A finales de abril, la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de Ley Bases presentado por el Gobierno de Milei con los aspectos esenciales de su política económica, financiera y laboral. El proyecto pasó al Senado donde el Gobierno espera tenerlo aprobado para el 16 de mayo.
La Ley Bases es una versión reducida de la Ley Ómnibus que no había conseguido aprobación en febrero pasado. El Gobierno “volvió a la carga” y ahora consiguió este triunfo parlamentario.
Es muy llamativo que este hecho se produzca pocos días después de la gigantesca marcha universitaria que lo enfrentó fuertemente y significó un duro golpe para el Gobierno de Milei. Es decir, no solo el Poder Ejecutivo sino también el Congreso actuaron contra este sentimiento cada vez más mayoritario del pueblo argentino.
“Junta de gerentes”
Para entender esta profunda contradicción es necesario comprender qué tipo de institución es el Congreso. Argentina es un Estado capitalista porque su sistema económico-social funciona dominado y al servicio de los patrones para obtener ganancias sobre la base de la explotación de los trabajadores.
En el siglo XIX, al estudiar el funcionamiento del capitalismo y de sus instituciones políticas, Marx llegó a la conclusión de que, en un Estado capitalista, todos los gobiernos son como una “junta de gerentes” de los negocios de los patrones. Este papel, a veces se presenta de modo crudo, como en los regímenes dictatoriales. En otros regímenes lo hace de modo más disfrazado ya que algunas de sus principales instituciones, como el Presidente o los legisladores son electos por el voto de la población que, así, les “delegan” el poder. Pero la función y el papel es el mismo: gerentes de la burguesía.
Argentina, semicolonia
En el caso argentino, hay otro factor. Argentina es un país capitalista semicolonial sometido al imperialismo, centralmente a los yanquis a través de acuerdos políticos, económicos y militares que cercenan su soberanía real, como lo muestran los compromisos con el FMI o la realización de los ejercicios militares conjuntos dirigidos por la IV Flota de EE.UU.
Como resultado de ello, todas las ramas de gobierno (poder Ejecutivo, Congreso) acaban siempre actuando como instituciones agentes de este dominio imperialista. El Gobierno de Milei lo dice y lo hace de modo explícito y sin tapujos. También el macrismo. Pero las otras fuerzas políticas de la patronal, como el peronismo y el radicalismo, son parte de lo mismo, aunque traten de disimularlo. Vaya como ejemplo, la aprobación parlamentaria conjunta del acuerdo con el FMI en 2022, con el Gobierno peronista, cuyo texto fue leído directamente desde el inglés por el entonces ministro de Economía, Martín Guzmán.
Como institución de un gobierno capitalista semicolonial, el Congreso, aunque los legisladores sean electos por el voto, no es una expresión de la soberanía nacional y, menos aún, de la “voluntad popular”. Este último ejemplo de la Ley Bases es muy claro.
Por eso, es necesario que la clase trabajadora reflexione sobre dos cuestiones. La primera, que proponer que sea el Congreso el que “pare” a Milei y su política (tal como hace el peronismo, la CGT y algunos radicales), es un callejón sin salida. Para derrotar el plan de Milei es necesario continuar y profundizar el camino de la marcha universitaria y otras movilizaciones realizadas desde diciembre pasado. En esa lucha, el Congreso no es la “solución” sino “parte del problema” a combatir. Los que llaman a “confiar” en el Congreso acaban jugando a favor del Gobierno de Milei, aunque voten en contra de sus leyes, porque debilitan este camino de lucha.
Necesitamos otra clase de Congreso
La segunda conclusión es más profunda. De modo permanente, decimos que la lucha de fondo que debe llevar adelante el pueblo argentino es por la Segunda y Definitiva Independencia de nuestro país. La Primera Independencia se ha perdido en su casi totalidad y hoy somos un país sometido al imperialismo. La lucha contra el Gobierno de Milei y su política es, en realidad parte de ese proceso.
En este sentido, la Primera Independencia lograda a inicios del siglo XIX nos deja algunas valiosas enseñanzas que se analizan en un artículo de esta misma revista. Fue una lucha sin cuartel contra las instituciones coloniales, que culminó con su destrucción y la construcción de nuevas instituciones al servicio de la soberanía del país y de la voluntad popular.
Aquella dirigencia burguesa revolucionaria del siglo XIX (por ejemplo: Mariano Moreno, Manuel Belgrano, José de San Martín o Juana Azurduy) , hoy ya no existe. Toda la patronal y sus políticos/as se someten al imperio. Por eso, esta tarea recae en los hombros y en la acción de los y las trabajadores/as y el pueblo (los únicos que realmente aspiran a esa Segunda Independencia). Al mismo tiempo, al igual que aquella, tal como en el siglo XIX, es una lucha que debe darse de conjunto en nuestro continente y abarcar los aspectos económico, social, militar y todos los terrenos.