El levantamiento popular que abrió el camino a la Revolución de 1810
Entre 1806 y 1807, motivados por los conflictos europeos, los británicos intentaron colonizar por la fuerza el Virreinato de Río de la Plata, siendo derrotados por el pueblo. La primera vez mediante milicias compuestas por civiles armados a las apuradas, la segunda por una insurrección urbana impresionante, y en ambos casos sin ningún aporte significativo de la Corona. Así, con el pueblo demostrando su fuerza para solucionar las incapacidades del poder colonialista, comenzaba a escribirse la historia del país.
En la primera invasión, bastó con una fuerza relativamente pequeña (1.600 soldados) para que el general William Carr Beresford desbaratara toda defensa española, pusiera en fuga al virrey Marqués de Sobremonte, tomara el control de Buenos Aires, y se apropiara del tesoro público, que despachó a Londres, al tiempo que la mayoría de las autoridades coloniales le juraban lealtad.
En un primer momento el pueblo pobre recibió al invasor con curiosidad, creyendo que los avanzados ingleses traerían algo de progreso a estos parajes olvidados. No pasó mucho tiempo hasta que los invasores mostraran que habían venido a saquear, y se pusieran a los criollos en contra, dando lugar a la reorganización de la resistencia que- dirigida por el marino francés al servicio de la corona, Santiago de Liniers- expulsó a los ingleses el 12 de agosto de 1806.
El imperio (británico) contraataca
Sin embargo, los tesoros llegados a Londres dejaron a los mandatarios del imperio con ganas de más. Así que reforzaron a las tropas que habían sobrevivido a la primera invasión, hasta armar un formidable ejército de casi doce mil hombres y alrededor de 150 barcos, al mando de John Whitelocke. Con semejante fuerza, Whitelocke se confió. Más aún, después de derrotar a una avanzada de milicias criollas en lo que hoy es plaza Once. Por lo que le dio tres días de plazo a la ciudad para rendirse, tras lo cual entró a Buenos Aires (que en ese momento, era poco más que el actual microcentro, San Telmo y La Boca)… y fue recibido por una resistencia inusitada.
Al igual que en otros tantos momentos y lugares de la historia, el pueblo se levantó contra el invasor con lo que tenía a mano. Hizo de cada casa una fortaleza, de cada calle un campo de batalla, y de cada elemento un arma: piedras, palos, agua y grasa hirviendo, todo sirvió para atacar y derrotar a los invasores, que no pudieron hacer otra cosa que buscar refugio y negociar su rendición.
Nace una fuerza histórica
Así, en menos de un año y medio, los sectores populares pasaron a ser testigos pasivos de la primera invasión inglesa, a los protagonistas principales de la derrota de la segunda. Entre ambas invasiones, se habían formado milicias cuya base eran las clases más bajas de la ciudad: artesanos, jornaleros, gauchos, nativos, ex esclavos. Milicias que eran centros de intensa actividad política cada vez más efervescente, y se había logrado destituir a Sobremonte y poner en su lugar a Liniers, en un caso único en la historia colonial en el que el pueblo logró imponer un virrey al orden impuesto por España. En ese año y medio, aparecieron los elementos que darían lugar a la Revolución de Mayo
De ese modo, puede decirse que fue en esa lucha que la actual Argentina empezó a nacer. Y lo cierto es que en esas jornadas están presentes los elementos que se han repetido a lo largo de la historia: los ataques del imperialismo anglosajón, la incapacidad de los sectores de poder para defender el país que les da tantos privilegios; y la acción de las masas explotadas y oprimidas conteniendo y revirtiendo los desastres causados por la ineptitud de los dueños del país y sus gobernantes, aún cuando eso implique organizarse para enfrentar físicamente a poderosas fuerzas militares.
La herencia de esos gauchos, nativos y afrodescendientes, de esos artesanos y jornaleros que derrotaron a las fuerzas inglesas con sus propias manos, vive en las luchas obreras y populares. Los revolucionarios de 1810 encontraron el camino para transformar la fuerza desplegada por el pueblo porteño en el impulso que buscaban para lograr la Primera Independencia y soñar una Argentina capitalista fuerte, libre y soberana. Nosotros debemos hacer de esa rebeldía demostrada en cada lucha, la fuerza que conquiste una Segunda Independencia, y construya una Argentina obrera y socialista.