LA INDEPENDENCIA SE LOGRÓ CON EL PUEBLO ARMADO

25 de Mayo: La lección silenciada de 1810

Los homenajes vacíos a la Revolución de Mayo, la visión descafeinada del hecho más importante de la historia argentina -y parte inseparable de la lucha más importante dada por los pueblos de nuestro continente-, impiden asimilar las lecciones que esa gesta histórica deja para nuestro presente: la necesidad de otra revolución y una Segunda Independencia, y el derecho (y deber) del pueblo en lucha de defenderse de la represión.

Por Nepo

La versión de la historia difundida durante décadas tanto por los materiales escolares como por las revistas infantiles, e incluso los historiadores oficiales (y muchos de los revisionistas), describe los hechos del 18 al 25 de mayo de 1810 como algo muy parecido a la actividad parlamentaria de la actualidad: roscas, negociaciones bajo cuerda, discursos de todo tipo, movilizaciones populares pacíficas y casi decorativas, y finalmente una votación de los miembros del Cabildo. Un relato a la medida de la historia que quiere contar la clase social dominante, de como sus antepasados consiguieron el dominio político sobre el país.

Pero este relato “apto para todo público” no solo tiene muy poco que ver con lo que fueron los hechos, sino que su cuestionamiento dio un salto entre amplios sectores del pueblo trabajador desde el Argentinazo de 2001 a esta parte. Ese cuestionamiento permitió que alcanzaran masividad algunas de las posiciones  e interpretaciones históricas ligadas al socialismo revolucionario, de la mano de historiadores modernos y mediáticos que tomaron esos puntos de vista de una manera limitada y poco leal, pero que permitieron hacer llegar a sectores de masas los hechos de Mayo de 1810 tal como fueron: la preponderancia del pueblo armado y organizado en milicias desde la derrota británica en las Invasiones Inglesas, la agitación armas en mano de los “chisperos” de French y Beruti para amedrentar a los partidarios del rey, las amenazas de Belgrano de destituir al virrey por la fuerza, y eso solo en uno de los episodios más tranquilos de la revolución continental que duró catorce años y costó un millón de muertos.

No dejarse aplastar

Sin embargo, estos historiadores que se pusieron de moda en la primera década de este siglo estaban alineados con los sectores de poder que buscaban reconstruir la institucionalidad política patronal dañada por el estallido revolucionario de 2001. Y por ende su relato, su visión de los hechos terminaba ahí. Se limitaban a plantear una narrativa más veraz de los acontecimientos, sin sacar conclusiones de los mismos.

Y no era para menos. Porque lo que enseñan los hechos de Mayo de 1810 no es solo que la única manera de ponerle fin al saqueo, el vaciamiento y la explotación es derrocando a las instituciones políticas que los sostienen. Sino que la voluntad de los pueblos de transformar la realidad, solo puede imponerse si las masas en lucha están dispuestas a defenderse hasta las últimas consecuencias. Aún si eso implica quebrar las leyes de las clases dominantes, como lo hicieron los seguidores de Mariano Moreno, French y Beruti al amedrentar a los miembros del Cabildo favorables al Virrey. O cuando significa que el propio pueblo sea el agente militar de la lucha, como cuando Güemes armó a los gauchos del norte para impedir los avances de las tropas colonialistas. O incluso si supone dividir a las fuerzas militares de los sectores de poder, ganando a una parte para el bando revolucionario, como sucedió con San Martín.

Fue la voluntad y la organización del pueblo en lucha para defenderse, lo que hizo que Cisneros aceptara sin mayores protestas la votación del Cabildo y la elección de la Primera Junta. Fue esa voluntad y organización la que hizo fracasar el intento de contrarrevolución que Liniers orquestaba desde Córdoba. Y sobre todas las cosas, fue esa voluntad y organización la que evitó que en Buenos Aires se repitieran los baños de sangre que la represión de la monarquía española perpetró en México, Quito, La Paz, Cochabamba y tantos otros puntos de nuestra América.

Desde 1810 hasta el presente

La actual clase dominante, el empresariado argentino, y sus políticos, hoy solo se limitan a jugar el papel de virreyes, como socios menores de los capitales extranjeros en la explotación y el saqueo de nuestro país. Aunque actualmente no esté planteado derrumbar sus dominios, sus instituciones y sus leyes, e imponer un gobierno de los trabajadores y el pueblo basado en sus propias organizaciones, la miseria que genera el vaciamiento que los poderosos extranjeros y nacionales perpetran, ha provocado enormes levantamientos populares en el pasado, recordemos por cercano el 2001,  y lo seguirá haciendo en el futuro. Y a esas luchas, a esos estallidos grandes o pequeños, el poder político y económico responderá, cada vez más frecuentemente, con represión, persecución, cárcel y muerte.

Ante eso, desde el PSTU creemos que es necesario recuperar las enseñanzas de 1810, y hacer valer nuestro derecho, como pueblo trabajador, a la autodefensa; a organizarnos para no ser víctimas de la barbarie represiva de un orden decadente. Así lo creemos y así lo hacemos, y por eso estuvimos en la primera línea de la rebelión obrera y popular contra el robo a las jubilaciones que quería cometer el macrismo en diciembre de 2017. Por eso nuestros partidos hermanos como el MIT de Chile han estado en las Primeras Líneas que se formaron durante el estallido social de 2019 para defender a los manifestantes de la represión. Y por eso, llamamos a los luchadores obreros y populares a recuperar esta lección de la historia, y a organizarse para no dejarse aplastar por la represión