de la represión sangrienta que ya Perón había empezado a organizar fundando la Triple A. De ese modo, tuvo que soportar varios años de cárcel, que aguantó de manera ejemplar.
La caída de la Dictadura y el regreso de la democracia patronal lo devolvieron a la militancia, en el “viejo MAS”. Y aunque los años de confusiones y divisiones en la corriente lo llevaron por rumbos políticos extraños, nunca se arrepintió de lo que hizo y defendió en los bravos años ’60 y ’70, orgullo y legado para la clase obrera. Y así es como lo recordamos, así es como le contamos y contaremos su historia a las nuevas camadas de luchadores.