Los movimientos sociales volvieron a tomar un rol protagónico en la escena política argentina. En los primeros meses del año más de cuatro mil piquetes dejaron en evidencia la desocupación y la pobreza. Frente a esto, Javier Milei lanzó el “Movimiento Antipiquetero Argentino”. Los ricos atacan a los movimientos sociales, pagándole a payasos como Milei, y usando sus medios de comunicación como La Nación, Clarín y TN. Para eso tienen personajes nefastos que juegan a ser periodistas como Viviana Canosa o el hijo de Mauro Viale, que hablan muy enojados de “los choriplaneros”, como ellos los llaman. Dicen que son vagos mantenidos por los honestos “contribuyentes” que pagan sus impuestos. Incluso culpan a los pobres de la inflación y el aumento del dólar. Lamentablemente esas campañas se hacen eco entre los trabajadores y el pueblo. Por eso, en este artículo queremos desnudar algunas mentiras y mitos que construyen los ricos y los empresarios para dividirnos entre trabajadores ocupados y desocupados. También polemizaremos con el peronismo y Juan Grabois, y la política electoralista de los partidos que integran el FIT. Proponemos repartir las horas de trabajo sin reducción salarial. Y para eso creemos que hay que ir a las empresas a exigir empleo, en unidad con los compañeros que se encuentran trabajando.
Se gasta lo mismo en pagarle al FMI que en asistir a los desocupados
¿Cuánto gasta el Estado en planes sociales? El 8,4% del gasto público total se destina a programas sociales. Dentro de esta partida los más relevantes son el Potenciar Trabajo, el IFE y la Tarjeta Alimentar. En la escala de gastos totales le siguen los intereses de la deuda, que significaron un 7%. Es decir, se gasta más o menos lo mismo en pagar la deuda a los usureros internacionales, que en dar una ayuda económica a quienes se encuentran sin trabajo por responsabilidad del Estado y los gobiernos. La asistencia que reciben los desocupados y desocupadas apenas alcanza para cubrir algunos gastos y la gran mayoría sale a hacer changas. Sacarles el plan, como proponen algunos, es hundirlos aún más en la pobreza, en un país donde el modelo económico no garantiza empleo para todos.
Este sistema es una máquina de generar pobres y desocupados
La cifras oficiales dicen que en el primer trimestre del año la desocupación bajó un 3,2% en comparación al mismo período del año pasado. ¿Esto significa que esa será la dinámica y vamos a una situación de pleno empleo? Creemos que no. Hay una recuperación anémica de la economía después de la pandemia, que generó un aumento del empleo, pero de ninguna manera ese crecimiento económico garantizará trabajo genuino para todos. Esto es así, en primer lugar, porque somos un país agro exportador. Somos una semi-colonia que vive principalmente de vender materias primas. La Agroindustria significó el 74% de las exportaciones argentinas en 2020. Somos el primer exportador mundial de aceite y harina de soja, yerba y porotos. Ese es nuestro lugar en la división mundial del trabajo. La cuestión entonces es que el campo genera muy poco empleo y tiende cada vez más hacia la automatización, resultando expulsivo para la clase obrera.
Por otra parte, la industria solo tiene chances de sobrevivir al volcarse al mercado interno, debido a que no puede competir con los países más desarrollados, y lo hace generando empleo cada vez más precario, con largas jornadas laborales, produciendo con la menor cantidad de trabajadores posible. Y sobre todo, porque los empresarios necesitan que haya desocupados como “ejercito industrial de reserva” para mantener bajos los salarios. Necesitan el miedo a la desocupación para que los trabajadores acepten condiciones de trabajo cada vez peores. Así vemos que se crean empleos precarios, con salarios bajos, con jornadas laborales de 12 horas. Uno de cada cuatro trabajadores está “sobre ocupado” según la Encuesta Permanente de Hogares de 2022; esto quiere decir que tiene que trabajar más de 35 horas semanales para llegar a fin de mes. Por eso subió el empleo, pero aumentaron la cantidad de trabajadores pobres, que hoy llega al 45% de la población. Por un lado trabajadores super explotados, y por el otro más de 7% de la población desocupada. Estos son los disparates que vivimos en la Argentina.
Reparto de las horas de trabajo sin reducción de salario, y escala móvil de salarios.
