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La vida que nos ofrece el capitalismo

Hace algunas semanas, un policía en Moreno, de civil, asesinó a balazos a quien estaba robando su moto. Nuevamente se puso en discusión la llamada “Doctrina Chocobar”, que

envalentona a miembros de las llamadas fuerzas de seguridad a disparar a matar.

Mucha gente en los barrios, en las fábricas, en las escuelas ve esto con buenos ojos. No

sorprende, puesto que del lado del pueblo trabajador es donde más sufrimos la inseguridad. Ya sea perdiendo cosas que nos costó muchísimo trabajo conseguir, o lo que es peor,

perder la vida de seres queridos o la propia. Entendemos ese sentimiento, pero no se trata de eso. Se trata de a qué intereses responden las fuerzas de seguridad. Se trata de si

realmente soluciona el problema del delito que la policía pueda matar indiscriminadamente. Y se trata fundamentalmente de quiénes terminan pagando las consecuencias de esa

política.

El delito no nace de la nada

Nadie nace robando ¿Y qué lleva a una persona a esa situación?

Circuló en algunos medios hace semanas el caso de un chico de 15 años que robó en un

restaurante porque no tenía para comer. En el último año en nuestro país más de 2 millones de niños y niñas sufren hambre, y más de 4,5 millones redujeron la cantidad de alimento

que consumían.

Las últimas mediciones dudosas del INDEC controlado por el Gobierno respecto al desempleo arrojan una tasa del 6,3% en los 31 grandes aglomerados urbanos pero entre la población más joven se duplica (12,6% en

varones entre 14 y 29 años y 13,6% en mujeres de la misma franja etaria).

De los trabajadores ocupados, más del 35% no tiene descuentos jubilatorios, es decir,

trabaja en la informalidad. En jóvenes de entre 18 y 24 años ¡esta cifra alcanza el 66%! Al

mismo tiempo, más de un cuarto del total de asalariados está sobreocupado, es decir,

trabaja más de 45 horas semanales.

Un estudio realizado por la Universidad de Córdoba en el que se analizaba los efectos de la pandemia en la salud mental, dió como resultado que el 48% de los casos manifestaban haber sufrido problemas de ansiedad, y un 29%, sufrir depresión.

Todos estos problemas también repercuten en un aumento del consumo de sustancias. El

consumo de alcohol creció durante la pandemia en los adolescentes, llegando al 50%.

En una situación económica como la que describimos, el problema se agrava, pues se

consume lo que se puede y no lo que se quiere. Un ejemplo de esto es el caso de la

cocaína adulterada que se dió en el 2022 y dejó un total de 24 muertos y más de 80 internados por intoxicación.

Pero además de un sector de la población que no tiene otra salida, se necesita algo más para el crecimiento de la inseguridad: un negocio rentable que se edifique alrededor de él. Los robos, las balaceras, secuestros y demás, son solamente la cara visible de un aparato que mueve millones y que desemboca en los desarmaderos, la trata de personas, el narcotráfico y más. Los chicos que salen a robar suelen ser “soldaditos” de estas mafias que conforman el verdadero mecanismo que provoca el crecimiento del delito

La mano dura no es la solución

En este marco, se podría decir que casos como el descripto arriba, donde la policía balea a

un ladrón, atacan el síntoma y no la enfermedad, pero el problema no termina ahí. La llamada doctrina Chocobar le da la libertad de matar a instituciones represivas que son parte del problema.

Así tenemos varios casos donde la policía ha disparado y asesinado impunemente a

inocentes, como es el caso de Lucas Gónzalez, jugador del club de fútbol Barracas Central asesinado por la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. O la Masacre de Monte, que terminó en la muerte de 4 jóvenes luego de una persecución policial.

Desde la vuelta de la democracia, las fuerzas de seguridad del estado han asesinado a

8701 personas, según informa el archivo de CORREPI. Uno de los casos

emblemáticos quizá sea el de Luciano Arruga, torturado, asesinado y desaparecido en el

2009 en Lomas del Mirador. En la comisaría de la que depende el destacamento donde

torturaron a Luciano murió en abril Mauricio Castillo, en circunstancias muy dudosas.

