other

LAS MUERTES POR COVID-19 TIENEN EL ROSTRO DE LOS OPRIMIDOS…

Se ha dicho que, por su capacidad de propagación exponencial, la pandemia del nuevo coronavirus es “democrática”, que a su paso no distingue clases, fronteras o etnias. La idea que subyace en ciertos análisis es que las sociedades como un todo están sometidas a un mismo nivel de exposición y, en las peores hipótesis, de agravamiento y muerte. Esto es una verdad a medias y, por lo tanto, una mentira.

Es cierto que el virus es capaz de infectar cualquier organismo humano. También es verdad que en los países ricos existen decenas de miles de víctimas –entre las que se cuentan también individuos burgueses o provenientes de las clases medias–. Pero los primeros estudios muestran que el Covid-19 se ceba en los sectores más pobres y oprimidos; en aquellos que están obligados a soportar las peores condiciones laborales (si es que todavía tienen empleo); en aquellos que sobreviven en las peores condiciones de habitación, higiene o acceso a la salud. En suma, la pandemia está causando y causará mayores estragos en los sectores más pauperizados de la clase trabajadora mundial.

Evidentemente, el nuevo coronavirus no creó la desigualdad social ni racial, la explotación y la opresión entre clases sociales o entre Estados imperialistas y semicoloniales –eso es inherente al capitalismo–, pero la pandemia se impuso sobre esa realidad y la exacerbó. Si bien no es la causa, la crisis sanitaria fue el detonante para una brutal recesión económica que, probablemente, derive en una depresión con consecuencias sociales y políticas imprevisibles. Millones perdieron o perderán sus empleos en 2020. Millones tuvieron y tendrán sus contratos todavía más precarizados. Amplios sectores medios serán arruinados. El capitalismo solo tiene una salida para enfrentar la crisis y retomar su tasa de ganancia: aumentar su tendencia a la barbarie.

En cualquier terreno, los primeros números son espeluznantes. En EEUU, más de 37 millones de personas solicitaron el seguro de desempleo en menos de tres meses. En términos porcentuales, cerca de 15% de las personas que habitan la cuna del “sueño americano” está sin trabajo. Un nivel de desempleo que no se veía en casi un siglo, según datos publicados por el Departamento de Trabajo. El crecimiento laboral de una década se esfumó en apenas un mes. Para entender mejor este derretimiento económico, conviene recordar que el desempleo durante la llamada Gran Depresión de la década de 1930 alcanzó un pico de 24,9% en 1933, pero rondaba 15% desde dos años antes. Así, el edificio de la principal potencia mundial tambalea y la posibilidad de reelección de Trump está cuestionada.

En Latinoamérica, el desempleo crece a galope del número de infectados y muertos. Los primeros datos oficiales de 2020 apuntan un índice de desocupación de 8,2% en Chile; 12,2% en Brasil; 12,6% en Colombia; 10,7%, en México[1].

El FMI pronostica una caída de 5,2% del PIB regional, mientras que en nivel mundial la contracción rondaría 3%. De hecho, el Fondo sostiene que el periodo entre 2015 y 2025 será una nueva década perdida para América Latina. El PIB del Brasil, la principal economía regional, caería 5,3%, y el desempleo, según la Fundación Getúlio Vargas, podría alcanzar 17,8% tras haber cerrado en 11,9% el año pasado[2].

Si nos referimos a la fuerza de trabajo informal y, por ende, precarizada, la situación no es menos dramática. Antes de la pandemia, 60% de la población ocupada en el mundo se ganaba la vida en la informalidad, aproximadamente 2.000 millones de personas[3]. Recientemente, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alertó sobre la caída en picada de las horas de trabajo en nivel mundial. Esto implica que 1.600 millones de personas que sobreviven en el mercado informal corren peligro inminente de quedarse sin ninguna fuente de sustento[4]. En ese sentido, la misma entidad advirtió que 158 millones de personas que trabajan en condiciones de informalidad en América Latina y el Caribe[5] vieron sus ingresos desplomarse hasta 81%[6].

