El 1° de junio de 1988, cuando estaba por cumplir 90 años, murió el gran ensayista, poeta e historiador Luis Franco. De prolífica y variada producción, hay quienes lo consideran uno de los más importantes escritores de la Argentina y de la América hispana. Fue un hombre de fuertes convicciones éticas, estéticas y políticas y principios que mantuvo en alto durante toda su vida, partiendo de sus iniciales simpatías juveniles por el anarquismo, que sostendrá durante toda su vida.
Desde la década del 30, con el ascenso del estalinismo en la Unión Soviética, Franco se distinguió por su expreso rechazo a todo totalitarismo y escribió un poema enalteciendo la lucha de Trotsky contra la burocracia: “Mis versos a Trotsky y a la Revolución podrán o no estar logrados, pero no son versos de circunstancias: son de fondo”.
Hacia mediados de los años 40 toma contacto con Nahuel Moreno -a quien lo impacta su principismo- y, desde entonces, el poeta no ocultará sus simpatías y compromiso con la corriente internacional del trotskismo ortodoxo. Testimonio de ello es en el año 1957-58 su participación en el comité de redacción de la revista Estrategia de la Emancipación Nacional y Social – junto a Milcíades Peña, el filósofo Carlos Astrada y el propio Moreno, entre otros- y su defensa pública y gestiones personales ante el presidente Arturo Illia a favor del líder campesino Hugo Blanco, cuando fue apresado y condenado a muerte en 1965.
Desde 1972 adhirió al Partido Socialista de los Trabajadores (PST), cuando se enfrentó públicamente al individualismo guerrillerista: “La mayor urgencia política del momento –destacó- es la formación de un partido con la conciencia y combatividad revolucionarias (…) acá y en todas partes del mundo. Es decir, más allá de toda ilusión reformista, que luche no por el aumento de salario y la conciliación de clases, sino por la supresión del salario y de las clases”.
Muy jugada fue, terminada la guerra de Malvinas y con la dictadura en retroceso pero aun en el gobierno, su firma en la solicitada publicada en el diario Clarín, en septiembre de 1982, que titulada “Es la hora del socialismo”, como “Junta Promotora”, convocó a formar el Movimiento al Socialismo junto a Luis Zamora, Rubén Visconti y otros. Acompañaría entonces aquella campaña distinguida por la consigna central del MAS: “No pago de la deuda externa”. El 1° de julio de 1983 Franco participó del acto del MAS en el Luna Park y también en los dos primeros congresos del partido de 1983 y 1985. Fue él, como se destacó en su necrológica de 1988, un “fiel amigo” del partido.
Condenado en vida
Nacido en Belén (Catamarca), en noviembre de 1898, muy joven obtuvo el Premio Nacional de Poesía. Considerado por entonces una “estrella” en ascenso en el firmamento de las letras, a medida que su compromiso político con la revolución social y su acendrado ateísmo se pusieron de manifiesto, fue progresivamente silenciado. Y ello, como recordó Zamora en su funeral, “a pesar de que de él Leopoldo Lugones dijo que escribía con la libertad de los pájaros y Roberto Artl, que tenía la talla de los hombres del Renacimiento” (Solidaridad Socialista N°237, 7/6/1988).
Condenado a la marginalidad, cuando ayudó a lanzar el MAS, vivía con su compañera en un muy humilde cuartucho de hotel, en donde solo había una cama, un ropero y una mesita con el mate, … además de libros y escritos diseminados por todos lados. Me ha quedado de ello una imagen imborrable.
La libertad como enseña humana
Franco se distinguía por una erudición enciclopédica que recorría los temas más diversos y curiosos, desde la mitología hasta las diferencias de los cantos de los pájaros en la pampa y en la cordillera o las leyendas populares. De casi todos los temas podía hablar con solvencia.
Enemigo declarado del “realismo socialista” y de todo lo que oliera a totalitarismo, Franco definió su compromiso estético. En 1944 señaló su amor por la libertad del hombre como consigna señera: “Mientras nuestros artistas no se atrevan a renunciar al tutelaje oficial o semioficial estarán perdidos para el arte (…) Es preciso que el poeta sea el primero en escuchar los mensajes del tiempo, el primero en empujar al mundo hacia el futuro (…) La poesía será profecía o no será nada”.
En 1962 publicó “La hembra humana”, un libro fascinante de un “feminismo” que entronca con las mejores tradiciones marxistas y anarquistas y que denunciando el papel de las iglesias, merece ser rescatado del olvido. “Ya vimos que las religiones, y la judía, la cristiana y la mahometana más que otras– destaca Franco- tuvieron por pasatiempo favorito la calumnia de la mujer”.
Invitado luego a un congreso de escritores en la Unión Soviética, la oportunidad lo llevó a escribir Prometeo ante la URSS (1964), donde puso al desnudo la irracionalidad del régimen burocrático y con fina ironía se mofa de ese supuesto ”congreso” de escritores manipulados por el régimen estalinista. Tras una visita a Cuba, presenta Espartaco en Cuba (1965) donde no oculta sus simpatías hacia la revolución en curso sin ignorar sus falencias.Los socialistas revolucionarios tenemos una deuda con el gran Luis Franco, que para alimentar nuestra rica tradición, debe constituirse en emblema y orgullo de la corriente morenista. ¡Hasta el socialismo siempre, compañero y amigo!
LA VIDA ES MI PASIÓN
“Soy hombre y nada del cuerpo y alma de la mujer puede serme indiferente (…) Creo que alguno me sospechó griego (…) otro no más que turco. ¿Acaso porque soy polígamo de ideas y creo mejor el gozar de todas que entregarme ciegamente a ninguna?”.
“¿Religión?. Soy un impío capaz de escuchar devotamente por horas una cigarra, pitonisa del sol. Soy un ateo calado hasta el hueso de supersticiones de lo divino (…) Pero no quiero jactarme de mi pobreza, aunque es mi único orgullo. La alegría –gay vivir- es mi culto”.
Y por fin una definición drástica. “La vida no es mi costumbre, es mi pasión”.
En otras líneas presenta una inevitable conclusión: “La revolución proletaria mundial, al terminar con la división de clases, permitirá conquistar la primera cultura universal”.