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LA FIESTA DEL PUEBLO Y LA INDIGNACIÓN DE LOS QUE NO NOS QUIEREN EN LAS CALLES

Sin duda, durante todo el mundial millones de trabajadores, trabajadoras, familias y el pueblo argentino seguimos cada paso de la selección de fútbol.

No es casualidad que sea el deporte más amado por nuestro país porque refleja sueños de millones de niños y niñas con jugar un Mundial. Y es que para entender la pasión del fútbol solo basta con ir a un barrio obrero o una villa: ahí se juega con lo que sea, es un privilegio poder contar con algo parecido a un balón profesional. También basta ver cada recreo de las escuelas que de la nada se improvisa una pelota y se arman los picaditos.

Claro en las escuelas muchas veces se reprime jugar al fútbol en los recreos com llamados de atención y alguna que otra amonestación. También en los barrios se los reprime no sólo con la Policía celosa del orden sino también con las bandas narcos que no quieren que el deporte sea un sueño a conseguir,  sino que quieren que todo vaya a la desesperanza y las drogas como solución.

 

Ahí vemos una coincidencia, la felicidad de jugar al fútbol se reprime de una u otra manera.

 

Nadie nos robará la alegría jamás

 

Ni la dictadura militar pudo evitar que en las canchas se cante «se va acabar, la dictadura militar». Eso tiene mucho que ver con la  tradición de fuerza de nuestro pueblo. Fue así que el 17 de octubre de 1945 «los cabecitas negras» cruzaron de las barriadas pobres a Plaza de Mayo y la aristocracia y sus medios de comunicación se enfurecieron ¿Cómo no acataron el Estado de excepción?  ¿Por qué cruzaron si los puentes estaban cortados? ¿A quién se le ocurre refrescar sus pies en la fuente de la Plaza?

Mismos argumentos que se repiten en cada movilización masiva de nuestro pueblo.

Y así nos manifestamos la clase obrera y los pobres de este pueblo y, aunque no les guste, lo volveremos hacer cada vez que nos den ganas. Porque cuando el pueblo se manifiesta no hace falta ni colectivos pagos, ni murgas contratadas ni pagar pirotecnia: cuando el pueblo festeja se auto organiza, y eso es algo que los poderosos, sean del partido político que sean, y los burócratas sindicales odian con toda su furia.

 

No hubo grietas, a los de arriba les molesta el pueblo en las calles

 

Nadie nos podrá hacer creer que solo el macrismo se molestó por la masividad de los festejos, varios gobernadores alineados con el gobierno nacional no acataron el feriado. Con la misma lógica de que de la crisis se sale trabajando, los festejos se hacen trabajando.

¡Son unos caraduras! Cuántos empresarios, clase media acomodada, ñoquis del Estado, de ONG financieras y demás parásitos pasaron más de un mes en Qatar «sin trabajar» festejando cada gol en in situ.

¿Los pobres no tenemos el mismo derecho? Miren la cosa: quienes fueron a vacacionar en Europa y Asia en 2020 y trajeron el Covid nos reprochan por festejar un feriado. No nos olvidamos que los mismos ricos que trajeron el virus fueron los primeros en viajar a Miami a vacunarse contra el Covid, ya que allí se vendía en las farmacias la vacuna y «los señores de la moralidad» no podían esperar un turno como todas y todos los trabajadores esenciales y de los miles de comedores y ollas populares que le pusieron el pecho ante la miseria,  costándole la vida a muchos de ellos.

¡No tienen cara para reclamar nada!

 

Un odio de clase que debe transformarse en odio mutuo

 

Sin duda, que lo que padó es que para ellos los festejos deben ser para unos pocos y si es masivo debe ser bajo la tutela de algún sector político sea peronista o kirchnerista.

Sabemos que la movilización de cinco millones en el AMBA y los otros tantos millones en todo el país, que festejaron les molestó.

