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LOS REVOLUCIONARIOS Y LOS FRENTES ELECTORALES

En un reciente artículo del portal “Política Obrera” Jorge Altamira desarrolla una polémica con el Partido Obrero y los partidos del FIT-U en relación con los frentes electorales. Esta misma cuestión, así como la posición y actuación de los revolucionarios ante las elecciones y el parlamento, fue debatida exhaustivamente en el XII Congreso de la Liga Internacional de los Trabajadores (Cuarta Internacional), de la cual es parte el PSTU de Argentina, como parte del rearme programático de la internacional. Queremos aportar a esta importante polémica desde las conclusiones a las que arribamos. 

 

Altamira comienza su polémica haciendo un repaso histórico de las distintas experiencias de frentes electorales de la izquierda en nuestro país desde 1983 en adelante. Fiel a su línea de conducta comienza con una tergiversación histórica en relación al morenismo. Luego de mencionar la campaña del PO por un frente de izquierda para las elecciones de 1985 afirma que “Fue entonces que tuvo lugar el frente episódico con el MAS, que el MAS disolvió en cuestión de días para coaligarse con el partido comunista, fuerzas nacionalistas de izquierda y un sector marginal del peronismo. El oportunismo político de la maniobra se confirmó cuando el Frente del Pueblo, la denominación oficial de ese frente, adoptó como consigna estratégica “la Democracia con Justicia Social”. (1) En este párrafo hay varias mentiras y omisiones que es necesario desenmascarar. 

Por empezar el Frente del Pueblo (FREPU) nunca adoptó esa supuesta “consigna estratégica”. Hemos revisado cuidadosamente el programa de 23 puntos con que se conformó (2) y esta brilla por su ausencia. Tampoco fue una consigna de agitación común. Ese frente tuvo además un contexto al que refiere el propio Altamira en su artículo. Por un lado el salto en la crisis del peronismo tras su derrota electoral en 1983, y por otro el comienzo de la crisis del PC argentino en el marco de la asunción de Gorbachov y el comienzo de la restauración capitalista en la ex URSS con la Perestroika. PO también llamaba al PC y a la izquierda peronista a un frente (y ese planteo figuraba en el punto 9 del acta donde se acordó el primer frente MAS-PO). Pero el programa propuesto por PO para ese frente de izquierda constaba de 5 puntos todos mínimos, democráticos o antiimperialistas (“un salario que permita cubrir la canasta familiar; no pago de la deuda externa (…); estatización de la banca y el comercio exterior; oposición a la amnistía abierta o encubierta; defensa de la autodeterminación nacional de la revolución centroamericana”) (3) y aclaraba expresamente que no era “un programa “socialista”. Completando el derrotero de oportunismo e incoherencia política, PO solicitó su ingreso a un frente similar al FREPU que se había concretado poco antes a nivel local en Quilmes y luego se negó a integrar el FREPU, cuando el PC abandonó su negativa y aceptó formar el frente. Esta es la verdadera historia que Altamira oculta a sus lectores y que está bastante lejos de su falsa afirmación de que “Adaptamos a esta circunstancia la línea de “golpear juntos y marchar separados” – una advertencia de la importancia estratégica de la delimitación política, en especial en cuestiones frentistas.” (4)

Por otra parte Altamira cierra su repaso histórico haciendo algunas críticas al FIT con las que acordamos. Desde mucho antes de la ruptura del PO y el surgimiento de la Tendencia que este encabeza, venimos polemizando con los partidos del FIT por la subordinación de sus programas, políticas y acciones a la actividad electoral y parlamentaria, sus equivocadas votaciones (o quórums) en acuerdo con los partidos patronales, la “sororidad” y el trato amistoso con los representantes políticos de la burguesía, todo lo que Altamira ahora enumera y sintetiza en “el FIT se ha ido convirtiendo en un vehículo intermitente de integración parlamentaria al Estado”. Lo que no aparece por ninguna parte es la más mínima autocrítica por su responsabilidad en este proceso de adaptación al régimen por parte del PO, la organización de la cual fue principal dirigente hasta hace poco, y que es una de las fuerzas mayoritarias del FIT-U. Este proceso no apareció luego del 2015 como pretende sugerir Altamira. Recordemos que ese año PO festejaba en su prensa la presentación cosensuada con el FPV de un proyecto sobre violencia de género aprobado en la Comisión de la mujer de la Legislatura de CABA.(5) En ese momento el legislador del PO en el FIT era Marcelo Ramal, uno de los principales dirigentes del actual PO (T) … 

Pero restablecer la verdad histórica no es el principal motivo de esta polémica, aunque siempre es importante hacerlo.

