LOS INFERNALES DE GÜEMES: EL PUEBLO EN ARMAS ASEGURÓ LA INDEPENDENCIA

Este 17 de junio se cumplen 200 años de la muerte de Martín Miguel de Güemes, quien al frente de los gauchos del noroeste argentino, aseguró la victoria revolucionaria en la Guerra por la Independencia al poner al frente de la lucha al pueblo en armas, peleando con sus métodos. Sus limitaciones, y su propia muerte, fueron los obstáculos de una revolución conducida por las clases acomodadas, incapaces de construir un país fuerte y libre, pero su lucha deja grandes enseñanzas para las tareas del presente

 

Nacido en Salta en 1785, en una familia ligada a los sectores de poder del virreinato, Güemes hizo una carrera desde muy joven, destacándose en las invasiones inglesas, y como partidario de la Revolución iniciada en mayo de 1810, se unió a los ejércitos revolucionarios en sus campañas hacia el norte. En esas campañas, usaría su condición de lugareño para ir organizando los primeros cuerpos militares formados por gauchos locales.

Estas tropas del lugar fueron revelándose como una fuerza formidable a medida que la disputa por el poder que iba creciendo entre los diferentes sectores dirigentes de la revolución, provocaba crisis y derrotas en el Ejército del Norte. Una situación que fortalecía a las fuerzas colonialistas que amenazaban con arrasar las provincias del norte. Justamente fue este peligro la gran ayuda de Güemes, a partir del cual forjó su papel en la historia.

Es que la política española de lanzar represalias, saqueos y ejecuciones contra la población obligaba al pueblo pobre y partidario de la independencia, a defenderse de las hordas colonialistas. La represión brutal ha sido una constante a lo largo de la historia, cada vez que los ricos y poderosos y sus gobiernos vieron amenazado su parasitismo, y ante esa represión el pueblo trabajador tiene el derecho y el deber de defenderse. Las Primeras Líneas que han surgido en los últimos años de las grandes luchas alrededor de nuestro continente, son la expresión de esto.

Los gauchos comienzan su guerra

Enterados de que los patriotas se organizaban para oponerles fuerzas locales formadas con el pueblo pobre, los militares colonialistas proclamaron su desprecio hacia estas tropas, llamando a los soldados patriotas “gauchos”, que en ese momento era un insulto despectivo hacia la población pobre del medio rural. Pero el efecto del insulto fue el inverso, ya que Güemes y su gente tomaron esa palabra como bandera, con orgullo de su pertenencia, y la sumaron al otro apelativo que les daban sus enemigos: infernales. Así nacía el nombre de la División Infernal de Gauchos de Línea.

Los Infernales convirtieron a los valles y quebradas en un infierno para las tropas del rey. Teniendo como armas principales a su destreza con el caballo y su dominio del terreno, estos gauchos libraron una implacable guerra de guerrillas, mediante ataques rápidos, emboscadas y escaramuzas, que fue desangrando a las fuerzas españolas. 

Las mujeres aparecieron en escena cuando las demandas sociales lo exigieron, rompiendo viejos moldes. Fueron espías, llevaron mensajes de guerra, escondieron a perseguidos, garantizaron comida para la tropa y atención de los heridos y también se incorporaron a prácticas de guerra como Macacha, hermana de Güemes y uno de sus principales apoyos, y Juana Azurduy, que peleó a su lado algunos años.

Entre 1814 y 1822 Güemes y sus gauchos rechazaron un intento de invasión tras otro, peleando más de 200 batallas para asegurar la Independencia y respaldar la campaña de San Martín en Chile y Perú. 

Vale aclarar que las fuerzas españolas estaban compuestas por soldados profesionales que venían de vencer a las fuerzas de Napoleón en España, valiéndose precisamente de esas mismas tácticas. Y vale aclarar también, que el costo en vidas fue altísimo para los gauchos: aunque no hay registros completos, se calcula que por lo menos un tercio de los varones jujeños murieron luchando por la libertad.

El pueblo en armas ante las clases dominantes

La importancia del elemento popular en la guerra, llevó a Güemes a tomar algunas medidas sociales y democráticas que mejoraron sustancialmente la situación de los gauchos: encuadrarlos permanentemente en la Justicia Militar (ajena al injusto sistema judicial de los ricos de la región), suspender de manera casi permanente el pago de arriendos e imponer contribuciones forzosas en bienes y dinero, a los ricos y poderosos locales. Con estas medidas, Güemes le demostró al pueblo en armas que ya no estaban peleando simplemente contra el pasado oscuro y opresor encarnado por las hordas del rey y sus represalias criminales, sino que su lucha también era por un futuro mejor y más digno. 

Sin embargo, Güemes no llevó estas medidas más allá, no concretó la destrucción del poder político y económico de los sectores terratenientes y comerciantes, mediante el reparto de la tierra y la democratización de la política. Y dejando esta tarea revolucionaria a la mitad, cavó su propia tumba: ofendidos por los múltiples impuestos que se les cobraba para sostener la guerra, aterrorizados por ver al pueblo en armas, los sectores acomodados comenzaron a conspirar contra Güemes, llegando a pactar con los realistas, quienes hirieron al general en una emboscada de la que escapó por poco, pero quedó cercado por los españoles. Siendo hemofílico, esa herida rápidamente comenzó a amenazar su vida, por lo que los realistas le ofrecieron ayuda médica a cambio de la rendición. Pero Güemes prefirió morir en una agonía espantosa, antes que entregarse.

La muerte de Güemes no lograría revertir el curso de la historia: el norte se había tragado a ejércitos españoles enteros, y San Martín ya estaba desembarcando en el Perú. Un año después de su muerte, los españoles se retirarían de lo que hoy es Salta, Jujuy y Tarija, para no volver jamás. Pero con el tiempo los sectores acomodados que conspiraron contra Güemes, se encargarían de destruir las libertades que los gauchos habían conseguido durante la guerra revolucionaria, imponiendo al pueblo trabajador descendiente de esos gauchos, nuevas cadenas de explotación, opresión y entrega a las potencias de turno.

Los Infernales y las luchas del Siglo XXI

En la actualidad, el continente se ve sacudido por luchas obreras y populares contra el saqueo y la decadencia del orden colonial impuesto por las patronales y el imperialismo. Los descendientes de quienes pusieron la sangre para echar a los españoles, salen a la calle demostrando que se viene la hora de completar la tarea que quedó trunca en el siglo XIX, conquistando una Segunda y Definitiva Independencia: esta vez, no para construir países capitalistas fuertes y libres (lo que querían los revolucionarios de 1810 y se demostró imposible), sino para que la clase obrera tome el lugar de Güemes, y conduzca al pueblo trabajador a la construcción de una América Latina Unida y Socialista. Para que eso suceda, es necesario construir una nueva dirección política y sindical que guíe esa lucha: esa construcción es la principal tarea del PSTU, tarea a la que invitamos a todos los luchadores y luchadoras a sumarse.