Contra el delito, organización y autodefensa

Lo más revelador del caso Arruga es que la policía lo mató porque se negó a robar para

ellos. Esto demuestra que la misma policía es parte y muchas veces regente de las

organizaciones delictivas. El caso ya nombrado de la cocaína adulterada constituye otra

prueba: las fuerzas de seguridad actuaron con velocidad, porque sabían quienes vendían la droga y dónde.

Y esto es porque estas fuerzas no existen para defender a los ciudadanos y combatir el

delito, como nos hacen creer desde chicos. Existen para proteger a los poderosos, para que las cosas sigan estando como están, y para que a quienes nos toca pasar por el hambre y

la miseria que genera esta sociedad, no se nos ocurra levantarnos para cambiar las cosas. Por eso no tardan un segundo en reprimir los terrenos ocupados por gente que no tiene donde vivir.

Pero esto también sucede por el acompañamiento de otras instituciones, además de la policía y fuerzas de seguridad. Instituciones que guardan silencio, hacen la vista gorda y hasta de varias formas impulsan esta actuación de amedrentación y represión para cuidar sus intereses. Éstas no podrían actuar sin la participación y/o complicidad de quienes están por arriba en los negocios mafiosos: funcionarios políticos, legisladores, jueces, empresas y bancos, incluso las iglesias.

Para terminar con la inseguridad tenemos que organizarnos desde abajo, en los barrios, en

los lugares de trabajo y estudio. No solamente para defendernos de los delitos menores,

sino para ir a buscar a los principales responsables del narcotráfico, la trata y el delito organizado y hacerlos pagar.

También tenemos que organizarnos para terminar con la impunidad de la Policía, para que

dejen de asesinar pibes o armen causas encerrando inocentes, como los chicos de Virrey

del Pino recién liberados. Por la investigación de los casos de corrupción y violencia policial, para que los responsables sean encarcelados.

Hace poco tiempo, en un barrio de la Zona Norte de Rosario, los mismos vecinos fueron a

buscar a la casa a unos de los narcos responsables de la muerte de un niño, para lincharlo. Esos son los ejemplos que tenemos que replicar.

Una salida de fondo

El crimen es una parte inherente a este sistema, que vive excluyendo cada día miles de

familias. La pobreza y marginalidad generada por el capitalismo es la causa principal Por lo que debemos terminar con la marginalidad que lleva a la juventud a ser

presa fácil de policías y narcos para robar o vender droga. Y no podemos acabarla si no

tocamos primero las fortunas de los más poderosos.

Para terminar con esta maquinaria siniestra es necesario poder ofrecer un futuro, y sobre

todo, un presente, a quienes hoy no tienen nada. Y eso se empieza por garantizar trabajo

digno. Como venimos insistiendo en Avanzada Socialista desde hace ya tiempo, es

necesario repartir las horas de trabajo para poder trabajar todas y todos, y con un salario

que cubra la canasta familiar.

Necesitamos una política firme para acabar con el narcotráfico y el delito organizado. Y para enfrentar el problema del abuso de sustancias sin perseguir a quienes consumen. Por eso

tenemos que legalizar las drogas y controlar su producción a través de laboratorios

estatales, para terminar con el negocio y evitar que circulen sustancias elaboradas con

dudosos componentes para abaratar costos.

Junto a eso, necesitamos centros estatales de rehabilitación y educación contra el consumo compulsivo de drogas. Y una inversión fuerte en cultura y en deporte. Leon Trotsky,

dirigente de la Revolución Rusa, había planteado que el cine era una excelente herramienta para combatir el fuerte problema de alcoholismo que tenía la Rusia de aquellos años.

Necesitamos construir clubes, cines, teatros en todos los barrios.

Lo que proponemos no es nada descabellado. El primer Gobierno de Perón, sin ser un

Gobierno que nuestro partido reivindique, tuvo índices muy bajos de delincuencia, en parte gracias a la política estatal de construir en los barrios decenas de clubes deportivos y

de escuelas de oficio para el ingreso a la industria y escalón de acceso la universidad.

Este Gobierno ni siquiera se propone a hacer lo que hizo Perón.

El pueblo trabajador ha dado luchas heroicas por las ocho horas de trabajo. Hoy

necesitamos retomar esas banderas. Luchar por más tiempo libre y que ese tiempo sea de calidad, utilizándolo para la educación, el arte y el deporte. Es la única manera de terminar

con esta maquinaria siniestra que día a día arrastra a miles al crimen y se lleva la vida de tantísimas compañeras y compañeros.