“Cuando la conocí a Raquel,
Se zarandeaba como una diva
Para mirarla de atrás,
Se daba vuelta a toda la esquina
Yo la quería encarar,
Ay, pero solo no me animaba
Fui hasta el café,
Busqué a mis amigos y
La encaramos en barra
Vení Raquel, vení con los muchachos,
Vení Raquel, te vas a divertir,
Vení Raquel, vení no tengas miedo,
Vení Raquel, que vas a ser feliz,”
Este es uno de los tantos hits que seguramente hemos bailado o escuchado en algún cumpleaños, fiesta, boliche o bailanta. ¿Pero alguna vez nos preguntamos en qué lugar colocan a la mujer estos ídolos de la música popular? Por ejemplo, ¿pensamos qué sugiere, qué fantasías estimula, esa letra en que se “encara en barra” a Raquel y que afirma que aceptar la hará feliz?
Es claro que hoy muchos trabajadores y trabajadoras estén lamentando la muerte de un bailantero que supo hacernos bailar largas horas, pero “Pocho” no era simplemente un cantante que hacía música movidita, sino que también había participado del mundo de la música donde frecuentemente la droga, la plata y la prostitución son moneda corriente y donde muchos hombres forman parte sin culpa ni cargo y con total impunidad.
Ante la reciente muerte del cantante, salieron a la luz declaraciones, entrevistas dando a conocer parte de la vida de “Pocho”. En una entrevista que realizó Rolando Graña en 2009, en su programa GPS, el cantante se jactó ante las cámaras de televisión de que en la década del ’80 fue “fiolo” y “regenteaba” un grupo de mujeres que le hacían ganar mucho dinero, a las que “había que darles una paliza de vez en cuando para que laburen”. También reconoció que hasta apelaba al secuestro cuando no querían trabajar para él y que entre “dones” (pares) se compraban y vendían mujeres (1)
Desde el PSTU repudiamos ese accionar, así como lo vinimos haciendo con respecto a todos los ídolos que ante su prestigio y popularidad se suben al tren de la impunidad y del machismo. Sobre todo denunciamos a los gobiernos, funcionarios, jueces, policías, que amparan, promueven y son cómplices o partícipes de los inmorales negocios del narcotráfico, la prostitución y la trata. Y a la Iglesia Católica que junto con las demás iglesias, ayuda a la impunidad con su silencio, como en el caso de “Pocho, la Pantera”, que dejó la droga y se convirtió en pastor evangélico en sus últimos años, sin que él ni su Iglesia Evangélica expresaran ningún rechazo por el oscuro pasado que el nuevo pastor confesara en el mencionado reportaje.
Un capítulo especial merece Rolando Graña – acusado, a su vez, por la madre de sus hijas de conductas violentas y de no pagar la pensión alimentaria – que lo pasó en grande, durante la entrevista, se rió con las partes escabrosas – en que, por ejemplo, Pocho usó la palabra “secuestro” para nombrar el castigo que se imponía a las que no querían cumplir con su “trabajo”– o calló para no arruinar la “primicia”. También, Alcides o Daniel Agostini, colegas de “Pocho” que lloraron la muerte de un buen amigo y compañero sin la menor crítica.
No podemos ser ajenos, vivimos en un mundo capitalista donde la cultura y el arte reflejan las ideologías de la clase dominante.
Sin embargo, hay artistas que asumen otras posturas, crean e interpretan obras que nos emocionan, nos divierten y nos reconcilian con la vida o, a veces, nos abren los ojos, denuncian en sus canciones la realidad de los trabajadores, las trabajadoras, la juventud, los pobres y los oprimidos.
Las Raqueles, y todos los laburantes, no necesitamos artistas como “Pocho”. Para que nada justifique la violencia contra la mujer, el maltrato, los golpes, las violaciones, la trata y los femicidios; las agresiones de los jefes, de los patrones, de los malos dirigentes sindicales ni de los gobiernos. Para que no haya más Lucías. Para esto también decimos ¡basta!
(1) http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/subnotas/3-39205-2009-04-03.html