En el mes de mayo una nueva alerta se encendió en un mundo plagado de calamidades. Las instituciones dependientes del imperialismo, como la FAO de las Naciones Unidas (ONU) preanuncian el inicio de una nueva hambruna mundial, que si bien ya era previsible, se ve intensificada y acelerada por la invasión rusa a Ucrania desde febrero de 2022.
Lamentablemente el hambre no es algo nuevo en el mundo, pero este problema podría agravarse cualitativamente aun en los países llamados del “primer mundo”.
Tal es la gravedad de la situación que hasta el propio imperialismo discute cómo apaciguarla ¿Por qué ahora le preocupan los pobres del mundo? No, claro que no. Pero sí, les preocupa que esta situación pueda generar nuevas olas de rebeliones o aumento muy grande de la conflictividad.
Ahora bien, todo lo que discute el imperialismo en sus cumbres y reuniones de diversos nombres, es en los marcos de tomar medidas que favorezcan a la exportación (y por lo tanto a las patronales exportadoras) y pueden resultar, a lo sumo, paliativa para los hambrientos del mundo.
Aunque nuestro país es productor de alimentos no está exento del problema mundial, al contrario, el hambre y la pobreza se acrecienta junto a la suba de los precios de los alimentos ¿Cómo puede ser que un país que puede producir alimentos para 400 millones de personas tenga casi 8 millones de habitantes en la inseguridad alimentaria? ¿Cómo puede ser que cuando suben los precios de los productos que exportamos el pueblo trabajador se vea perjudicado? ¿Es inevitable que así sea? Aquí haremos una primera aproximación a estos problemas y daremos propuestas a partir de las cuales el hambre se podría combatir.
El capitalismo y el hambre
Por Guillote
Para muchas organizaciones como la FAO, FIDA, OMS, PMA y UNICEF las causas del hambre se originan por: 1. Un aumento de la población de las áreas afectadas, desproporcionada a la capacidad de producción, compra o adquisición de alimentos suficientes. 2. Pobreza e indigencia generalizada. 3. Grandes desigualdades en un país pobre. 4. Transporte o distribución ineficiente y desorganizada de los alimentos. 5. Conflictos como guerras. 6. Crisis ambientales y climáticas.
Justificaciones capitalistas
Si bien es cierto que la enumeración previa tiene base científica, bajo ciertas condiciones, los socialistas revolucionarios no podemos dejar de advertir que estas entidades mundiales son en su mayoría solventadas con ayudas económicas de los grandes países imperialistas como los Estados Unidos y del Mercado Común Europeo, con algunos aportes de países del este como Rusia y China, y con el aval de la Organización de las Naciones Unidas. Es decir son los principales países capitalistas del mundo que se la pasan advirtiendo y alertando con estadísticas que algo hay que hacer ante el aumento de poblaciones hambrientas y los conflictos que genera. Pero el propio sistema capitalista condiciona la producción, en función de la ganancia, disponiendo lo que hay que producir e imponiendo políticas restrictivas alimenticias a los países dominados. “Lágrimas de cocodrilo” de los que defienden los intereses de las empresas que monopolizan los alimentos y se aprovechan de estas crisis, ávidas de más beneficios.
Hambre vs acumulación de riqueza
El marxismo proporcionó dos leyes clave para entender el fenómeno de esta crisis en aumento. El proceso de “Concentración”, crece la riqueza de las burguesías (los dueños de la producción) y como contrapartida la pobreza y la miseria, y de “Centralización”, cada vez más la riqueza en manos de menos burgueses.
Así, las empresas que acaparan la organización y distribución de los alimentos generan y dominan el 90% del comercio mundial controlado por unas 50 empresas monopólicas y oligopólicas. Por ejemplo, entre las dedicadas a los granos, base de alimentación, están cuatro empresas: la yanqui Cargill, la americana-canadiense ADM, la francesa Dreyfuss y la argentino-brasileña Bunge.
Varios factores reales afectan la producción y la distribución. Uno es el subsidio de los gobiernos imperialistas a sus productores como en Estados Unidos, que afectan los precios perjudicando a los campesinos y pequeños establecimientos de otros países que dejan de sembrar. Y por otra parte las producciones en constante aumento por las nuevas tecnologías son controladas, en su comercialización, por los monopolios que van fijando los precios según la conveniencia de las demandas y la oferta y regulando sus ganancias.
Rusia y Ucrania hasta la guerra de este año eran exportadoras del 30% de los granos mundiales. Y las multinacionales ni cortas ni perezosas, ante la crisis, aumentaron los precios para mantener ganancias millonarias generando inflación y desabastecimiento a quien no acepta comprarles.
El aumento de los precios de los alimentos, de la distribución restrictiva y del número de hambrientos en el mundo, por un lado, y las colosales ganancias de los dueños de los alimentos por el otro, son así las dos caras de los mismos procesos del capitalismo imperialista.