Si tomamos parámetros mundiales, el primer mes de la crisis redujo alrededor de 60% de los ingresos de los trabajadores informales. Esto equivale a una caída de 81% en África (la misma tasa de América Latina); 21,6% en Asia y el Pacífico; y 70% en Europa y Asia Central[7]. Asumiendo una semana laboral de 48 horas y confrontando los datos actuales con los índices del cuarto trimestre de 2019, la OIT calcula que las horas trabajadas cayeron 10,5%, el equivalente a una pérdida de 305 millones de empleos de tiempo completo[8].

La misma entidad informó que la pandemia de Covid-19 mostró que 55% de la población mundial, cuatro mil millones de personas, carecen de seguro social y de asistencia social. Únicamente 20% de los parados de todo el mundo cuenta con derecho a recibir algún tipo de prestación por desempleo[9]. En regiones como Latinoamérica, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, organismo dependiente de la ONU) estima que las consecuencias económicas de la pandemia generarán al menos 30 millones de nuevos pobres[10]. La crisis sanitaria y la crisis económica se retroalimentan en una espiral de hambre y muerte.

El desempleo y la informalidad son fuertes factores de riesgo en medio de la pandemia. La razón es muy simple: quien depende de lo que pueda ganar en un día para poder comer o debe salir a buscar un empleo, simplemente no puede “quedarse en casa”. No puede darse ese “lujo”, independientemente de la rigidez de las medidas de confinamiento que decreten los gobiernos burgueses. El capitalismo, en la práctica, plantea a millones de trabajadores una disyuntiva macabra: o exponerse a la muerte por el Covid-19 o morir de hambre.

El lugar donde uno vive también es un factor de riesgo. En el Reino Unido, un estudio indica que el Covid-19 es dos veces más letal en barrios pobres, comúnmente poblados por minorías étnicas o por inmigrantes[11]. En Barcelona, el contagio del virus en las zonas más ricas es 26% más baja que en las más pobres. En Nueva York, la cifra de contagios es más del doble en el Bronx –un barrio poblado por minorías raciales y considerada un área pobre de la ciudad– que en Manhattan[12]. En la misma ciudad, si bien representan 29% de la población, 34% de las muertes por el nuevo coronavirus corresponden a latinos[13]. Si consideramos la franja etaria de 40-44 años, en los barrios pobres de São Paulo, la ciudad más populosa del Brasil y de toda Latinoamérica, el riesgo de morir por el Covid-19 es diez veces superior al del resto[14]. Esto no es difícil de entender cuando se sabe que 60% de los lechos de UTI de São Paulo están concentrados en tres regiones de la ciudad, consideradas de “clase media y alta”. En regiones más periféricas, que comprenden no menos de 20% de la población paulista, no existe una única cama de cuidados intensivos[15].

El color de la piel como factor de riesgo  

En EEUU, la población negra está más expuesta al contagio y tiene más posibilidades de morir por el Covid-19. Ambos índices son desproporcionados con relación a los de la población blanca. El problema reside en que la mayoría de los negros y negras trabajan en la informalidad o en funciones consideradas esenciales, es decir, no tienen condiciones reales para aplicar medidas de aislamiento social. Por otro lado, la mayoría no cuenta con planes de salud.

La comunidad negra representa 13,4% de la población de los EEUU. Sin embargo, los datos de mortalidad por el Covid-19 no reflejan esa proporción. En los tres Estados con mayor porcentaje de población negra, Mississippi (37%), Louisiana y Georgia (entre 30 y 32%), la cantidad de muertes por el nuevo coronavirus alcanza 70% de negros y negras. Y lo mismo sucede con la capital del país, Washington: 77% de las muertes en el Distrito de Columbia corresponden a afroamericanos, cuando ese sector no supera 46% del censo[16]. En Milwaukee, Estado de Wisconsin, 81% de las muertes son de negros, cuando ese sector representa solo 26% de la población.

Según un informe de la Fundación Century sobre racismo, desigualdad y salud en afroamericanos, la tasa de personas sin seguro médico es el doble entre los negros que entre los blancos. Aproximadamente 40% de las personas sin hogar son negras. En los diez municipios con las tasas más altas de inseguridad alimentaria, 60% o más son afroamericanos[17].

