LA INDUSTRIA FARMACEÚTICA Y EL NEGOCIO DE LAS VACUNAS

GANANCIAS MILLONARIAS A COSTA DE MILLONES DE VIDAS

 

El sistema de salud está contra las cuerdas. La ocupación de camas de terapia intensiva está trepando al 70% en todo el país, mientras que en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ya alcanzó el 80%. El personal de salud se encuentra completamente agotado, y el oxigeno empieza a escasear. En una clínica de Ensenada están denunciando que seis pacientes con COVID-19, murieron por falta de suministro de oxígeno.

Así mismo están faltando drogas muy importantes para el tratamiento de los enfermos graves, cuyos precios se dispararon astronómicamente desde el inicio de la pandemia. El sedante “midazolam” aumentó un 1.229%, yendo de 38,70 pesos a 514 pesos. O el “atracurium besilato”, un relajante muscular que pasó de costar 138,58 pesos a 732, aumentando un 428%. Y la lista sigue. 

Todos esos precios incluso son los que salieron de un acuerdo entre laboratorios, distribuidores de estas sustancias, y el Ministerio de Salud, para que los costos no se descontrolaran.

Estas son las leyes que rigen el mercado capitalista. En donde hasta una crisis humanitaria es una oportunidad para que los empresarios se llenen los bolsillos.

Por supuesto que la producción de vacunas no escapa a la lógica económica imperante. Mientras la gran mayoría de los países sufre la escasez de vacunas, las empresas que las producen están amasando impresionantes fortunas.

 

Ganancias que vuelan

 

Desde marzo del año pasado hasta noviembre, estas multinacionales dieron un salto enorme en su valor en la “Bolsa de Valores”, en base a los beneficios previstos por la producción de vacunas. Las biotecnológicas fueron las que más crecieron, como Moderna (un 541%) o Moderna (411%). Los titanes de la industria como Pfizer (18%) o AstraZeneca (15%) reportaron un crecimiento menor pero nada despreciable.

Además, en este año, AstraZeneca ya reportó un crecimiento en sus ganancias durante el primer trimestre que duplicó al del año anterior. Pfizer por otro lado prevé para 2021 ganancias superiores a los 15 millones de dólares en el rubro vacunas.

Ante el planteo de India y Sudáfrica frente a la Organización Mundial del Comercio (OMC) para liberar las patentes de las vacunas, estas empresas protestaron. Su argumento es que la propiedad intelectual incentiva la inversión privada en la investigación y desarrollo, sea en este caso o en el de cualquier medicamento. Lo que ninguno de esos sinvergüenzas está diciendo es que las vacunas fueron desarrolladas, en su mayoría, con fondos estatales. Ellos se apropiaron de sus fórmulas gracias a las leyes de propiedad intelectual, y así condenan a la humanidad a la escasez de vacunas.

¿Pero qué puede sorprendernos de empresas como Pfizer? Pfizer enfrentó un juicio por ocultar que uno de sus medicamentos podría ayudar a prevenir el Alzheimer, según un estudio que no concluyó esta multinacional, y uno de cuyos dueños es el fondo “buitre” yanqui BlackRock, acreedor en la Deuda Externa argentina. La lógica de las multinacionales es siempre la misma: “si no me sirve para hacer plata, no me sirve de nada”.

 

Patentes: propiedad privada sobre el conocimiento

 

La apropiación por parte de unos pocos del conocimiento o las invenciones producto de la investigación científica es casi tan vieja como la propiedad privada. En Argentina existe una Ley de Patentes desde el año 1864, prácticamente desde que se conformó el estado argentino como lo conocemos.

La propiedad intelectual convierte a todo el progreso científico en una mercancía cuya única utilidad es generar más ganancias, cuando debería estar al servicio de mejorar la calidad de vida de la humanidad. El ejemplo del laboratorio Pfizer y el Alzheimer citado anteriormente da muestra de que, además, todo estudio que no sea rentable para el bolsillo de los empresarios es descartado.

Tal es la traba que representan las patentes, que en ocasiones, hasta gobiernos han tenido que anularlas para hacer frente a una crisis sanitaria. Es el caso por ejemplo de Brasil, que en el 2007 suspendió la patente del medicamento “Efavirenz”, utilizado para combatir el VIH, porque en ese momento contaba con más de 200 mil infectados en el país y tenía un costo altísimo.

Incluso EE.UU. amenazó durante el 2001 con suspender la patente de Bayer sobre un medicamento para tratar los efectos del Ántrax. Esto obligó que la multinacional aumentara su producción y redujera su costo.

 

Ahora es el momento: ¡Vacunas para todas y todos!

 

Durante el siglo pasado, el virus de la Polio, o parálisis infantil, azotó a lo largo del mundo. Hoy en día ha sido prácticamente erradicado y eso se debe en gran medida a que las vacunas desarrolladas por Jonas Salk y Albert Sabin no fueron patentadas.

Hoy, la misma posibilidad está planteada frente al COVID-19. De seguir las vacunas en manos de un puñado de empresas, el virus seguirá haciendo estragos, sobre todo en los sectores más vulnerables.

Si anulamos las patentes podemos aumentar quién sabe en cuánto la producción de las vacunas. A la vacuna de AstraZeneca, cuyo compuesto se fabrica en Garín, y la Sputnik-V, que pronto comenzará su producción en el país, ahora se suma la posibilidad de envasar la vacuna Sinopharm. Esto demuestra que nuestro país tiene capacidad más que suficiente para hacer frente a la demanda local e internacional de vacunas.

Por eso hoy más que nunca es necesario anular las patentes de las vacunas. El Gobierno de Alberto Fernández dice defender la vida y la salud ¡Que demuestre que esa es su prioridad y no sostener las ganancias empresariales!

Que los trabajadores de los laboratorios farmacéuticos y los científicos del CONICET ya mismo comiencen un relevamiento de los establecimientos equipados para esto. Todo establecimiento apto se debe declarar de interés público y estatizar bajo control de sus trabajadores.

Que los Sindicatos de Sanidad, Estatales, etc. impulsen ya mismo la vacunación de quienes trabajen en la producción de vacunas y medicamentos necesarios. No puede ser que un sector de los trabajadores, principalmente esenciales, continúen exponiéndose todos los días al virus, para fabricar vacunas que van a parar a manos de los yanquis.

Que toda vacuna producida en el país no se lleve a países que tienen acaparada la mayoría de las dosis. Que esas vacunas sirvan para inmunizar a Latinoamérica, que sufre a manos de la pandemia.

En cada fábrica, escuela o barrio, en cada lugar donde sigan faltando vacunas, tenemos que organizarnos para llevar esto adelante.

Al cierre de esta edición, Joe Biden, presidente de los EEUU ha anunciado que apoyará la anulación de las patentes de las vacunas. Esto da cuenta de hasta donde se agravó la situación a nivel mundial por el COVID. Otros gobiernos como el de Putin han salido a hablar en el mismo sentido. Hay que exigir que ya mismo se haga efectivo y que comience la producción en masa. No se puede esperar un segundo más.

 

1-La propiedad intelectual convierte a todo el progreso científico en una mercancía cuya única utilidad es generar más ganancias, cuando debería estar al servicio de mejorar la calidad de vida de la humanidad.

 

2-Durante el siglo pasado, el virus de la Polio, o parálisis infantil, azotó a lo largo del mundo. Hoy en día ha sido prácticamente erradicado y eso se debe en gran medida a que las vacunas desarrolladas por Jonas Salk y Albert Sabin no fueron patentadas.