La caída de Cristina en Buenos Aires, sumada al mal desempeño en la mayoría de las provincias más importantes, tiene muchas consecuencias. Perdió en las 5 provincias más importantes, cayó en representación parlamentaria. Y por sobre todo, se quedó sin una referencia clara para contraponer electoralmente a Macri y los suyos.
La consigna de “Vamos a volver”, con la que el kirchnerismo intentó entusiasmar a muchos luchadores, está hoy muy cuestionada. Y otros potenciales candidatos, como Urtibey, Massa, Randazzo, etc., cayeron en desgracia.
Muchos compañeros, honestamente, opinan que es una desgracia, que si hubiera ganado Cristina estaríamos mejor. No coincidimos. El triunfo de Macri –tanto en el 2015 y más aún ahora- demuestra que ninguna variante peronista tiene la capacidad de movilizar al conjunto de los trabajadores y sectores populares y medios, detrás de un proyecto que enfrente a las corporaciones patronales y al imperialismo. Y que la única salida es un programa opuesto a todos ellos, de ruptura con el capitalismo, como el que defiende el FIT –aunque seamos críticos con sus principales candidatos-.
Ahora, kirchneristas como Victor Hugo intentan justificar la derrota diciendo que “Cristina fue perseguida” (aunque nadie hasta ahora le hizo nada), que hizo una campaña “austera” (cuando sabemos que gastó una millonada) o que “hay un giro a la derecha en todo el mundo” (y que por eso ganó Macri). Son todas falsas excusas. El kirchnerismo gobernó 12 años, y tuvo todo el poder para realizar transformaciones profundas al servicio de las grandes mayorías. No las hizo, mantuvo la precarización laboral, la entrega a las grandes multinacionales, los acuerdos con la gran patronal industrial y financiera. Por eso, del 54% que tuvo en el 2013 a nivel nacional –aprovechando la recuperación económica- cayó ahora al 21%.
Eso expresa por un lado la ruptura de millones con el cristinismo, por su desempeño tanto en el Gobierno como en la oposición. Y por otro, el abandono del conjunto de la patronal, que antes se dividía y ahora se encolumna claramente detrás de Macri: por ahora no la necesitan más.
Las últimas actitudes, llamando a los sindicalistas a frenar la lucha después del paro del 6 de abril, y a no marchar días antes de las elecciones ante la aparición sin vida de Santiago Maldonado, fueron el balde de agua fría que congeló a miles de compañeros que mantenían una ilusión.
La pelea por la unificación del peronismo no tiene ningún futuro. No existe más un peronismo, sino distintos sectores que se reclaman peronistas, a modo de “neoperonismos”, y todos ellos, de uno u otro modo, atados a la política clientelar, los sindicalistas corruptos, y ninguno con un proyecto de transformación a favor de los trabajadores.
Todos ellos, comenzando con Cristina, continuarán teniendo una influencia, pero no serán la alternativa para el macrismo. La unidad del peronismo es una falsa utopía. No será con eso, ni con un “nuevo movimiento con base en Unidad Ciudadana”, como propuso Cristina luego de los resultados, que podremos enfrentar y derrotar a Macri, su gobierno y las patronales extranjeras y nacionales que representa.
Solo podremos hacerlo con un nuevo movimiento, encabezado por los trabajadores, que unifique al pueblo pobre detrás de un programa revolucionario, de ruptura con el imperialismo, las patronales y la burocracia sindical, y por un gobierno de los trabajadores y el pueblo.