Si miramos cifras latinoamericanas, los datos del municipio de la ciudad de São Paulo, epicentro de la pandemia en el Brasil, muestran que el riesgo de muerte por el nuevo coronavirus en la población negra es 62% mayor que en la blanca[18].

Esta realidad, como vimos en el caso de los EEUU, es inseparable de la grotesca desigualdad social y racial que existe en el Brasil, donde 55,8% de la población se declara negra. No obstante, los negros y negras representan 75% de los más pobres[19]. Esto implica que sobre ese sector recaen los peores empleos, condiciones de habitación e higiene, y casi un nulo acceso a servicios de salud. Esta realidad es anterior a la pandemia, pero ahora se hace más evidente.

Se puede afirmar que ser negro o negra es un fuerte factor de riesgo ante el nuevo coronavirus. Por supuesto, no existe entre los negros y negras nada biológico que explique el aumento de posibilidades de morir por Covid-19. La razón es socioeconómica: la desigualdad social potenciada por el racismo. Esto incide en la vulnerabilidad de este sector: los negros y negras –a raíz de la pobreza, el desempleo o la informalidad– están más expuestos no solo al Covid-19 sino a las enfermedades preexistentes que podrían desencadenar que la infección con el nuevo coronavirus evolucione para casos graves: hipertensión, diabetes, obesidad, cáncer. En todos estos indicadores, los negros y no blancos están mucho peor que el resto. Para rematar, una vez enfermas, las “minorías étnicas” –que en países como el Brasil son en realidad la mayoría de la población– encuentran muchas más dificultades para ser atendidas como deberían.

El impacto de la pandemia entre las mujeres trabajadoras

Según la CEPAL, las mujeres e indígenas, están entre los más afectados por el impacto social del coronavirus en Latinoamérica. Puede decirse que el nuevo coronavirus golpea tres veces más a las mujeres pobres y trabajadoras: por la salud, por la violencia doméstica, y por el cuidado de los otros. Los primeros datos muestran que las medidas restrictivas adoptadas en casi todo el mundo para contener el avance del Covid-19 intensifican el riesgo de violencia machista y aumentan la carga de trabajo en el hogar. Por ejemplo, en São Paulo los casos denunciados de violencia doméstica aumentaron 44% durante la pandemia[20].

En Europa, donde 33% de las mujeres ya sufrieron algún tipo de violencia física o sexual, países como Francia y el Estado español señalaron un aumento de las denuncias por violencia machista de 30 y 18%, respectivamente[21].

Las mujeres representaban 48,5% de la fuerza de trabajo en 2018, según la OIT[22]. Sin embargo, en el sector sanitario, 71% de la ocupación laboral es femenina. En otros sectores, como se sabe, las tasas de informalidad y precarización son más altas que las que soportan los trabajadores varones. También los salarios son menores que los recibidos por los hombres. Dentro de las casas, la presión física y emocional de la doble o triple jornada de trabajo en muchos casos se ha reforzado: tareas domésticas, cuidado de ancianos, niños y niñas, sobre todo en momentos en que los calendarios escolares están suspendidos en muchos países.

En suma, cuando la medicina advierte que los riesgos de contraer Covid-19 y este agravarse son más elevados cuando se tiene más de 60 años o cuando se adolece de problemas respiratorios crónicos, cardíacos, diabetes, obesidad, o se cuenta con un sistema inmune deprimido, no se pueden disociar esos factores de las condiciones materiales que impone la sociedad de clases. No es lo mismo tener más de 60 años o presentar esos cuadros clínicos cuando se es rico que cuando se es pobre.

Un estudio de la Universidad de Boston muestra que en EEUU las personas pobres tienen casi el doble de probabilidades de sufrir uno o más factores de riesgo frente al Covid-19 que aquellos con más recursos[23]. Si esto es así en la principal potencia económica mundial, ¿qué esperar en los países semicoloniales o coloniales?

