Paradojas de la historia. En Guernica, como en la ciudad de España, los pobres fueron derrotados. En el municipio de Presidente Perón, un nombre que muchos identifican con la justicia social, venció la injusticia.
Por PSTU Zona Sur
Familias enteras, con los pibes, corren por el barro. Pobres que llegaron por un terreno para hacer su casa, llevándose lo que podían en sus brazos. Un ejército de policías con el cobarde Sergio Berni a la cabeza, pegando a quienes no podían ya defenderse, disparando contra grupos de jóvenes.
El Gobierno, votado por mayoría para huir de la miseria macrista, los devolvió a esa miseria, sin piedad ni vergüenza. Y ahora desaloja todas las ocupaciones que puede.
Mientras salían perseguidos por la jauría, una parte del pueblo trabajador sufría con Guernica. Entre ellos, muchos militantes honestos del oficialismo, que lucharon por el triunfo de los Fernández y Kicillof. Sorprendidos, amargados, decepcionados.
Otros festejaron. Los presuntos dueños de esos predios. Los jueces y la intendenta del Frente de Todos de Presidente Perón. Con ellos, toda esa parte de la sociedad cuya preocupación es la defensa de “su” propiedad privada. La Sociedad Rural, los grandes empresarios y banqueros, la derecha política, la de Macri y Bullrich.
El Gobernador Kicillof celebró el operativo, con el aval del Presidente Fernández.
Venció la gran propiedad privada capitalista, derrotando al derecho a la pequeña propiedad privada individual, el derecho de cada familia trabajadora a tener una vivienda.
Un debate fundamental
Las ocupaciones de terrenos fue por décadas la única forma de lograr una vivienda.
Los medios de difusión rápidamente los tildaron de “delincuentes”. En los lugares de trabajo se abrió un debate. Muchos, sensibles a las necesidades de los más desprotegidos, buscando argumentos para la solidaridad, porque cada conquista obrera requiere lucha y esfuerzo. Otros muchos, lamentablemente, se hicieron eco de la campaña de los poderosos.
Este debate es clave. Si aceptamos las razones de los patrones, estamos muy mal. La propiedad privada capitalista fue construida sobre la base del saqueo, la explotación y la negación de la pequeña propiedad de cada trabajador.
Toda conquista obrera es a costa de la “propiedad” capitalista. Cuando logramos un aumento de salario, estamos “quitando” una parte de la propiedad privada del patrón. Las vacaciones pagas, las indemnizaciones, la jubilación, la jornada de 8 horas fueron resistidas por ellos en su momento, como una violación de su propiedad, de sus ganancias. Si respetamos “su” propiedad y “su” ley capitalista, perdemos todo.
¿A qué jugó el Gobierno?
Eligió mostrarse como el mejor garante de la legalidad y la propiedad privada. Favoreció a las patronales durante la cuarentena, pero a los trabajadores nos quita o nos da migajas. Guernica es el ejemplo.
Cuando comenzaron las tomas, los diputados oficialistas y opositores jugaron a su derrota. Larroque y su banda fingieron negociar durante meses, para desgastar, crear ilusiones que luego pisoteaban, y preparar la represión. Nunca hubo dudas: iban a desalojar. Pero tenía que disfrazarlo ante su base electoral.
Los referentes de la ocupación, en nombre de los vecinos, presentaron diversas alternativas para negociar. De nada sirvió. Y vino el desalojo.
Parte de las familias siguen movilizadas. Millones más necesitan su hogar. Solo la lucha y un Plan Obrero para la vivienda, que imponga un Plan Nacional de Obras Públicas de calidad a bajo costo, puede brindar solución y trabajo para todos. En el camino vendrán nuevas ocupaciones. Tenemos que aprender de Guernica para triunfar.
¿SE PODÍA GANAR?
En Guernica actuaron diversas organizaciones. Algunas con compañeros ocupando. Otras actuamos de manera solidaria.
Siete organizaciones daban orientación a la lucha. No conocemos las diferencias entre ellas, pero la política general se expresó en el curso de la toma. En ese contexto, el Polo Obrero apareció como referente. Tuvo militantes presos en el desalojo, así como otras organizaciones. Nos pronunciamos por su libertad, y los defendemos de los ataques “maccartistas” del Gobierno.
Sin embargo, es necesario hacer un balance muy crítico de la política para aprender para el futuro.
La orientación fue completamente equivocada, y tuvo consecuencias en el debilitamiento progresivo que permitió al Gobierno un desalojo que durante meses no se animó a ejecutar. Más allá de las intenciones, esa estrategia contribuyó a la derrota.
En primer lugar, hubo una orientación pacifista, adaptada al régimen y su legalidad. El intento de desalojo era inevitable. Sin embargo, se aceptó la falsa política de desgaste del Gobierno. Era lógico que los compañeros de la toma tuvieran expectativas. Pero la obligación de una organización revolucionaria era combatir esas ilusiones, alertar en todo momento que era un fraude y enfrentarla.
Se necesitaba una campaña nacional e internacional ofensiva, denunciando el desalojo que se venía[1]. Para eso, movilizar a cientos de ocupantes, sacarlos para afuera, crear decenas de comités y piquetes para todas las tareas (alimentación, difusión, solidaridad, contacto con gremios y organizaciones, preparar la defensa de la toma, etc.). Recorrer todas las localidades de zona sur, fábricas y barrios. No hubo confianza en la capacidad de los propios vecinos en tomar todo en sus manos.
Era necesaria la mayor democracia de las bases. Algunos delegados eran desconocidos por los vecinos, su elección (y revocatoria de ser preciso) no fue democrática. La puja entre las organizaciones por el control perjudicó la plena democracia. Hubo una sustitución de la acción de las bases por parte de las organizaciones. Dirigentes del Polo Obrero externos a la toma hablaban en su nombre en los medios.
Una amplia campaña ofensiva, la mayor democracia de bases y la absoluta confianza en el activismo movilizado, hubieran fortalecido las condiciones para resistir el desalojo.
Por último, la organización de la defensa de la toma, que en primer lugar era una tarea política, debía combinarse con la defensa práctica, de acción directa. No se preparó para eso. Ante Infobae, Belliboni, dirigente del Polo, manifestó: “(…) Nosotros rechazamos ese método. Aquí la lucha es política, en el sentido de una solución negociada, y no militar, siempre puede haber un grupo de locos que juegan a ser revolucionarios”.
Esto debió complementarse desde antes con un llamado a la base policial a no reprimir. Un referente manifestó en conferencia de prensa luego del desalojo que un grupo de policías se había negado a cumplir la orden de reprimir, arrodillándose y gritando “al pueblo no”, lo que demuestra que una preparación seria de la defensa y el enfrentamiento debe combinarse con una política para la base de la fuerza represiva. Pero eso no está en el libreto de las organizaciones actuantes.
Tenemos que profundizar esta discusión, porque con esta orientación iremos de derrota en derrota.
[1] Como ejemplo, está la toma de Pinheirinho, en San José dos Campos, Brasil. En su momento, la mayor ocupación urbana de Latinamérica, resistió dos desalojos. Una campaña internacional intensa obligó al gobierno de Dilma Rousseff a otorgar una solución, aún después de haber desalojado en un tercer intento. Sacaremos una nota sobre esa toma.