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LA SALUD EN PELIGRO DE COLAPSO

Estados Unidos ya superó las 150 mil muertes por COVID-19, Brasil poco a poco se acerca a las 100 mil. En España, la apertura masiva dejó abierto el escenario para un rebrote que podría extenderse al resto de Europa. En África los números aún hablan de pocos contagios y muertes, pero hay más de un motivo para pensar que esto se debe a que los testeos y el sistema de salud se encuentran muy muy por debajo de las necesidades de una región asolada por el saqueo y la miseria.

Lo hemos repetido varias veces, la actual pandemia no ha hecho más que poner en evidencia que el capitalismo no puede siquiera garantizar nuestra supervivencia. En todo el mundo los más afectados son los sectores más pobres, los trabajadores, los inmigrantes.

Gobiernos de todos los colores políticos aplicaron recortes en la salud pública durante la última década. Uno de los ejemplos más claros es el de España, donde en algunas comunidades como en Catalunya, el PBI destinado a sanidad se redujo a la mitad entre 2009 y 2010. Todo esto sumado a la presión empresarial contra el aislamiento, que se ve en todos lados, están provocando una verdadera masacre.

Por casa, ¿cómo andamos?

Argentina no es la excepción a esta situación. Los años macristas fueron de duros ataques contra la salud pública. Ese Gobierno llegó a reducir en un 23% el presupuesto, despedir a más de 3 mil profesionales e incluso a eliminar el Ministerio de Salud.

Sin embargo, la situación no parece haber mejorado mucho con Alberto Fernández. Desde el inicio de la pandemia, trabajadores de hospitales reclaman falta de insumos y elementos de seguridad. Datos del mes pasado hablan de más de 3 mil infectados en el área de salud en nuestro país. “Nos están mandando a la guerra sin armas” había expresado una enfermera del Hospital Pirovano de Buenos Aires, hace unos meses.

Hoy, el récord de casos positivos es batido día a día. La tasa de positividad (cantidad de testeos que dan positivo por sobre el total de test realizados) es del 50% en el AMBA. Lo cual da cuenta de que la cantidad de pruebas es aún insuficiente.

La ocupación de camas de terapia intensiva llegó al 75% en la Ciudad de Buenos Aires y al 61% en el Gran Buenos Aires. Elisa Estenssoro, jefa del área de terapia intensiva del Hospital San Martín de La Plata dijo recientemente en una entrevista con C5N que la decisión de volver a un confinamiento más estricto “no puede demorarse demasiado, porque estamos empezando a trabajar en un margen de seguridad muy estrecho”.

Prioridad del Gobierno: ¿cuidar la salud o a los empresarios?

En este contexto, cuando llega el pico de los contagios, el Gobierno decide ceder a la presión y flexibilizar la cuarentena. Incluso centros urbanos que parecían ya estar volviendo a la normalidad, como Rosario, volvieron a tener circulación comunitaria debido a la situación en el AMBA y la flexibilización del aislamiento.

Para colmo, en este preciso momento en que tan importante es la investigación científica, son dadas de baja 1.500 becas del Conicet. Son los mismos científicos argentinos que tanto han aportado al combate contra el COVID-19 en todo el mundo, aislando el genoma del virus, desarrollando métodos de testeo. Esos, como los profesionales del Malbrán, a los que el mismo Alberto Fernández calificó de “verdaderos genios que trabajan por dos pesos”, poniendo en evidencia la precariedad de su trabajo.

¿Dónde está la plata que no se está invirtiendo en salud y en ciencia? Muy probablemente esté en la negociación con el FMI y los bonistas. O quizás, en el impuesto a las grandes fortunas que nunca llegó. Tal vez esté en el equipamiento de las fuerzas de seguridad que se llevaron a Facundo, pero nunca controlan a los empresarios que violan el aislamiento e incumplen con los protocolos, convirtiendo los lugares de trabajo en grandes focos de infección. O también puede que la encontremos en el plan ATP, un subsidio a las grandes fortunas que, aunque retomaron la producción, mantienen los  salarios reducidos y reciben ayuda del estado para pagar a sus trabajadores y así aumentar sus ganancias.

Por un plan en defensa de la salud y de la vida del pueblo trabajador

Por todo lo expuesto, queda claro que la verdadera prioridad del Gobierno es contentar a los empresarios. Y los empresarios no quieren cuidar nuestra salud. Solamente los trabajadores podemos poner en pie un verdadero plan que defienda la vida de los más pobres, quienes más están sufriendo esta pandemia.

Lo primero es exigir que se hagan testeos, casa por casa, a toda la población. La situación actual requiere saber el alcance real del virus. Así, además se podrá aislar a los enfermos y a quienes estuvieron en contacto con ellos y mantener la situación bajo control.

Lo segundo es un relevamiento de toda la falta de insumos en hospitales y en centros de salud. Declarar de interés público y estatizar los laboratorios y fábricas que hagan falta para cubrir esos insumos, poniéndolos bajo control de sus trabajadores. También se debe declarar de interés público todas las instituciones de salud privada que sean aptas para tratar el coronavirus. En momentos en donde la vida está en juego, la salud no puede ser un negocio.

Asimismo será necesaria la incorporación masiva de trabajadores de la salud al sistema público, con condiciones dignas de trabajo, en planta permanente (para los nuevos y para quienes trabajan hoy como contratados). Deben discutir y elaborar en asambleas los protocolos que les permitan reducir los riesgos de contagio al mínimo.

Hay que poner a trabajar a los científicos cuánto antes, con un salario acorde a la canasta familiar. Que no quede ningún profesional capacitado desocupado. Que no quede ningún “genio trabajando por dos pesos”.

Y por supuesto, sin dejar de beneficiar a los que más tienen, sin terminar con la estafa de la deuda externa, no podremos llevar esto adelante. El Gobierno dice estar del lado de la vida, del lado de los pobres, va a tener que demostrarlo tomando medidas urgentemente. Mientras no lo haga, los trabajadores debemos poner manos a la obra.

31 de Julio de 2020.-