Una salida obrera y socialista ante el genocidio capitalista

La pandemia de Covid-19 exacerbó las tendencias preexistentes que apuntaban una nueva recesión mundial. La burguesía mundial, con distintas expresiones de acuerdo con cada país, tiene un programa bien definido: el costo, en muertos y sacrificios, debe recaer sobre la clase obrera y todos los demás sectores explotados y oprimidos de la sociedad. Los ataques, tanto los económicos como aquellos que atentan contra las libertades democráticas, serán todavía más duros. Esto significa que la crisis aumentará la polarización que presenciamos en años anteriores, sobre todo en 2019, llevando el enfrentamiento de clase contra clase a niveles mucho más fuertes. El choque entre revolución y contrarrevolución puede ponerse a la orden del día, desplegando sus poderosas – y violentas– fuerzas sociales como pocas veces en la historia.

La gravedad de la crisis, sanitaria y económica, casi elimina los márgenes de maniobra de un sistema en clara descomposición. Por eso insisten en la falsa disyuntiva entre salvar a la economía o a las personas.

Mientras más rápido nuestra clase comprenda que o son ellos o somos nosotros, estaremos en mejores condiciones para encarar los enfrentamientos que se avecinan. Es urgente estar preparados. Hay que organizarse para todo. Para paliar lo más posible la crisis humanitaria que levanta cabeza, como está ocurriendo en los barrios pobres de muchos países, donde se organizan ollas populares o las personas –sobre todo las mujeres– se las ingenian para mejorar su acceso al agua potable y hacerse con productos de higiene. Hay que organizarse sindicalmente, obviamente, para defender los puestos de trabajo, salarios y pensiones. También habrá que estar abiertos a nuevas formas de organización, quizá más amplias y menos tradicionales. En suma, nos toca prepararnos para la situación actual y para lo que se viene.

Si la organización es clave, la pregunta es: ¿con qué programa? Es evidente que es necesario un programa de emergencia, que en primer lugar responda a los ataques genocidas de los gobiernos capitalistas. Pero esto no será suficiente. Lo que la pandemia desnuda, una vez más, es que el modo de producción capitalista –la sociedad burguesa como un todo– no merece continuar existiendo. El sistema ha fracasado y esto puede estar siendo más evidente para millones de trabajadores.

Los ricos no son capaces de garantizar lo mínimo: la supervivencia de la humanidad, la supervivencia del propio planeta. En consecuencia, es fundamental explicar que solo el socialismo puede impedir que un puñado de magnates genocidas empuje a la humanidad al abismo. En cada lucha, por más mínima que sea, hay que explicar que el socialismo es la única salida de fondo. Hay que explicar con paciencia que el socialismo significa que la clase obrera y los sectores explotados y oprimidos tomen el poder y socialicen los principales medios de producción, esto es, que pongan la economía mundial al servicio de satisfacer las necesidades de la mayoría de la población, no de una minoría de parásitos que succionan los frutos del trabajo ajeno. Solo así la humanidad podrá impedir retroceder a la barbarie.

Pero, para cumplir esta tarea, es necesario construir partidos revolucionarios que sean parte de un Partido Mundial de la Revolución Socialista. Esa es la clave. Como pocas veces en las últimas décadas, las palabras escritas por León Trotsky en el Programa de Transición cobran tanta vigencia:

“La situación política mundial del momento, se caracteriza, ante todo, por la crisis histórica de la dirección del proletariado. La premisa económica de la revolución proletaria ha llegado hace mucho tiempo al punto más alto que le sea dado alcanzar bajo el capitalismo. Las fuerzas productivas de la humanidad han cesado de crecer. Las nuevas invenciones y los nuevos progresos técnicos no conducen a un acrecentamiento de la riqueza material. Las crisis de coyuntura, en las condiciones de la crisis social de todo el sistema capitalista, aportan a las masas privaciones y sufrimientos siempre mayores. El crecimiento de la desocupación ahonda a su vez la crisis financiera del Estado y mina los sistemas monetarios vacilantes […] Las condiciones objetivas de la revolución proletaria no solo están maduras, sino que han empezado a descomponerse. Sin revolución social en un próximo período histórico, la civilización humana está bajo amenaza de ser arrasada por una catástrofe. Todo depende del proletariado, es decir, de su vanguardia revolucionaria. La crisis histórica de la humanidad se reduce a la dirección revolucionaria”[24].

