Vivimos en un mundo agitado, cualquiera que se tome 2 minutos para fijarse puede llegar a esa conclusión, hoy más que nunca estamos viendo hacerse la historia cada día. De Hong Kong a Ferguson y de Grecia a San Pablo, miles de personas, hombres y mujeres, trabajadores, estudiantes y demás, se levantan contra los efectos de una crisis mundial galopante. Guerras y revoluciones, golpes de estado, paros generales, lock outs y ajustes son solo algunos de los efectos de esta, y golpean la ya baja calidad de vida de las masas.
En los tiempos que corren, la mitad del mundo vive con menos de 2 dólares al día, la desocupación afecta ya a más de 205 millones de personas que en su mayoría son jóvenes y especialmente mujeres. Para el resto quedan la precarización laboral, los contratos temporales, el trabajo a destajo, por día, muy por debajo de las necesidades básicas para subsistir solos, que son moneda común. Basta con pensar cuales y cuantos trabajos tuviste en tu vida para ver cómo viene la mano. Y si por casualidad tenes la suerte de acceder a una universidad el panorama tampoco es alentador. En las últimas dos décadas la privatización y la precarización de la educación pública pegaron un salto terrible, en todo el mundo encontramos escuelas que se caen a pedazos o directamente cierran, facultades que se privatizan o se concesionan a empresas, docentes que no cobran, y podemos seguir enumerando.
Seguimos ahí, a pesar de todo
En este cuadro caótico que no da ninguna promesa para el futuro, los que más dependemos de él, los jóvenes, estamos entre la espada y la pared. Es por eso que cuando uno mira para cualquier conflicto que estalle en el planeta nos ve en primera fila. Estudiantes de Chile, Hong Kong o México, jóvenes trabajadores en Argentina, Francia o Brasil, la juventud afroamericana de Ferguson y Baltimore, todos ellos y muchos otros comparten esta falta de salidas a la hora de luchar. Sin embargo en los últimos años nos la quisieron vender por todos lados. Los gobiernos “progresistas” de América Latina, y alguno que otro dando vueltas por ahí en el mundo, intentaron meternos en la trampa del mal menor, en la de “lo posible”. Nos dijeron que tengamos paciencia y que las cosas se cambiaban de a poco, que se podía decirle “no al alca” trayendo a Chevron. Nos dieron pequeños empujones monetarios y los celebraron con bombos y platillos mientras de fondo flexibilizaban al máximo nuestras condiciones laborales. Nos quisieron asustar con “la derecha” mientras dejaban entrar a la Alumbrera o al Santander en nuestras universidades, y nos llamaron a defenderlos cuando su modelo se agotó. Cuando todo eso falló, o cuando ni se intentó, nos quisieron reprimir. Nos dijeron que por la educación “alguien tenía que pagar” y nos criminalizaron por defenderla. Se extendieron por todos lados las leyes anti-terrorista, bajaron las edades de imputabilidad y con Ayotzinapa quisieron dejarnos el mensaje claro por si seguíamos presionando. Aun así, la falta de futuro puede más y día a día se dan nuevos estallidos donde estamos a la cabeza.
Una primavera que no termina
Las movilizaciones del mundo árabe son quizás uno de los mejores ejemplos de todo lo que venimos diciendo. Desde las primeras marchas en Túnez allá por el 2011, donde los jóvenes fueron amplia mayoría, no hubo un solo país de la región donde estos no salgan a luchar. Sea el dictador que fuere, las condiciones de sometimiento y explotación bajo las que se tenía a estos pueblos tuvieron en sus nuevas generaciones a un enemigo formidable, que a pesar de las bombas no se dejó aplacar y llevó a más de un sátrapa a dejar el puesto. Palestina es uno de los epicentros de este fenómeno. Su juventud hoy está protagonizando una oleada de movilizaciones independiente de cualquier dirección vendida que rememora lo mejor de las 1ra y 2da intifada. Todos los muertos a manos del plan colonialista de Netanyahu y las detenciones masivas de los jóvenes palestinos llevaron a esto. La falta de futuro que vivimos en todo el mundo se profundiza en Palestina, donde la gran mayoría de la población vive en la pobreza y la desocupación. Esto a su vez se combina con una limpieza étnica que lleva décadas implementándose con el aval y la complicidad de prácticamente todos los gobiernos del mundo, dejando más de 7000 muertos en los últimos años. Es tarea de cualquier joven que hoy sale a luchar solidarizarse con esta lucha, porque expresa tanto lo peor que el mundo de hoy tiene para ofrecernos como lo mejor que podemos nosotros contestar. El llamado del Movimiento Juvenil Palestino a la movilización internacional el próximo 29/11 no es más que eso. Al fin y al cabo, los jóvenes que salimos a luchar en el mundo somos muchos, pero la lucha por el futuro cada vez más es una sola.