El martes 24 de enero el presidente encabezó un acto para conmemorar el Cruce de los Andes. Tuvo la desvergüenza de compararse con San Martín, tomando como ejes la libertad, el trabajo en equipo y el liderazgo de Argentina, que interpretó como coincidentes con su gobierno.
¡Caradura! Es sumiso ante los buitres de la deuda externa y ante los piratas de Malvinas, quiere borrar los crímenes de la dictadura, otorga beneficios a las multinacionales y es duro con el bolsillo popular, planea superexplotar a la clase obrera con despidos y su “modernización laboral”, promueve la represión de pueblos originarios y de inmigrantes pobres, y pretende equipararse con uno de los principales dirigentes de los ejércitos que libraron años de guerras revolucionarias contra el imperio español.
Para colmo una semana antes la Canciller Malcorra había condecorado con la Orden del Libertador General San Martín, nada menos que al embajador yanqui Noah Mamet.
Al revés que todos los gobiernos patronales de hoy, serviles de los imperios opresores San Martín los enfrentaba: “(…) La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; (…) y si no andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos (…)”
Quería romper las cadenas coloniales y construir un nuevo orden social. Pero prevalecieron los mezquinos intereses de la naciente burguesía criolla, cabeza de la Primera Independencia.
Si queremos un futuro mejor, somos los trabajadores quienes tenemos que dirigir, derrotar el Plan de Macri y del imperialismo. Unirnos con nuestros pares del continente, organizarnos y luchar hasta conquistar una Segunda y Definitiva Independencia y empezar a construir una sociedad socialista.