Frente de izquierda y Frente Único Obrero no son lo mismo

El debate principal que plantea el artículo de Altamira es su posición de que los frentes electorales de izquierda son una táctica correcta y una expresión del Frente único obrero (FUO), que propusieron la Tercera Internacional y Trotsky luego. La “desviación” del FIT-U se explicaría por el carácter oportunista de la dirección del PO oficial y de las demás fuerzas del FIT. Busca justificar de este modo el frente formado en Salta por PO (T) y el NMAS como un ejemplo de un “frentismo” correcto. 

Pero la historia del marxismo revolucionario una vez más desmiente a Altamira. La táctica del FUO se votó en el Tercer Congreso de la Comintern como una propuesta de acuerdo para la lucha común que unificara las filas obreras ante la contraofensiva burguesa posterior a la oleada revolucionaria de 1917/1921 post Revolución Rusa en la primera posguerra. Estaba dirigida a las organizaciones socialdemócratas que seguían siendo mayoritarias en el movimiento obrero y consistía en un acuerdo con pocos puntos reivindicativos para luchar en común. Posteriormente Trotsky va a proponer esta misma táctica para enfrentar al fascismo y particularmente el nazismo en Alemania. Pero justamente en ese país y al mismo tiempo que proponía esa táctica llamaba al PC a no hacer ningún acuerdo electoral con la socialdemocracia: “En regla general, los acuerdos electorales, los acuerdos parlamentarios hechos entre el partido revolucionario y la socialdemocracia, sirven a los intereses de la socialdemocracia… Ninguna plataforma común con la socialdemocracia o con los jefes de los sindicatos alemanes, ninguna edición, ninguna bandera, ningún cartel común: marchar separadamente, luchar juntos. Combinación apenas en esto: cómo combatir, [a]quién combatir y cuándo combatir”. (6) Este es el verdadero sentido de la frase “marchar separadamente, luchar juntos” que como se ve es opuesto al que le asigna Altamira en su artículo. 

La referencia a la Primera Internacional tal como la incluye Altamira también es equivocada, incluso en sus componentes, pero esa explicación excede este artículo. 

El “frentismo electoral” no es la tradición de los partidos revolucionarios

Desde hace varias décadas se ha naturalizado como regla general tanto en nuestro país como a nivel mundial la “unidad de la izquierda” para participar en elecciones. En el caso de los PC y otras organizaciones afines programáticamente, era una derivación lógica de los “Frentes populares”, una concepción estratégica de cogobierno que incluía no solo a los partidos reformistas sino también a sectores “de izquierda” de la burguesía. Lo novedoso fue que esto también se naturalizó en las filas de los partidos que nos reivindicamos como trotskistas y revolucionarios, con matices que van desde acuerdos entre estos sectores solamente (como el FIT-U, MST-NMAS, PO(T)-NMAS) hasta los acuerdos del viejo MAS primero y el MST luego con el PC (IU)(7). En general las restricciones que imponen las cada vez más antidemocráticas legislaciones electorales a la participación de las organizaciones de izquierda presionan en ese sentido. También, en forma quizá mayor, las presiones de la burguesía para asimilar a los partidos revolucionarios al juego electoral de esta democracia para ricos. Sacar más votos y cargos se traduce en dinero y fortalecimiento de los aparatos partidarios. Esto también se expresa en la presión de luchadores obreros, estudiantiles y populares, que reclaman la “unidad de la izquierda” con la ilusión de modificar a su favor la relación de fuerzas en el parlamento.