Frente a esto proponemos el reparto de las horas de trabajo sin reducción salarial, y frente a la inflación que nos empobrece cada día, proponemos la escala móvil de salarios para “asegurar el aumento automático de los salarios correlativamente con la elevación del precio de los artículos de consumo”. De esta forma, reivindicamos el derecho al trabajo y a una existencia digna para todos, y llamamos a la solidaridad entre ocupados y desocupados para pelear por eso. Para que trabajemos todos y todas, se terminen los accidentes laborales y las lesiones por las largas jornadas de trabajo, y las personas tengan tiempo para disfrutar de la vida, estudiar, pensar, y realizar actividades sociales. Pero sabemos que los empresarios no resignaran sus ganancias. No quieren reducción de las horas de trabajo, al revés, quieren que trabajemos la mayor cantidad de horas posible, como vimos más arriba. Por eso, para lograr el reparto de las horas de trabajo y la escala móvil de salarios, es necesario enfrentar este modelo económico y sus dirigentes y representantes políticos y sindicales. Preparar esa pelea es preparar un nuevo Argentinazo, como venimos sosteniendo junto a varias organizaciones sociales.
Necesitamos un plan de obras públicas
Esto también generaría empleo, con la construcción de escuelas, hospitales, viviendas, cloacas, asfalto, rutas, reconstrucción del ferrocarril financia con el no pago de la deuda y altos impuestos a los grandes capitalistas.
Vayamos a las empresas a exigir trabajo
Cómo decíamos, estamos favor de que se asista económicamente a los compañeros desocupados. Es más, creemos que cobran poco, que esa “ayuda” no los saca de la pobreza, y es absolutamente insuficiente el Salario Universal de 12 mil pesos que pide Juan Grabois, que en definitiva termina legitimando la desocupación y la precarización laboral. Por eso tenemos que apuntar los cañones en la pelea por conseguir trabajo genuino.
El presidente Alberto Fernández anunció en la refinería Raizen, que está en Dock Sud, la inversión de 715 millones de dólares en los próximos tres años para aumentar la producción. Esto significará 4000 empleos y 3000 nuevos contratos con pymes proveedores. Ahí tenemos que movilizar junto a todo el barrio de la “Villa Infamable” que se encuentra frente a la refinería para exigir puestos de trabajo para los vecinos. Así podemos seguir dando ejemplos. La actividad industrial creció casi 4% respecto al primer bimestre de 2021. La producción automotriz superó las 48.000 unidades y creció 12,9% interanual, alcanzando el mayor nivel de producción desde mediados de 2018. En Vaca Muerta, la producción de petróleo crudo alcanzó el mayor nivel en diez años, tomando en cuenta el primer trimestre. Y la de gas natural creció 12% interanual. Ahí está el empleo. Las organizaciones sociales deberían organizar un plan de lucha donde vayamos directamente a las empresas a exigirles trabajo. La CGT y la CTA deberían hacer lo mismo, pero no lo harán. Esos dirigentes vendidos hace años que negociaron el aumento de las horas de trabajo, los salarios a la baja, y legitimaron los trabajos precarios y las tercerizadas, dividiendo entre efectivos y contratados. Incluso, muchos se han convertido en empresarios. Por eso la exigencia hacia ellos tiene que ser con la acción directa, y la pelea por trabajo tiene que ser con acción directa. Asambleas al interior de las fábricas para discutir salario, condiciones de trabajo, bolsa de trabajo, reparto de las horas sin reducción salarial para generar empleo para los compañeros desocupados y escala salarial para enfrentar la pobreza que genera el aumento desenfrenado de precios. Basta de horas extras, accidentes y lesiones laborales para llegar a un salario más o menos dignos. Tenemos que organizar en asambleas a los trabajadores ocupados y desocupados para unirse en esa lucha.
Los encuentros electorales no son la solución
Estamos de acuerdo con el PO, PTS, MST, Nuevo Mas y demás organizaciones que plantean que hay que unir a los trabajadores ocupados y desocupados, pero la discusión que tenemos con ellos es cómo, para qué, con qué objetivo, con qué programa y perspectiva. Primero, creemos que la forma en la que están convocando los Encuentros es equivocada, porque están dividiendo entre los diversos encuentros que convoca cada partido. Y lo más importante, y en eso queremos ser claros, el reparto de las horas de trabajo sin reducción salarial y la escala móvil de salarios no se conseguirá votando el año que viene a Myriam Bregman, Nicolás del Caño, Gabriel Solano o Manuela Castañera. Será con la lucha violenta, en las calles, con los trabajadores y el pueblo movilizados. “La “posibilidad” o la “imposibilidad” de realizar las reivindicaciones es, en el caso presente, una cuestión de relación de fuerzas que sólo puede ser resuelta por la lucha”. El gobierno del Frente de Todos ni siquiera fue capaz de subirle los impuestos a los dueños del campo, o llevar adelante un mínimo control de precios después de hacer el ridículo con el anuncio de la «guerra a la inflación», mucho menos enfrentará a las multinacionales y a los empresarios locales para imponer el reparto de las horas de trabajo y la escala móvil de salarios. Sus diputados y senadores tampoco lo harán, porque ese Congreso está hecho para garantizarle los negocios a las empresas, no para atacar sus ganancias.
