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La mayor Huelga General que vivió Brasil

“Son casi las seis de la mañana y la estación de aquí, de Jabaquara, una de las principales de San Pablo, está vacía. En un día normal, esto aquí estaría lleno de gente”. Aún estaba oscuro en el final de la madrugada de aquel 28 de abril cuando Altino Prazeres, del Sindicato de los Metroviarios de San Pablo y militante del PSTU, conversaba, junto con otros compañeros, con las pocas personas que circulaban frente a la estación.

“El metro está completamente parado, así como los ómnibus”, relató. Al fondo, el patio lleno de vagones parados hacía parecer, a primera vista, una gran congestión de tránsito. Luego, en el inicio del día, ya era posible notar que aquel día de Huelga General convocada por las centrales sindicales sería histórico. Paralizaciones y bloqueos de rutas se multiplicaban por todo el país. Relatos y fotos de piquetes llenaban los grupos de WhatsApp, mientras la radio daba informes sobre la paralización de los transportes en las capitales y el cierre de rutas que impedía la entrada para los principales aeropuertos. En las regiones obreras del país, metalúrgicos cruzaban los brazos y se juntaba a los piquetes y bloqueos de vías. Mientras tanto, las principales manifestaciones ya se organizaban para partir desde las periferias.
“El Vale do Paraíba está completamente paralizado, las empresas de Jacareí están todas paradas, no hay ómnibus circulando entre San José dos Campos y Jacareí, y aquí en San José tampoco hay ómnibus circulando”, contó Antônio Macapá, presidente del Sindicato de los Metalúrgicos de San José dos Campos y Región. “Estamos también haciendo un movimiento muy fuerte de los compañeros de la Johnson, la industria está completamente parada; en la Embraer no se trabaja, en la Itachi tampoco, Ericson, Panasonic… y estamos juntando 30 categorías aquí en esta huelga”, completó.

El día que Brasil paró

El 28 de abril fue sin duda la mayor huelga general que vivió este país. Además de los trabajadores de los transportes, la huelga contó con la participación masiva de metalúrgicos, petroleros, profesores de las redes pública y privada, trabajadores de los Correos y empleados públicos de todos los sectores, además de innumerables otros sectores que aprobaron la paralización en sus bases. El movimiento popular, los estudiantes y los movimientos de lucha contra la opresión LGBT y machista también participaron, apoyando los piquetes y las movilizaciones a lo largo de todo el día.
Si la participación masiva y organizada de las categorías marcó el día 28, la población, por su parte, apoyó la huelga, tanto que ni salió de su casa para trabajar. La prensa patronal, que tanto adora hacer reportajes de las personas paradas en los puntos de ómnibus intentando ir al trabajo cuando hay huelga en los transportes, tuvo que esmerarse mucho para hablar mal del movimiento.

Las lecciones del 28 de abril. Quien manda aquí es el trabajador

El 28 de abril mostró la fuerza y la disposición de lucha de la clase trabajadora. Contra los que decían que era imposible una huelga general, pues la clase trabajadora estaría a la defensiva, la enorme presión de la base forzó a las direcciones de las mayores centrales sindicales del país a finalmente atender el llamado de la CSP-Conlutas y construir ese día.
También reforzó que es posible derrotar las reformas de la previsión y laboral, y las tercerizaciones. El gobierno Temer fue obligado a apurar de forma chapucera la votación de la reforma laboral en la Cámara, por miedo de los efectos de la Huelga General. Para afuera, Temer y sus ministros corruptos, como el de la Justicia, Osmar Serraglio, dicen que la huelga fue pifia. Pero, entre ellos, saben que la huelga fue fuerte, sintieron el golpe y temen lo que puede venir de aquí para adelante.
Lo más importante es que los trabajadores dieron una demostración de que, sin ellos, nada funciona. Sin los choferes de ómnibus, guardas, metroviarios y ferroviarios, no hay transporte público. Sin los obreros, las fábricas paran y no hay producción. Sin los comercios, los negocios no abren, los supermercados no funcionan. Una huelga general no ataca solo las ganancias de la burguesía sino que hace avanzar la conciencia de la clase trabajadora, que puede percibir de forma directa que es ella quien controla todo y no precisa de los patrones para nada.



Obreros y pueblo pobre en el poder: ¡Fuera Temer! ¡Fuera todos ellos! 

Vamos a ocupar Brasilia y preparar la Huelga General de 48 horas. Para derrotar la reformas precisamos sacar este gobierno y a ese bando de corruptos del Congreso. La alternativa de poder debe construirse en nuestra lucha. Precisamos de un gobierno socialista de los trabajadores, que gobierne por medio de consejos populares.

Queremos a los obreros y el pueblo pobre en el poder para garantizar pleno empleo, salario, derechos, vivienda, tierra, educación y salud públicas, el fin del racismo, de la LGBTfobia, del machismo, del genocidio de la juventud negra y de las masacres de los indios por el agronegocio.
La tarea central en este momento, no obstante, es construir un nueva huelga general y seguir fuertes con la movilización, y no la campaña electoral. Los cambios y el tipo de gobierno que necesitamos no serán conquistados con elecciones. La alternativa no es Aécio ni Alckmin, ni Doria ni Marina ni Bolsonaro. Y tampoco es “Lula 2018”.
El PT estuvo 14 años en el poder, aliado a los banqueros, contratistas, multinacionales y agronegocio, que nunca en la historia de este país ganaron tanto. Brasil continuó tan desigual e injusto como siempre fue. Las políticas sociales, como la Bolsa Familia, Luz para Todos o, incluso, el crédito estudiantil representan muy poco dinero comparado con lo que fue destinado a banqueros y grandes empresarios. Tampoco fueron paliativos y no acabaron con la desigualdad, pues no atacan la explotación capitalista.
El empleo duró mientras existió crecimiento económico; en la primera crisis, tenemos 14 millones de desocupados con prácticamente ninguna protección social, visto que el propio gobierno del PT atacó el Programa de Integración Social (PIS) y el seguro de desempleo.
Después de 14 años de gobiernos del PT, Brasil continúa siendo un país en que la mayoría del pueblo no tiene acceso a saneamiento básico, mientras es semicolonizado por multinacionales que obtienen megalucros con base en la sobreexplotación de los trabajadores.
Basta de capitalismo, explotación, miseria y desempleo. Basta de gobiernos de alianzas con la burguesía para gerenciar el capitalismo. Queremos a los obreros y el pueblo pobre en el poder, gobernando en consejos populares, y no esta falsa democracia de los ricos y sus parlamentos corruptos forjados en elecciones controladas por el poder económico.