En unos días se celebran 199 años de la declaración de independencia, un hecho que tal vez goce de menos popularidad que la Primera Junta de 1810, pero no por ello menos importante. En esta fecha no faltarán los actos y discursos oficiales hablando de la lucha por nuestra soberanía. Por ello, es un buen momento para sacar algunas conclusiones de nuestra historia, comparando el accionar de los patriotas de entonces con las medidas adoptadas por los actuales gobernantes, dando luz a lo que los trabajadores necesitamos hacer para conseguir una verdadera defensa de nuestra soberanía.
El calendario de la historia dice que el 9 de julio de 1816 se formalizó el fin del dominio de la corona en nuestro país, rechazando definitivamente la posibilidad de ceder la soberanía a otra potencia. En esos seis años que pasaron desde la revolución de Mayo, los sectores patriotas más luchadores vencieron a los grupos conservadores que tenían el poder en Buenos Aires y convocaron a un congreso en Tucumán que terminó proclamando nuestra independencia ante los pueblos del mundo, confirmando la ruptura con el reinado de Fernando VII y con los planes de las potencias europeas.
Los próceres contra los grandes propietarios
Esa parte de la historia es conocida. Pero hay un aspecto de la guerra de independencia que es pasado por alto: las medidas con la que los libertadores llevaron su lucha al terreno económico, como el uso de los embargos y expropiaciones contra los partidarios de la corona, y los duros impuestos a los sectores más acaudalados; medidas impulsadas por los sectores revolucionarios más duros, desde Artigas en la Banda Oriental hasta Güemes en el Norte, pasando por San Martín en Cuyo. Estos próceres no tuvieron reparos a la hora de hacer que los sectores más ricos y poderosos devolvieran toda o buena parte de sus ganancias y propiedades para hacer triunfar la revolución.
Esto fue así porque no había otra forma de financiar la guerra por la independencia, ya que la única fuente de financiamiento externo era una Inglaterra aliada a la corona española. Y a su vez, a través de estos embargos podía evitarse que los partidarios de la corona y los sectores privilegiados se organizaran para poner en peligro a la revolución. Así lograron la victoria: sacando los recursos materiales y financieros del país de las manos de unos pocos privilegiados para ponerlos al servicio de la lucha por la independencia.
Por su parte, es importante aclarar que la amplia mayoría de los líderes y luchadores más revolucionarios pertenecían a los sectores sociales menos favorecidos económicamente. Estaban los que venían de sectores medios, como los intelectuales y profesionales que eran relegados dentro del sistema administrativo de la corona por su condición americana. Este es el caso de San Martín y Belgrano, que eran oficiales del ejército del rey y funcionario de Buenos Aires respectivamente. Pero también tuvieron una participación activa los sectores populares, negros esclavos y libertos, indios, gauchos, que cargaron con el esfuerzo de la guerra siempre de manera voluntaria hasta el heroísmo. Por el contrario, dentro de los partidarios de la independencia, también había grandes negociantes y propietarios que por lo general siempre se ubicaban con las posiciones más tibias, las más renuentes a llevar la lucha hasta el final. Incluso algunos como Carlos María de Alvear, llegaron a ofrecer la recién conquistada soberanía a potencias como Inglaterra. La explicación de tal comportamiento es sencilla: el estado de guerra y revolución perjudicaba sus grandes ganancias.
El FPV y la oposición patronal hacen lo opuesto
Estas políticas dejaron en evidencia el obstáculo que representan las clases dirigentes y sus privilegios e intereses para lograr una verdadera independencia y liberación nacional; obstáculo que no ha hecho más que agravarse con el paso de los años, al ir estrechándose los lazos entre el empresariado argentino y sus políticos, y el capital extranjero. Por eso hoy tenemos una Presidenta que se define como “pagadora serial” de una deuda externa fraudulenta que se usa como excusa para esclavizar países. Y a su vez, hoy también la oposición patronal vocifera desde sus diarios su indignación cuando una jueza de Tierra del Fuego les impone un tímido embargo a unas multinacionales petroleras que hacen negocios con el gobierno de ocupación kelper para robarnos el petróleo en Malvinas.
Los trabajadores tenemos que pelear por la Segunda Independencia
La Argentina de hoy está en una situación similar a la que se encontraba antes de la independencia. Nuestro país necesita romper con las multinacionales que saquean sus recursos, explotan al pueblo trabajador y apenas si dejan algunas monedas que van a parar a los bolsillos de los políticos que las cubren. Necesita dejar de pagar la impagable deuda externa, con la que el FMI y el capital extranjero manejan nuestra economía en provecho propio. Necesita recuperar las Islas Malvinas y las aguas que la circundan. Y sobre todas las cosas, necesita que todos sus recursos sean puestos al servicio del pueblo trabajador y no de unos pocos.
Esta pelea no es solo a escala nacional, sino que debe librarse a nivel latinoamericano junto al resto de los pueblos hermanos. Obviamente, estas tareas no serán cumplidas por la patronal y sus políticos, íntimamente ligados al imperialismo que nos domina. Esa tarea sólo puede ser realizada por los trabajadores y el pueblo que enfrentan día a día a esas multinacionales y a sus políticos y encabezan la resistencia al saqueo de nuestros recursos.
Por ello, desde el PSTU y la LIT te invitamos a organizar esta pelea. Como lo hicieron los patriotas de principios del siglo XIX, es tiempo de que los trabajadores encabecemos la lucha por la segunda y definitiva independencia.