Para terminar con la desocupación tenemos que derrotar este modelo económico. Pero para eso hay que enfrentar el poder político que los sostiene desde el Estado. No alcanza con actos o encuentros testimoniales de la izquierda en Plaza de Mayo, donde se monta el escenario de espaldas a la Casa Rosada. Tenemos que organizar la bronca hacia un nuevo Argentinazo, que ponga en el gobierno a los trabajadores y al pueblo, que rompa con el imperialismo, que expropie las principales industrias, que monopolice el comercio exterior y planifique la economía. Y para hacer eso tenemos que prepararnos, rompiendo con la lógica electoral. Sabemos que el año que viene habrá elecciones, que no estamos en una situación revolucionaria, pero es preciso que discutamos seriamente las perspectivas y las tareas que tenemos planteadas, combatiendo la idea de que los problemas se solucionarán metiendo más diputados de izquierda Porque los empresarios no dejarán que toquemos su propiedad, y los gobiernos tampoco. Pondrán, como han hecho siempre, a la gendarmería, la policía y la Justicia al servicio de los empresarios para defender sus propiedades y sus ganancias, enfrentando la protesta. Por eso, no hay salida pacífica, solamente el pueblo en armas puede sacar de este país a las multinacionales y buitres del sistema financiero, y a sus representantes de la Casa Rosada y el Congreso.
Breve historia de la desocupación
En Argentina, tanto la última dictadura militar como los subsiguientes gobiernos democráticos contribuyeron, cada uno a su manera, a la conformación de una masa de trabajadores informales, desocupados y empobrecidos. Bajo la dictadura militar se inicia un proceso de desindustrialización, que trae como consecuencia el aumento de la desocupación, el aumento del trabajo autónomo y el crecimiento del empleo precario, proceso que sumado a la caída del salario real da por resultado el aumento significativo de la pobreza por ingresos. Este proceso continúa durante el gobierno radical de Alfonsín, a la vez que se acentúa la informalización y la precarización de los asalariados. Durante el menemismo, esta situación pega un salto. La equiparación del peso al dólar, las privatizaciones, más la apertura comercial y financiera, elevan la subocupación laboral. El desempleo alcanza los dos dígitos en 1993 y trepa hasta el 17% en el 2000. A su vez, los cambios introducidos en la legislación laboral promocionan el empleo precario y la inestabilidad laboral. La creación del empleo asalariado es prácticamente nula y en consecuencia aumentan las «changas»y se alcanzan inéditos niveles de pobreza.
Es en esos años que surgen las luchas de los desocupados con piquetes, asambleas, y puebladas en Cutral Có, Plaza Hincuil, Mosconi, Tartagal, y Jujuy. La privatización de YPF había hundido en la desocupación a ciudades enteras. El proceso se extiende y llega a Buenos Aires. En 2001 el pueblo en la calle saca a De la Rúa a los cascotazos. Cinco presidentes en once días. En 2002 Maximiliano Kosteki y Darío Santillán caen asesinados por el gobierno de Duhalde, quien a su vez lanza el plan “Programa Empleo Comunitario” con el que busca bajar los niveles de enfrentamiento. Luego vinieron las elecciones donde gana Néstor Kirchner. “Ni planes ni palos” dijo, refiriéndose a su intención de terminar con la lucha y generar empleo. Así empieza un proceso de institucionalización y cooptación de muchos movimientos sociales, que terminan alineados a su gobierno, dejando de lado los métodos de acción directa y las asambleas. Durante el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner se desarrolló un relativo crecimiento de la industria. Esto aumentó el empleo, pero en condiciones de precarización y flexibilidad laboral. De todas formas, el modelo económico siguió siendo el mismo, aumentando la primarización de la economía promoviendo el agro y la industria extractiva. Con Macri se pega un salto en la destrucción de puestos de trabajo y el empobrecimiento de sectores populares. Y hoy, después de tres años del Frente de Todos, seguimos más o menos en la misma.