Si bien Javier Milei y los libertarios se declaran enemigos de los “zurdos” desde siempre, el discurso en la cumbre capitalista de Davos (Suiza) sorprendió al centrarse en el peligro de que Occidente sea conquistado por el socialismo. Como no podía ser de otra manera, los memes corrieron por doquier, porque en un contexto como el actual eso suena ridículo. Sin embargo, más allá de la bizarra característica del personaje, no hay que subestimar al enemigo, estos tipos no dicen nada porque sí. Por eso en esta nota, con la que iniciaremos una serie en nuestra web profundizando distintos temas, queremos pensar ¿por qué Milei focaliza así? ¿Es mera actuación o realmente el socialismo es lo único realmente alternativo al sistema actual y por eso lo combate desde el vamos? ¿Qué socialismo puede ser su verdadero enemigo?
En su discurso, en la forma confusa y poco veraz que lo caracteriza, Milei defendió la superioridad del capitalismo planteando que nunca la humanidad estuvo tan bien como ahora; que con los sistemas económicos anteriores la humanidad estaba peor y dio como pruebas datos comparativos como los del Producto Interno Bruto. Aunque suene extraño, algo de lo que dice es cierto.
En el modo de producción anterior al capitalismo, el feudalismo, centrado en la agricultura y la manufactura artesanal, la producción era mucho más ineficaz e incapaz de garantizar la subsistencia del conjunto de la humanidad. El modo de producción capitalista significa un gran avance en relación a esa posibilidad, porque la producción empieza a ser social y en gran escala, muchos juntos producen muchas cosas y al desarrollarse la ciencia y la técnica en todos los ámbitos, crea como nunca antes la posibilidad de que la humanidad pueda abastecerse.
Pero entonces ¿si esto es así, por qué la humanidad está cada vez peor y más miserable? Por la propia característica del capitalismo: la producción es social, pero la apropiación de la ganancia que produce es individual. Es decir, miles producen en una industria, y la apropiación de la ganancia que producen esos miles, se la quedan uno o dos magnates. Y toda la producción, la de la mayoría, está al servicio de aumentar las ganancias de esos poquitos y no de las necesidades de la población.
En la época imperialista del capitalismo, que empieza con la Primera Guerra Mundial (1914), esa contradicción se expresa de forma cada vez más terrible, con guerras, masacres, hambrunas, todo en función de la ganancia de una elite. La ciencia ha avanzado mucho, por ejemplo, en la cura de enfermedades. Pero muchos tratamientos están solamente al alcance de quienes pueden pagarlos, ya que la mayoría no están garantizados por los estados. Entonces esos avances no están en función de bajar la mortalidad y mejorar la vida del conjunto de la población, sino en aumentar las ganancias de la industria farmacéutica y de la salud.
Es precisamente al revés de como dice Milei, es esa apropiación de unos pocos y el mercado en función de eso, la que impide que los grandes avances estén al servicio de la mayoría de la población.
Las experiencias que rompieron con esa naturaleza, las revoluciones que rompieron con esa apropiación individual, aun sin terminar de desarrollarse, como la Revolución Rusa en 1917 y luego China y Cuba (aunque con otras limitaciones) dieron cuenta de lo que podía avanzar la humanidad no solo en abastecerse, sino en la ciencia, el arte, la vida, si no girara todo en torno a la ganancia capitalista. En próximas notas desarrollaremos estas experiencias.
El “socialismo real”
Sin embargo, Milei, cuando refiere a socialismo mete en la misma bolsa todo lo que plantee alguna intervención estatal sobre el mercado. Y se aprovecha, para defenestrar al socialismo, del fracaso de las experiencias de los que fueron estados obreros (Rusia, China y Cuba) y de lo que luego se llamó socialismo del Siglo XXI, encabezado por Chávez y Fidel, y cuya expresión nacional fue el Gobierno K. Vayamos por partes.
En los ‘90, con la caída del muro de Berlín y el fin de la URSS, la campaña del conjunto del imperialismo fue que esos hechos demostraban que el socialismo había muerto, el fin de la historia y la demostración máxima de la superioridad del capitalismo. Sin embargo, para los trotskistas, esto demostró el fracaso del estalinismo, del denominado “socialismo real”, el socialismo en un solo país, con un régimen totalitario en manos de una burocracia, que como ya preveía Trotsky en la década del 30, de no derrotarse iría a la restauración del capitalismo. Eso es lo que pasó en la URSS, y también en Cuba y en China, que, aunque sigan hablando de comunismo son países capitalistas.
