MALVINAS Y UCRANIA: RECUERDOS Y LECCIONES

La guerra en Ucrania tiene consecuencias mundiales, tanto económicas como políticas. Para Argentina tiene un significado especial: es, como Malvinas, una lucha contra la opresión de los poderosos. 

La clase trabajadora argentina debe identificarse con la causa ucraniana. Hace 40 años sufrimos la invasión y ataque de una fuerza armada muy superior, ante el intento de recuperación de Malvinas. Hoy Ucrania es atacada por Rusia, con poderío militar enorme, para mantener su dominio histórico.

Dos guerras cuyo contenido central es el mismo. Malvinas ayer y Ucrania hoy, son luchas de liberación nacional contra países expansionistas, que ocupan sin derecho territorio ajeno. 

Si Ucrania triunfa, estaremos mejor para nuestro reclamo por Malvinas. Igual que todos los países que sufren ocupación por parte de estados más fuertes. Por eso, la causa de Ucrania debe ser apoyada por todos los pueblos oprimidos: esa guerra es nuestra.

Los poderosos lo tienen claro: utilizan las mismas mentiras, las mismas políticas, utilizan las enseñanzas del pasado. 

Quienes luchamos por la libertad y la soberanía de nuestros países tenemos que sacar nuestras propias lecciones.

Las mismas mentiras

En 1982, la excusa de Inglaterra fue la Dictadura, del mismo modo que hoy Rusia argumenta que Ucrania es un títere de la OTAN, y está llena de nazis. Esos argumentos que si bien  en aspectos de la realidad, sin ser ciertos. Sin embargo, aun si fueran cierto la soberanía está por encima de eso. ¿No es acaso la misma excusa que uso Estados Unidos para invadir Afganistán en defensa de los “derechos democráticos”?

Inglaterra decía acudir en defensa de los kelpers, ocupantes de las Islas. Rusia dice defender a la población del Donbás. 

Debemos rechazar esas mentiras que esconden el expansionismo y la dominación.

La misma política

Inglaterra utilizaba una bandera democrática: proponía que la decisión fuera de los kelpers. Como ahora Rusia propone que la población del Donbás (mayoría descendiente de rusos, migrados al este de Ucrania durante siglos) sea quien defina si esa región es ucraniana o no. Es un recurso falso, porque desconoce que esa zona es territorio ajeno.

Mientras Inglaterra atacaba con todo a Malvinas, el Papa y sectores muy amplios del imperialismo llamaban a “la Paz”. Esto parece muy humanitario, e incluso parece favorable a la nación atacada. Pero es al revés: un “caramelo envenenado”. El atacante no se frenará, pero la ilusión de la “paz” saca al atacado de su tarea central: la derrota del invasor. Esa consigna solo tiene un sentido progresivo dirigida a la población del país invasor. Pero el Papa no fue a Inglaterra a hacer grandes misas por la Paz. Vino a la Argentina, para preparar la derrota argentina.

De la misma forma, ahora muchos sectores llaman a la Paz. Es la misma política de derrota. Ninguna paz: lo que hace falta es llamar a todos los pueblos del mundo a apoyar a Ucrania hasta la derrota rusa. Nada de paz: guerra al invasor.

Este recurso es comprensible en la Iglesia, o sectores pacifistas. Lamentablemente, vemos que organizaciones que se dicen revolucionarias desconocen esta cuestión elemental. Llamar a la paz al agredido, es disminuir su resistencia, trabajar -más allá de las intenciones- por la derrota. Así fue en Malvinas y así es en Ucrania. 

¿Argentina puede ganar?

Esta es la pregunta central. Si la derrota fuera inevitable, entonces de nada vale luchar. Que todo termine cuanto antes. Pero no lo es.

Esta es la enseñanza central de Malvinas. La derrota argentina no era inevitable. Pudimos ganar. El problema es que la conducción de la guerra estuvo en manos de una dirección cobarde, aventurera y sirviente del imperialismo. 

Se lanzó a la guerra creyendo que Inglaterra no respondería y que EEUU se mantendría neutral. Cuando advirtió que no sería así, inmediatamente puso rumbo a la rendición. No hizo nada para ganar, y al contrario hizo todo para perder. 

Esto no lo decimos nosotros. El desempeño de la cúpula militar fue juzgado por las propias Fuerzas Armadas. El conocido Informe Rattenbach, una investigación iniciada en 1982 por una comisión nombrada por las mismas Fuerzas Armadas, determinó que los responsables de la derrota eran las cúpulas militares. Los calificó de Alta Traición, y propuso penas de muerte para los principales jefes. No dijo que la guerra no podía ganarse, sino que se perdió por la traición de los jefes. 

Esto fue ocultado por todas las fuerzas patronales dependientes del imperialismo, que aprovecharon la derrota para inculcar que no podemos enfrentar a los poderosos. Es lo que se llamó la “desmalvinización”. 

Pero eso no fue así: la guerra pudo ganarse. No es objetivo de este artículo extenderse en cuál debió ser la política para ganar la guerra. Solo enfatizar que, para ganar una guerra, hace falta una dirección política y militar que quiera ganarla, y haga todo lo necesario para ello. Que desarrolle una gran movilización de masas, en el país agredido y en todo el mundo, por el triunfo. 

No serán militantes cobardes ni políticos capitalistas al servicio de intereses patronales. Una dirección así solo puede salir de la clase obrera a la cabeza de los oprimidos, los que no tienen nada que perder y están obligados a matar o morir en defensa de su “patria”, de la patria obrera, sus familias, sus compañeros, sus amigos, sus ciudades y barriadas.

 

Ucrania sí puede ganar

La causa ucraniana ha despertado una enorme adhesión en todo el mundo. Los trabajadores y los pueblos están dispuestos a la mayor solidaridad. Se manifiesta en acciones obreras, en pronunciamientos de artistas y deportistas. Y en el hecho de que los propios países imperialistas, que no querían ni meterse en la cosa, se han visto obligados a enviar armamento (aunque a cuentagotas).

Esto ha sido logrado por el heroísmo sin fin de las masas ucranianas, que se han dispuesto a sacrificarse por encima de los límites que le impone su dirección militar.

Todo indica que las armas rusas están encontrando una resistencia superior a la esperada. 

No es momento de llamar a la paz, ni negociar la derrota, sino de buscar ganar, echar a las fuerzas rusas y lograr un enorme triunfo contra quienes han oprimido durante siglos a Ucrania (con la única excepción de un corto período luego de la Revolución Rusa bajo la conducción de Lenín).

Y la enseñanza central de Malvinas aplicada a Ucrania es que, aún estando en el campo militar del presidente ucraniano Volodímir Zelenski y sus militares, no se puede confiar en ellos. Zelensky está negociando para detener la guerra haciendo concesiones, está preparando la derrota. Todo indica que ya cedió la reivindicación de Crimea, así como concesiones sobre las provincias orientales. Y seguirá cediendo, porque su naturaleza capitalista lo obliga: tiene mucho que perder, no está dispuesto a ir hasta el final.

Hace falta una alternativa obrera y socialista para conducir la guerra, con una política independiente de Zelensky y sus socios de la OTAN. Mientras se lucha unidos contra el invasor, se debe preparar esa alternativa.