La crisis del calentamiento global se hizo presente este año, dejando de ser algo “futurista” para convertirse en un presente inmediato. ¿Quién diría que en pleno invierno uno piense en armar la “pelopincho” o prender el aire acondicionado?
Nadie puede negar que el cambio climático es un hecho. Podemos observar, en pleno invierno, temperaturas que superan los 25 grados. Condición que se convierte en la norma. Un día de “frío” y dos de calor. Valores récords de temperatura en todo el planeta. 66 grados en Irán, 50 en China en el municipio de Sanbao, en Xinjaing.
Muchos expertos afirman que nos encontramos en un punto en el cual lo único que podemos hacer es aminorar los efectos producidos por el calentamiento, pero que el daño ya es irreversible. En sintonía con esto, Antonio Guterres, Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), anunció que la era del calentamiento global ya terminó y que ahora estamos en la Era de Ebullición Global. En sus propias palabras habla de “Niños arrastrados por las lluvias monzónicas, familias que huyen de las llamas y trabajadores que se desploman bajo un calor abrasador”
¿Cómo llegamos a este punto?
La quema de combustibles fósiles como el petróleo, los incendios, la actividad industrial, todo produce gases de efecto invernadero. Estos gases fueron generando el cambio en la temperatura del planeta. El desmonte para el agronegocio y la especulación inmobiliaria aumentan estos efectos.
La temperatura media de la Tierra es ahora 1,1°C más elevada que a finales del siglo XIX, antes de la Revolución Industrial. Es importante destacar que aún estamos a tiempo de disminuir los efectos que se producirán, pero ahora nos preguntamos:
¿Quién o quiénes son los responsables?
Acá es donde queremos abrir el debate. Según la mayoría de los portales, notas y artículos de las organizaciones mundiales más reconocidas, hablan de la sociedad como responsable único y directo. Sin especificar quiénes, ya que todes producimos basura, todes usamos el trasporte y no reciclamos. Lamentamos romper con la ilusión de la acción individual, pero no podemos hablar de esto como el resultado de las acciones de una sociedad sin tener en cuenta que el verdadero culpable es, ni más ni menos, que el sistema capitalista en el cual vivimos.
¿Por qué? Porque es la búsqueda indiscriminada del lucro de unos pocos, a costa de la explotación de la mayoría de la humanidad. Con esto no indicamos que la acción individual no tenga un efecto positivo. Sí es acertado reconocer, por ejemplo, que el uso de la bolsa de tela reduce la cantidad de desperdicios.
Pero, esto no es nada a comparación, por ejemplo, de los desechos que tiran al Riachuelo las curtiembres en Buenos Aires. Ni hablar de las deforestaciones “clandestinas” sobre los humedales para el loteo de los terrenos. Podemos seguir mencionando un centenar de negocios burgueses que contaminan muchísimo más que el accionar cotidiano de un trabajador promedio.
Entonces, ¿cuál es la solución?
La actividad humana de por sí es contaminante, pero no es lo mismo la producción agrícola para el abastecimiento de una población, que la producción al servicio del mercado y la especulación. Hoy en día producimos más de los que consumimos. A medida que la pobreza crece es mayor el desperdicio respecto del consumo.
Los recursos como el litio, el carbón, el gas o el petróleo, están en manos de capitales extranjeros, a quienes no importa el impacto que pueden provocar sobre el suelo en donde trabajan. Sólo les preocupa extraerlo de la forma más barata y rentable. A cambio, nos consuelan con la simple “creación de puestos de trabajo” para luego vendernos su producto a precio internacional. Debemos expropiar sin pago y bajo control de los trabajadores y las comunidades a las empresas que saquean los recursos naturales, nacionalizar el suelo y el subsuelo. No pueden seguir estando en manos de capital imperialista.
Si el desarrollo de las investigaciones científicas está al servicio del pueblo trabajador, es probable que puedan encontrarse otras formas de generación de energía y de extracción de recursos que sean menos nocivas y más efectivas.
Estas son algunos de los tantos puntos que proponemos como herramientas para combatir, de manera real, el calentamiento global. Invitamos a todes aquellos que estén leyendo esto y que les interese el tema a que se sumen a luchar por un mundo mejor. Por un mundo no sólo para las próximas generaciones sino también para nosotres. Un país y un mundo sin explotación. Para eso, se necesita una revolución socialista.