Pero la alegría y el amor por los jugadores no es porque sí: hasta hace poco Montiel pateaba penales en Virrey del Pino, la Matanza, en apuestas para tener plata para comer; lo mismo 

Julián Álvarez que salió de un pueblo de Córdoba llamado Calchin y sus amigos de la infancia decían que en el equipo infantil había una niña que jugaba en el equipo con ellos el torneo; lo mismo con Ángel Di María que su papá hacía carbón para vender y toda la familia colaboraba en armar las bolsas y cargar el camión para repartir en los comercios de Rosario; y así muchas otras historias de esos campeones del mundo que cumplieron los sueños de cada uno de nosotros desde que somos niños.

 

No ofender al primer mundo

 

Ante el partido con Holanda en varios medios trataron de vulgar a Messi y a los demás integrantes del plantel, les resulta  inaceptable eso y mucho más desafiar a las potencias como Francia o España. Sin dudas, el cipayismo de los medios de comunicación que responde a los lame botas que se arrodillan ante el FMI, los Yanquis o la Unión Europea es prueba de su cobardía y que no sueñan con ser libres y superarse, se sienten cómodos siendo sus siervos.

 

La doble vara 

 

En Bangladesh, la India o Haití millones de pobres festejaron por sus calles el triunfo de Argentina.  Eso lo mostraron los medios y  no les importó que sean los parias del mundo. Sin embargo, si les molestó que los mismos parias de Argentina festejaran en las calles.

Pero hay mucho en común entre los parias de esos países y nosotros los parias de Argentina: lo primero que fuimos colonias del imperialismo europeo y tuvimos que hacer revoluciones para liberarnos, pero hoy somos nuevamente sometidos de una u otra manera sea con el FMI, sus multinacionales o los planes de ajuste para pagar fraudulentas deudas externas.

Por ello, cada golpe aunque sea en el deporte a las potencias «intocables» son vistas como lo que en realidad es unos países opresores versus países oprimidos y Argentina es sin duda un país oprimido por las potencias.

Allí se comprende la admiración por el gol de Maradona a los Ingleses en el 86 y la copa ganada a países esclavistas y coloniales como Holanda y Francia.

Por ello la doble vara se acomoda: a miles de kilómetros donde los parias no nos molestan es algo positivo, pero cambia si es en el obelisco o las plazas del país.

 

Pobres sinónimo de droga, alcohol y violencia

 

Se alarmaron por la cantidad de alcohol y drogas que se vieron en los festejos, ¿pero que esperaban? Si el mismo Estado llenó de drogas y alcohol los barrios pobres, justamente para que sean adictos, que no piensen y no se organicen para liberarse de la opresión y explotación capitalista.

Los condenaron a vivir a barrios sin agua, sin gas, sin cloacas, a ganarse el día con changas o depender de las migajas del plan social por el cual deben cumplir unas horas al día de trabajo. La verdadera realidad llegó al Obelisco y no pueden hacerse los distraídos porque a esos mismos parias que festejaron y ahora les dan «asco» son los mismos que los Milei, Larreta o Cristina buscan para que los voten.

En época electoral «aman» la 3ra sección y la Villa 31, pero para festejar un triunfo deportivo son lo peor de la sociedad.

 

Que los sueños se hagan realidad

 

Los jugadores de la selección cumplieron su sueño, pasando obstáculos seguramente de maestras que los retaban en los recreos, de la policía que no los dejaban jugar en la calle o de los narcos que se apoderan de los playones y plazas de las grandes ciudades, del hambre y del sistema.

Pero hoy son muy pocos los llegan y cumplen su sueño. Pero hay una posibilidad concreta para que la mayoría de la población cumpla sus sueños: es terminar con este sistema de desigualdad, de explotación donde los únicos que ganan son los empresarios, la FIFA, la AFA y el gobierno. Se puede revertir esto para que todos y todas tengamos las mismas posibilidades de progresar y ser felices.

Los de arriba ni siquiera pudieron darnos la posibilidad de saludar a la selección pero embolsaron miles de millones de dólares y no bolsa de carbón como Di Maria en su niñez.

Soñemos con una revolución para que la tortilla se de vuelta, para que quienes somos la mayoría podamos festejar como se debe y esa minoría (empresarios, gobernantes y la FIFA) que vayan presos por todo lo que nos han robado y usado.

 

¡Viva el pueblo trabajador argentino y su festejo!

¡Hagamos posible lo imposible!