Desde muy chicas nos enseñaron que la función social de la mujer es tener hijos, cuidarlos y criarlos, concibiendo la sexualidad como un pecado. Por otro lado, los medios nos venden la mentira de una mujer moderna que se las ingenia para desarrollar su profesión, poner en marcha todos los resortes del bienestar doméstico y estar “bella” para su pareja, siempre con buen ánimo.
El Estado, las Iglesias, la educación, responsabilizan a las madres en forma individual sobre el cuidado de los hijos: alimentación, educación, salud y vestido. Por esa razón, si logran un trabajo fuera de sus hogares se les impone una triple jornada: trabajo asalariado, labores domésticas y la maternidad, sin descanso alguno. Recordemos, por ejemplo, la publicidad de un antigripal: “(…) las madres no toman días libres, toman Vick (…)”.
El capitalismo piensa en nosotras como una especie de incubadora, ignorando el impacto del embarazo sobre nuestra vida y nuestra salud: ¡eso es machismo! No es cierto que donde comen dos, comen tres. Comen, pero comen mal. Los salarios de hambre y los recortes en servicios sociales, hacen que nos cuestionemos cómo hacer frente a una nueva criatura o quién la va a poder cuidar mientras salimos a trabajar, justamente para organizar la economía familiar miserable a la que nos somete este sistema.
Una vez que una joven queda embarazada es difícil mantener sus estudios, las presiones económicas, la falta de espacios de lactancia, la poca flexibilidad de horarios para que puedan estar con sus hijos y la falta de guarderías gratuitas, terminan traduciéndose en la imposibilidad de seguir estudiando.
Sin acceso a la educación, disminuyen las oportunidades para un mejor futuro, aumentan las dificultades para entrar al mercado laboral y, por ende, de conseguir un empleo digno. Todo esto las arrastra a la pobreza, a riesgos de salud para ellas y sus hijos, a la dependencia económica de otra persona y a la vulnerabilidad de ser víctimas de violencia.
La maternidad es una decisión íntima y personal. Lo que debe ser responsabilidad pública y social es garantizar que toda criatura nacida tendrá acceso en condiciones dignas a alimento, vivienda, vestido, agua, electricidad, sanidad y educación; que las mujeres que desean ser madres puedan hacerlo en condiciones adecuadas; que todas las mujeres que quieran interrumpir un embarazo puedan hacerlo en el marco del sistema sanitario público; y que tengamos una vida sexual plena y feliz independiente de la reproducción.