Notas:

[1] Consultar: <https://www.trt.net.tr/espanol/economia/2020/05/03/el-covid-19-provoca-desempleo-masivo-en-america-latina-1408803>.

[2] Consultar: <https://g1.globo.com/economia/noticia/2020/04/24/taxa-de-desemprego-media-deve-subir-para-178percent-neste-ano-projeta-fgv.ghtml>.

[3] Consultar: <https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—dgreports/—dcomm/documents/publication/wcms_635149.pdf>.

[4] Consultar: <https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_743056/lang–es/index.htm>.

[5] El trabajo informal equivale a aproximadamente 54% del empleo en esta región.

[6] Consultar: <https://listindiario.com/economia/2020/04/30/615486/alrededor-del-89-de-los-trabajadores-informales-estan-en-riesgo-alto-de-perder-medios-de-subsistencia-segun-la-oit>.

[7] Consultar: <https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_743056/lang–es/index.htm>.

[8] Consultar: <https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_743056/lang–es/index.htm>.

[9] Consultar: < https://www.notimerica.com/politica/noticia-coronavirus-oit-alerta-impacto-covid-19-paises-bajos-niveles-proteccion-trabajadores-20200514152959.html>.

[10] Consultar: < https://www.bbc.com/portuguese/brasil-52378936>.

[11] Consultar: < https://www.dw.com/es/covid-19-mata-dos-veces-m%C3%A1s-en-barrios-pobres-de-reino-unido/a-53303966>.

[12] Consultar: <https://elpais.com/ciencia/2020-05-16/la-pandemia-golpea-a-los-que-menos-tienen.html>.

[13] Consultar: <https://veja.abril.com.br/mundo/hispanicos-sao-os-que-mais-morrem-de-coronavirus-em-ny/>.

[14] Consultar: <https://g1.globo.com/sp/sao-paulo/noticia/2020/04/29/risco-de-morrer-por-covid-19-em-sp-e-ate-10-vezes-maior-em-bairros-com-pior-condicao-social.ghtml>.

[15] Consultar: <https://agora.folha.uol.com.br/sao-paulo/2020/04/60-dos-leitos-de-uti-da-capital-paulista-estao-concentrados-em-3-regioes.shtml>.

[16] Consultar: < https://www.publico.es/internacional/coronavirus-pandemia-coronavirus-golpea-poblacion-negra-estados-unidos.html>.

[17] Consultar: < https://www.publico.es/internacional/coronavirus-pandemia-coronavirus-golpea-poblacion-negra-estados-unidos.html>.

[18] Consultar: < https://noticias.uol.com.br/ultimas-noticias/agencia-estado/2020/05/05/risco-de-morte-de-negros-por-covid-19-e-62-maior-diz-prefeitura-de-sp.htm>.

[19] Consultar: <https://noticias.uol.com.br/cotidiano/ultimas-noticias/2019/11/13/percentual-de-negros-entre-10-mais-pobre-e-triplo-do-que-entre-mais-ricos.htm?cmpid=copiaecola>.

[20] Consultar: <https://agenciabrasil.ebc.com.br/direitos-humanos/noticia/2020-04/sp-violencia-contra-mulher-aumenta-449-durante-pandemia>.

[21] Consultar: <https://www1.folha.uol.com.br/mundo/2020/04/europa-adota-remedios-de-emergencia-para-epidemia-de-violencia-domestica.shtml>.

[22] Consultar: <https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/newsroom/news/WCMS_619550/lang–es/index.htm>.

[23] Consultar: <https://elpais.com/ciencia/2020-05-16/la-pandemia-golpea-a-los-que-menos-tienen.html>.

[24] TROTSKY, León [1938]. Programa de Transición. Disponible en: <https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/prog-trans.htm>.