A principios de agosto, el presidente Fernández se reunió con un sector de empresarias mujeres, además de las principales funcionarias de su Gobierno, para “analizar la agenda del sector productivo en la Argentina”[1]. Días antes, se hizo pública una declaración de Agenda por la Igualdad, realizada por las mismas empresarias, además de sindicalistas, miembras de ONGs, donde básicamente se reclama mayor equidad en los directorios empresariales, además de algunos otros reclamos cosméticos relacionados al mundo del trabajo y estudio. Como brutal contracara del reclamo, un 60% de las empleadas domésticas a partir de abril fueron despedidas o no cobraron sus salarios (que no superan los $24.000 en el mejor de los casos). ¿Dos caras del mismo Pacto social?
Por Secretaría de Mujeres PSTU-Lucha Mujer
Mal pagas y estigmatizadas
El mediático caso de la empleada doméstica de la modelo Nicole Newman que se contagió de Covid, y supuestamente también llevó el virus a la casa de su patrona, puso sobre la mesa lo que todes sabemos: que este sector de trabajadoras está a merced de sus patrones, trabajando a pesar de la cuarentena, muchísimas veces en condiciones precarias de contratación y con un mísero sueldo nunca mayor a $24.000.
En los últimos 4 meses se dieron de baja del registro de empleadas domésticas 20.000 de ellas y solo entre abril y mayo, 6 de cada 10 se han quedado sin empleo[2]. Por supuesto, también son estas mujeres quienes llevan adelante las tareas domésticas y de cuidados (tan fundamentales en este contexto) en sus propios hogares, pero en condiciones mucho más vulnerables: sin condiciones de garantizar un aislamiento que les permita quedarse en sus casas para cuidarse del contagio y al mismo tiempo, que sus familias sobrevivan.
En los barrios populares, la desocupación y las ollas populares se ponen al orden del día, y quienes estamos al frente de garantizar lo mínimo, muchas veces somos las mujeres. En este caso, además, cargando el estigma de ser quienes “llevamos” el virus desde los barrios hasta las casas de las adineradas patronas, que impunemente lo hacen llegar a los medios, como una verdad sin cuestionamientos. Parece que el virus del Covid 19 no era tan democrático al final.
Un lugar en la dirección de las empresas: ¿para qué?
Como contracara brutal de la situación de las empleadas domésticas aparecen todo un arco de mujeres empresarias, universitarias, periodistas o funcionarias que exigen un lugar en la dirección de las empresas que son la correa de transmisión necesarias para seguir ajustando al pueblo trabajador. Hoy las empresas pelean por aplicar una reforma laboral por la vía de los hechos, lugar por lugar, empresa a empresa.
El problema de fondo no es el debate de si es correcto o no que las empresas deban incluir en sus directorios un 50% de mujeres[3], sino su objetivo y el rol que las empresas y fábricas juegan en este contexto. Y en un sistema capitalista donde no importa la vida de todes, sino las ganancias de algunes, estas mujeres trabajan codo a codo con empresarios y patrones para garantizar que el Pacto Social que el gobierno necesita sostener, se cumpla.
Por supuesto, el apoyo a la negociación de los pagos de la deuda externa es vital para estos fines, así como también que las fábricas sigan funcionando a pesar de no cumplir ningún protocolo y ser focos de contagio masivos de Covid. El mismo sistema que sigue funcionando a costa de la vida y el esfuerzo cada vez mayor de millones, y que a cambio solo reciben miseria, contagios y violencia machista, en el caso de las mujeres trabajadoras y pobres fundamentalmente.
“Sororidad” pero nunca con las mujeres trabajadoras
Las mismas empresarias e intelectuales plantean, de manera correcta, que “la cuarentena acentuó e hizo visible que la gran mayoría de las tareas de la casa y de los cuidados de los hijos recae sobre las mujeres. Esto complica su disponibilidad en el mercado laboral”[4]. Pero claro que todo se torna mucho más fácil cuando son ellas mismas las patronas que descargan sobre las mujeres de los barrios las tareas domésticas y el cuidado de sus propias casas, mal pagando a otras mujeres, y sometiéndolas a tener que trabajar a pesar de los riesgos que hoy corremos todes.
Tal como afirma Sonia Kopprio del Sindicato de Trabajadoras de Casas Particulares de Rio Negro, “en la mayoría de los casos, las que no cumplen y no valoran el trabajo son las empleadoras mujeres. Y en estos momentos, si hay contagios, no dudan en echarles la culpa a las empleadas domésticas”.[5] Y la sororidad entre mujeres? Bien gracias, solo un discurso.
Mujeres en las trincheras peleando contra el ajuste y el Covid
Como vemos, el falso discurso de la sororidad en este contexto, no es creíble. Hay demasiada distancia entre los intereses de unas, empresarias y las otras, trabajadoras. Y nuestras necesidades son absolutamente opuestas. Por eso no necesitamos un lugar en una foto ni somos parte de quienes acuerdan con el gobierno cómo reventar al pueblo trabajador.
Nuestro lugar es en la trinchera del barrio, la fábrica, las escuelas, donde las mujeres trabajadoras debemos organizarnos junto a nuestros compañeros varones por no morir en manos de la violencia machista y para que la cuarentena no sea solo un privilegio para empresaries y patrones, a costa de nuestras vidas y de nuestras familias.
[1] https://www.ambito.com/politica/mujeres/alberto-fernandez-analizo-la-agenda-del-sector-productivo-empresarias-y-funcionarias-n5122737
[2] https://canalabierto.com.ar/2020/08/04/empleadas-domesticas-en-cuarentena-despedidas-y-acusadas/
[3] https://www.ambito.com/informacion-general/genero/directorios-las-empresas-tendran-que-incluir-un-50-mujeres-n5122680
[4] https://www.lanacion.com.ar/sociedad/mas-200-mujeres-lideres-impulsan-propuestas-equidad-nid2410100
[5] https://canalabierto.com.ar/2020/08/04/empleadas-domesticas-en-cuarentena-despedidas-y-acusadas/