Desde muy pequeñas, a las mujeres nos hablan de las princesas, del príncipe azul que llegará para salvarnos y para hacernos felices para siempre. Ya jóvenes y adultas nos siguen mintiendo: somos la “reina de la casa”, nos bombardean con propagandas, programas de televisión que plantean que podemos ser mujeres profesionales e independientes pero a su vez tenemos que mantener la casa impecable y desinfectada, no podemos enfermarnos, tenemos que estar siempre bellas, flacas, dinámicas, buenas cocineras y un montón de etcéteras que parece que podemos alcanzar con solo usar “el producto” que nos quieren vender.
Pero la realidad de la mayoría de las mujeres no es ésa, y mucho menos la de las mujeres trabajadoras y pobres. No solo eso, sino que si logramos tener un trabajo, casi seguro es precarizado y nos pagan menos que a un hombre. Somos víctimas de las redes de trata, de la violencia, de un sistema de salud totalmente decadente, victimas de abortos clandestinos que nos matan. Y podemos seguir una larga lista. Esto es así en todo el mundo, ¡y en los países más pobres peor!
En Latinoamérica estamos ante un plan de ajuste brutal llevado adelante por todos los gobiernos, tanto “progresistas como “neoliberales”, por causa de la entrada con todo de la crisis económica mundial. Para las mujeres trabajadoras y pobres, este ajuste se presenta con mayor crueldad, en todos los aspectos de la vida.
La peor parte del ajuste
Somos las primeras desocupadas y las que recibimos menor pago. Según un informe de la OIT de marzo del 2016. ”La participación en el mercado laboral de las mujeres en América Latina es de un 52,6%, mientras para los hombres es de 78%. Con respecto a la desocupación femenina, esta organización plantea que en esta región equivale a más de 1,4 veces la de los hombres, la tasa de informalidad laboral (trabajo precarizado) entre las mujeres es de 54%, frente a la de los hombres que es de 48%.
El trabajo en condiciones de informalidad implica exclusión del derecho a la protección de la maternidad y a una pensión en la edad adulta. La informalidad tiene mucho que ver con la pobreza y la desigualdad en la región”.
En la salud y la educación también somos las que nos llevamos la peor parte. Comenzando por el descuido estatal en la asistencia a la maternidad y por el embarazo precoz (Latinoamérica ocupa el triste segundo lugar mundial en embarazos adolescentes, solo la supera el África Subsahariana). El derecho al aborto – declarado en enero de este año por la ONU como un problema de salud pública – es ilegal en la mayoría de los países de la zona, hasta en los que se dicen “progresistas” o incluso “socialistas” como Venezuela y Bolivia. Ni Dilma en Brasil, ni Cristina en nuestro país lo legalizaron mientras fueron gobierno. Y esa prohibición hace que quienes van presas, como ”Las 17” de El Salvador, ponen en riesgo su salud o mueren en abortos inseguros, son las mujeres pobres.
Los planes de ajuste que comienzan por recortar gastos tanto en salud como en educación, nos llevan a tener que atender nuestra salud y la de nuestros hijos en condiciones deficientes o directamente no tener dicha atención. Algo similar ocurre con la educación.
Los femicidios siguen enlutando toda Latinoamérica. Los abusos, violaciones y las redes de trata son una lamentable moneda corriente en nuestro continente.
Las mujeres al frente
La brutalidad del ajuste que aplican todos los gobiernos para hacer pagar a los trabajadores y a los pueblos la crisis de los empresarios y banqueros está provocando una gran reacción en el continente. Es que todos ellos gobiernan para las multinacionales. Es una política mundial al servicio del imperialismo.
Las trabajadoras latinoamericanas, estamos diciendo NO. Salimos a las calles en México, como madres, esposas, novias o hermanas de los 43 normalistas de Ayoztinapa; o como docentes, y también madres en la huelga magisterial en defensa de la educación pública. Salimos en Honduras al frente de los movimientos de indígenas por el agua y la tierra, pelea que ya se cobró la vida de dos de sus dirigentes, asesinadas por luchar: Berta Caceres y Lesbia Janeth Urquía Urquía. En las huelgas y movilizaciones docentes y estudiantiles por aumento de presupuesto y contra el saqueo de la educación como en Brasil, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Uruguay y todos nuestros países. Estamos en las calles contra los femicidios como en Argentina, México, Brasil. En Venezuela son las mujeres las que encabezan el cruce desesperado de la frontera en busca de alimento y remedios para sus hijos.
No son las Dilma, las Cristina, las Bachelet; tampoco son los Maduro, los Castro, los Correa, los Evo, quienes están luchando por nuestros derechos. Y por eso no es un problema de gobiernos “de derecha o neoliberales” en contra de gobiernos “progresistas o populares”. Tenemos que salir a luchar contra todos ellos.
Unidad de la clase para ganar
Las mujeres trabajadoras junto al resto de los trabajadores debemos ser parte y organizar esa lucha contra el ajuste en Latinoamérica y en el mundo.
Es fundamental que la clase obrera asuma los derechos femeninos y de las minorías oprimidas como un problema propio. Los sindicatos y centros de estudiantes deben tomar estos reclamos.
Sin las obreras, trabajadoras y estudiantes no habrá lucha exitosa posible que frene y derrote a los gobiernos que nos atacan, gobiernos ajustadores y mandantes del imperialismo. Sin ellas al frente de la lucha no habrá comida, medicamentos, vivienda, salud y educación. Sin ellas no podremos romper las cadenas que nos atan al imperialismo, dejar de pagar la deuda externa y poner los enormes recursos naturales y humanos de Latinoamérica al servicio de sus sufridos pueblos. Sin ellas no habrá Segunda y Definitiva Independencia ni socialismo.
Desde Lucha Mujer y el PSTU nos ponemos a disposición de esta tarea.