El “socialismo del siglo XXI”
Pero como la historia y la lucha de clases, no mueren y el capitalismo imperialista empobrece cada vez más a todo el planeta y principalmente a los países semicoloniales, surgieron en el siglo XXI nuevas revoluciones en Latinoamérica que voltearon gobiernos y cuestionaron los planes del imperialismo en la región: Ecuador, Venezuela, Bolivia y Argentina. La resultante de esos procesos heroicos, producto de muchos factores que podríamos largamente analizar (ausencia de dirección revolucionaria, la clase obrera disuelta en el proceso), fueron gobiernos que manteniendo el capitalismo y la sumisión al imperialismo, se animaron a enfrentarlo discursivamente y a poner algunos frenos a sus planes. Fue el socialismo del Siglo XXI, al que llamaban el socialismo “posible”, que dos décadas después se desplomaba, luego de provocar un mayor empobrecimiento de la población.
Sobre esos procesos fallidos es que se montan los libertarios y las ultraderechas. El llamado Socialismo del Siglo XXI, de socialismo no tenía nada, sino que era un capitalismo que defendía alguna intervención estatal, para garantizar la ganancia capitalista y a la vez cierta contención asistencial a los sectores más pobres, un capitalismo más “humanitario” que fracasó.
El verdadero opuesto
Pero entonces si el “socialismo real” de los estados obreros fracasó, y el “socialismo” posible del Siglo XXI también, ¿Por qué la fijación de Milei?
El capitalismo actual cada vez muestra más su verdadera cara: masacres de poblaciones enteras como la de Israel al pueblo palestino, guerras genocidas como la de Putín al pueblo ucraniano, depredación ambiental con consecuencias sobre la vida de poblaciones enormes , 735 millones de hambrientos en el mundo según el Informe de Naciones Unidas de junio de 2023 (122 millones más que en el mismo informe de 2019).
Una situación de gravedad creciente que pone en evidencia el verdadero carácter de la ineficiencia de las instituciones de los regímenes que sostienen el sistema capitalista en el mundo. Y que genera el hastío de amplios sectores con esas instituciones y el sector que lo administra, la “casta”, porque siguen su juego hipócrita mientras la mayoría vivimos cada vez peor. Esta situación reclama salidas que no sean más de lo mismo, que impliquen un cambio real con lo que nos trajo hasta acá.
Los libertarios ocupan ese espacio proponiendo una radicalización por derecha, es decir, extremar el aspecto liberal del capitalismo al servicio del sector más concentrado y explotador del imperialismo del planeta, la apropiación de la ganancia mundial por parte de sectores cada vez más pequeños. Y para hacerlo se nutren de ese hastío con un discurso mentiroso, como por ejemplo la prédica contra la casta que no pudieron sostener ni dos días.
¿Y cuál es la propuesta realmente opuesta a eso que proponen los libertarios y la extrema derecha en general? ¿Los defensores de esta democracia para ricos son verdaderamente lo opuesto? De ninguna manera, el opuesto por el vértice sólo puede ser una propuesta radical, extrema, verdaderamente contraria a la casta y a este Estado al servicio de los ricos, que no es otra que el socialismo que tantas veces dieron por muerto y que no casualmente Milei pone en el foco de su enemistad. Pero: ¿qué socialismo?
El socialismo es revolucionario o no es
El termino “socialismo” ha sido objeto de múltiples deformaciones en el devenir de la historia y la lucha de clases. Y en muchos lugares quedó asociado a los partidos socialdemócratas, es decir partidos del sistema que se dicen socialistas y a lo sumo pueden considerarse como defensores de la democracia y progresistas. También se asocia a los socialistas a los defensores del Estado, en tal caso del Estado democrático burgués.
Pero el socialismo como sistema económico nada tiene que ver con eso. El socialismo científico que iniciaron Marx y Engels precisamente propone un cambio profundamente radical, de las bases del sistema capitalista, el verdadero opuesto por el vértice de lo que proponen los libertarios que es terminar con la apropiación individual de la ganancia que producen millones de obreros y por eso la expropiación de los medios de producción (industrias) y de cambio (Bancos).
¿Y cómo se puede lograr eso? ¿Convenciendo a los grandes capitalistas de que socialicen su ganancia? ¿Es posible eso si, por ejemplo, quienes ganan miles de millones se han negado hasta a pagar un impuesto mínimo por única vez como el impuesto a la riqueza? Está visto que no. Eso solo fue posible lograrlo mediante una revolución que los expropiara por la fuerza como fue en todos los países donde se logró instaurar otro tipo de Estado y planificar la producción en función de las necesidades de la mayoría de la población, el paso inicial para llegar al socialismo como modelo económico y social.
Entonces, el socialismo verdadero, o es revolucionario, contra las instituciones de este estado burgués, es decir que lucha por destruirlo a través de una revolución obrera y socialista, o de socialismo no tiene nada. Milei dice muchas barbaridades, pero hay algo en lo que no se equivoca y prepara ideológicamente a su tropa: la lucha entre revolución y contrarrevolución, en sus distintas formas, es la constante que terminará definiendo la historia.