La LIT y sus partidos no hemos sido inmunes a estas presiones. El viejo MAS, el partido trotskista más grande del mundo, fue destruido por ellas. Y hasta hace pocos años en Brasil por ejemplo hemos impulsado frentes electorales con el PSOL y el PCB. Pero el estudio serio y el debate profundo de las experiencias de la intervención electoral de los marxistas revolucionarios en la historia nos permitieron ver errores que estábamos cometiendo en nuestras concepciones y prácticas políticas. Vimos que la regla general por la que se guiaban tanto los bolcheviques, la socialdemocracia (antes de su paso al reformismo), como los partidos de la Tercera Internacional era presentarse solos con su propio programa a las elecciones y solo en casos muy excepcionales se hacían acuerdos con otros partidos, aún así preservando la libertad de agitación y propaganda de su propio programa y postulando sus propios candidatos. 

Con el abandono del marxismo por parte de la II y III internacionales esta tradición se debilitó. Pero en 1945 James Cannon fundamentaba así esta posición en un debate interno del SWP: 

“Nuestro propósito al participar de las elecciones de Nueva York, presentando a nuestros propios candidatos para alcalde y concejales es popularizar el programa del partido y construir el partido.    Un ‘acuerdo’ electoral con el Workers Party (8) no serviría a este propósito básico, pues solo agregaría confusión.   Nosotros hacemos propaganda por todo el programa de nuestro partido, en contra de los programas de todos los otros partidos, incluso el Workers Party. Nosotros no hacemos frente único para la propaganda, solo para la acción..” (9)

Por eso “El SWP, entre los años 1948 y 1960, se presentó seis veces a elecciones presidenciales y siempre lo hizo en forma independiente, llevando como candidato a Farrell Dobbs (el principal dirigente obrero del partido) a pesar de sacar muy pocos votos (13.614 en la primera elección).”(10)

Rescatar esta tradición revolucionaria y esta línea de razonamiento marxista conlleva lógicamente una autocrítica en relación a nuestra propia trayectoria y sus distintas experiencias electorales frentistas. Como Nahuel Moreno -nuestro maestro y fundador- siempre dijo, la crisis de la Cuarta Internacional nos obligó a practicar un “trotskismo bárbaro”, sin el apoyo de una verdadera internacional y eso nos hizo cometer muchos errores. Pero a diferencia de otros dirigentes trotskistas que se creían o creen infalibles y han llevado a sus organizaciones a la crisis y el oportunismo más lamentable, Moreno nos educó en el ejemplo de su honestidad revolucionaria, la misma que aconsejaba Lenin. (11) Desde esa tradición queremos aportar a este debate.

 

Notas: 

1- Acerca de los frentes de izquierda y las elecciones. Política Obrera, 07/05/2021.

2- Solidaridad Socialista, 19/09/1985.

 3- P.O. 25/7/85.

4- Acerca de los frentes de izquierda y las elecciones. Política Obrera, 07/05/2021.

5- Avanzó el proyecto del Frente de Izquierda para víctimas de violencia de género. P.O. 12/11/2015. 

6- Trotsky, León. Carta al obrero comunista del KPD, 8/12/31.

7- El MST en su etapa posterior al 2006 realizó también frentes de carácter frentepopulista con políticos burgueses como Pino Solanas, Luis Juez y Fabiana Ríos y sus organizaciones.

8- Ruptura del Socialist Workers Party (SWP) de EE.UU. El SWP era el partido más importante de la Cuarta Internacional al momento de su fundación y fue construido bajo la orientación directa de Trotsky. 

9 – Intervención de J. Cannon en el debate interno sobre las elecciones en Nueva York. El CN aprueba una resolución en base a esta posición publicada en Internal Bulletin, 7/8/45. (www.marxists.org)

10- Los revolucionarios frente a la democracia burguesa, las elecciones y el parlamento. Liga Internacional de los Trabajadores (LIT-CI). XII Congreso Mundial. Resoluciones y documentos, 2017. 

11 –  “La actitud de un partido político ante sus errores es uno de los criterios más importantes y más seguros para juzgar de la seriedad de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y discutir atentamente los medios de corregirlos: eso es lo que caracteriza a un partido serio; en eso consiste el cumplimiento de sus deberes; eso es educar e instruir a la clase, y después a las masas.” (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)